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Economía moral

Por Miguel Ángel Hernández Calvillo

Julio 30, 2024 03:00 a.m.

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Claudia Sheinbaum y Andrés Manuel López Obrador estuvieron hace algunos días en San Luis Potosí para exponer los ejes sobre los que se impulsará el curso de la actividad económica de nuestro país en el arranque de la siguiente administración federal. Quedó claro, en las intervenciones de cada quien, que el común denominador de los gobiernos saliente y entrante es la visión de consolidar la transformación de las instituciones con base en principios éticos y normativos del servicio público. Uno de los ejes fundamentales y estratégicos para avanzar en ese objetivo de consolidación institucional es lo que la presidenta electa sintetizó como “la economía moral”, término que alude al modo en que la economía nacional responde a las necesidades más apremiantes de quienes menos tienen, pero no a la vieja usanza corporativa de regímenes anteriores, sino atendiendo a corregir y superar las causas que propician condiciones no siempre dignas de subsistencia material y espiritual.

     El término “economía moral” fue originalmente planteado por Edward Palmer Thompson en sus estudios sobre los movimientos populares y de formación de la clase obrera en el siglo XVIII en Inglaterra, particularmente los motines realizados por el alza del precio del pan de trigo que servía como alimento básico de la población pobre y que, no era mera expresión de pillaje o reducida a calmar el hambre, como aducían voces conservadoras buscando desacreditar los descontentos; sino que, como antes había observado otro historiador social, George Rudé, ya se advertía la conformación de una identidad, plan y objetivos de organización social enfocados a la defensa de derechos colectivos y plenamente legitimados, más allá de manifestaciones episódicas o “espasmódicas” de inconformidad social, porque sabido es, y experimentado está, que no es lo mismo equilibrar la oferta y demanda de un bien por medio del mercado y sus fluctuaciones de precios… que resolver el problema concreto y material de las necesidades elementales de la gente.

     La frase emblemática de la transformación institucional “por el bien de todos, primero los pobres”, cobra sentido no sólo en términos lógicos, sino históricos ya que se trata de la reivindicación de la lucha por el espacio común, más allá de lo público y lo privado, reafirmando la reproducción de la vida y no del capital como ha sucedido de manera brutal con el modelo neoliberal. Es una lógica distinta que, a lo largo de la historia de nuestro país, se ha manifestado en distintas transformaciones de la vida nacional que han antecedido a la actual, como lo resumió el presidente AMLO en su intervención.  

     En suma, la economía moral de la transformación nacional seguirá siendo el objetivo primordial de las acciones encaminadas a generar el más amplio bienestar social, a robustecer la inversión pública para garantizar condiciones generales de reproducción material de los distintos sectores productivos del país, fortaleciendo mercado interno y comunicaciones de amplio impacto, como los ferrocarriles, que propician mejores empleos, salarios, consumo y acceso a bienes materiales y culturales para los más, sin menoscabo de situar a México como un país capaz de llevar una relación económica y política con el exterior en condiciones de igualdad, de coordinación, de respeto a la soberanía nacional. Es la economía moral de la transformación, pues.