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El fracaso de la seguridad

Por Jorge Chessal Palau

Marzo 11, 2024 03:00 a.m.

A

Ben Ansell, un profesor de Oxford y Harvard ha publicado un libro que ahora tiene su primera edición en México bajo el sello editorial Ariel, con el nombre de “Por qué fracasa la política. las cinco fallas de nuestro sistema político y como evitarlas”.

La parte IV de la obra está dedicada al tema de la seguridad y da inicio con una reflexión que cala hondamente en el lector y que, desgraciadamente, es tremendamente cierta en nuestro México actualmente :

Luego de una descripción de su día a día, afirmando que tiene en su entorno un sentimiento de seguridad, hace una distinción entre dos grandes grupos de individuos, los que se sienten seguros, tal como el, y los que viven con temor en su cotidianidad. La culpa es de la anarquía, de la ausencia de autoridad, que se presenta cuando no hay quien impongan el cumplimiento de las normas, los acuerdos, los derechos o simplemente el orden.

Esto nos trae a cuento la añeja pregunta sobre si el hombre es bueno o malo por naturaleza, la siempre polémica toma de partido por Hobbes o Rousseau; mientras el primero considera que las personas son intrínseca y atávicamente malas, el segundo defiende la bondad como inherente a la humanidad.

¿Es la fuerza de la autoridad un elemento esencial para garantizar la seguridad en la sociedad? Así lo afirma Ansell, cuando afirma que, ante la anarquía, no es posible confiar en nadie, aun y cuando haya reglas escritas.

Sin embargo, la supremacía de la voluntad irracional no es la forma en que se ejerce esta autoridad de control, si acaso se quiere hablar aun de democracia; la alternativa es el colocar a la decisión del gobernante por encima de todo y todos, se llama lisa y llanamente dictadura.

¿Por qué se justifica la existencia de la seguridad como una necesidad social? Según Ben Ansell, uno de los beneficios de la seguridad es que nos permite centrarnos en otras cosas que no sean sobrevivir. Si nuestra atención no está en vigila ante un ataque inesperado, entonces resultamos funcionales para todo lo demás; en cambio, si debemos tomar precauciones, estar alertas e incluso preparados para un ataque preventivo, entonces dejamos de ser ciudadanos eficaces en la democracia, entendida como el constante mejoramiento social, personal y económico del individuo, tal y como lo dice la Constitución mexicana.

Otro beneficio es la posibilidad de pensar a largo plazo, tanto en lo referente al desarrollo como a la inversión. Un Estado en el que hay inseguridad y ésta se convierte en un costo, además de encarecer los proyectos los hace de riesgo, imprevisibles.

Esto va de la mano con el tercer aspecto favorable de la seguridad, que es la confianza. Si hay inseguridad, cada individuo es una potencial alerta para cada uno de los demás, de tal manera que la incertidumbre resta dinamismo a la propia comunidad.

En un Estado democrático, el gobernante asume el punto de equilibrio entre estos tres elementos que se desprenden e un entorno seguro y posibilita que la concentración, la estabilidad y la confianza cumplan con su función social de impulsoras de la evolución positiva.

Sin embargo, cuando la anarquía reina, entonces se abona un campo fértil para la dictadura, pues solo así puede igualarse la necesidad de fuerza para enfrentar el problema, a costa de los derechos y libertades de los ciudadanos que, por las razones que sean, dejan pasar a los arbitrarios al Poder.

Hoy vivimos en México un ejemplo de como la falta de seguridad ha generado una situación caótica, pues los muertos se apilan en los huecos que dejan los desaparecidos, a quienes el gobierno actual ni siquiera cuenta bien y, menos aún, busca. Vale más un cadáver perdido en Panamá hace más de cien años que dar la cara a padres, hijos, hermanos y amigos que buscan y buscan, sin respuesta.

López ha socavado la seguridad en nuestro país, abrazando a quien no debe y dejando pasar los balazos de los bandidos. No hay confianza, estabilidad o visión de futuro. 

El Estado falla.

@jchessal