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Donde menos se espera

Por Jorge Chessal Palau

Enero 25, 2021 03:00 a.m.

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Justamente un día como hoy, veinticinco de enero, pero del año cuarenta y uno, la guardia pretoriana aclamaba como emperador a Claudio, tío de Calígula, asesinado un día antes por miembros de ese cuerpo de élite, cansados de los excesos y de las humillaciones a que los sometía quien ha pasado a la historia como uno de los símbolos de cómo el poder lleva a la locura.

Calígula, hijo de Germánico, todo un héroe para el pueblo romano, llega a ocupar el trono luego de asesinar a su tío, Tiberio, otro siniestro personaje dedicado a la depravación y a los excesos. Tiberio era hijo adoptivo de Augusto, primer emperador de Roma, asesinado por Livia, su esposa y madre de Tiberio.

En medio de todos estos acontecimientos y personajes, Claudio transitó casi ignorado, como un mudo testigo de los excesos de sus parientes. Se decía que era tonto y, aun al día de hoy, siguen las dudas sobre los males que pudieran haberle aquejado, que le dieran la apariencia de retrasado en cuanto al entendimiento, con tartamudeos y tics nerviosos, debilidad física y cojera.

Su madre, Antonia, cuando quería referirse a alguien de manera despectiva, cuestionando su inteligencia, decía que era más estúpido que su hijo Claudio; su abuelo, Augusto, le llamaba “pobrecito Claudio” y su propia hermana, Livia, lo consideraba una desgracia.

Dicen algunos historiadores, sin embargo, que Claudio fingía, lo cual puede significar que sobreviviera durante la vida de tres emperadores. Y con esa familia, no es un tema menor. Frente a los cuestionamientos, burlas y críticas de sus contemporáneos, Claudio en realidad tenía una personalidad que, con el tiempo, se ha ido reconstruyendo de mejor manera, dando con una serie de rasgos que, en realidad, nos presentan a un hombre inteligente, con visión y comedido en sus costumbres. 

Regresando a su sobrino Calígula, este emperador llevó las cosas a tal extremo, que hizo cónsul a su caballo (según Suetonio)  y se proclamó dios, imponiendo la obligación de adorarlo como tal, además de asesinatos, intrigas y actos por demás abominables.

Cuando los pretorianos lo asesinaron, se dirigieron luego al palacio y ahí mataron a la esposa y a la hija de Calígula, que dormía en su cuna. Algunos buscaban la restauración de la república, pero el pueblo y buena parte de la propia guardia querían un nuevo emperador.

A Claudio lo encuentran escondido atrás de una cortina y lo proclaman como emperador, llevándolo al cuartel de la guardia pretoriana para resguardarlo, mientras se “convencía” al Senado para que lo aceptara como tal, cosa ue finalmente ocurrió.

Claudio fue un gran gobernante, llevó a las fronteras del imperio a nuevos y más lejanos límites, hizo importantes obras públicas, reformas legales e importantes cambios judiciales, entre otras cosas. Quién sabe que hubieran opinado Augusto, Livia o Antonia si hubieran visto la forma en que ejerció el poder.

Claudio se casó con su sobrina Agripina y adoptó a su hijo, Lucio Domicio Enobarbo, quien ascendió al trono luego de que Agripina envenenara a Claudio, reabriendo el capítulo de excesos y abusos en Roma, en cuya historia, hasta ese momento, Claudio pareciera solo un impasse. A Lucio lo conocemos ampliamente como Nerón.

De la historia siempre se debe aprender. La vida de Claudio y la forma en que llega a ser emperador nos dejan en claro que la política es una serie de acontecimientos inciertos, donde, cuando menos se espera, se presenta una oportunidad o se toma una decisión que, a la postre, puede ser fatal, o puede significar el triunfo. 

En la política, a nadie se le debe dar por muerto ni se le debe subestimar. De pronto, ante una serie de circunstancias, el que se encuentre atrás de la cortina puede ser el ganador, aun sin comprar boleto para la rifa. Aquel de quien todos desconfían puede resultar buen gobernante y el que recibe la aclamación popular y es adorado casi como dios, puede caer en tales excesos que nunca faltarán pretorianos que vayan por él.

@jchessal