El pez por la boca muere

Durante su primer periodo como presidente de los Estados Unidos en la década de los años 50 –específicamente, el 25 de septiembre de 1955-, Dwight Eisenhower sufrió un infarto al miocardio que lo tuvo seis semanas en el hospital. Si bien se recuperó a un grado tal que incluso fue elegido para un segundo período, la notoriedad pública de su percance médico hizo que tomaran fuerza las opiniones de algunos especialistas en contra de los alimentos ricos en grasas saturadas como causantes de enfermedades del sistema circulatorio. Así, las grasas saturadas adquirieron una mala reputación y en 1977 un comité del Senado de los Estados Unidos publicó un documento en el que se recomendaba reducir su ingesta e incrementar el consumo de carbohidratos en sustitución. De manera específica, entre otras cosas, el senado norteamericano recomendaba incrementar el consumo de frutas, vegetales y de granos integrales, y reducir el de carnes rojas, y de alimentos altos en contenido de azúcar o de sal.

De alguna manera, sin embargo, algo salió mal y la dieta de los norteamericanos, reflejada en su salud, no solamente no mejoró, sino que empeoró.  Así las cosas, hoy en día las grasas saturadas han perdido buena parte de su papel de villanos de la alimentación que hoy es compartido por los alimentos ricos en azúcar.

En estas circunstancias, y dadas las recomendaciones cambiantes que nos han dado los expertos a lo largo del tiempo, cabe preguntarse sobre cuál sería una dieta “sana” -en el caso de que la hubiera-. Una respuesta en este sentido nos la da un artículo aparecido el pasado 3 de abril en la revista médica “The Lancet”, publicado por un grupo internacional de investigadores encabezado por Christopher Murray y Ashkan Afshin de la Universidad de Washington en Seattle. En dicho artículo se presentan los resultados de un estudio llevado a cabo para evaluar el consumo de alimentos y nutrientes en 195 países y determinar el impacto que una ingesta subóptima de los mismos tiene en la mortalidad y morbilidad por diversas enfermedades no trasmisibles.

Como parte de su investigación, Murray, Ashkan y colaboradores determinaron niveles óptimos para el consumo de grupos de alimentos que minimizan el riesgo de muerte por cualquiera de las causas consideradas, que incluyen enfermedades cardiovasculares, cánceres y diabetes tipo 2.  Entre los grupos de alimentos considerados se cuentan: frutas, vegetales, legumbres, granos enteros, nueces y semillas, leches, carnes rojas, carnes procesadas y bebidas azucaradas. Los investigadores establecieron también niveles óptimos para la ingesta de calcio, fibra, sodio, grasas trans, y ácidos grasos omega-3.

En general, Murray, Ashkan y colaboradores encontraron desbalances entre el consumo real de alimentos y nutrientes y sus niveles de consumo óptimos.  En algunos casos, por debajo de estos niveles y en otros muy por arriba de los mismos. Así, la ingesta de frutas, granos enteros, nueces y semillas, y de leche, está en todas las regiones de mundo muy por debajo de lo recomendado. En contraste, es generalizado el sobreconsumo de bebidas azucaradas y en menor medida de carne procesada y de sodio. 

Por otro lado, son los bajos consumos de frutas y granos enteros, y la alta ingesta de sodio los que tienen una mayor influencia en la salud pública. Así, de los 11 millones de muertes ocurridas en 2017 atribuidas a una mala alimentación, más del 70% lo fueron por la ingesta inadecuada de frutas, granos enteros y sodio. 

Los anteriores son números globales y existen diferencias sustanciales entre diferentes regiones del mundo. Por ejemplo, entre la población acomodada de Norteamérica es particularmente alto -muy por encima de los niveles recomendados- el consumo de carnes rojas, carnes procesadas, bebidas azucaradas, grasas trans y sodio. En contraste, la ingesta de frutas, vegetales, legumbres, granos enteros y nueces y semillas está por debajo de lo recomendado. Una situación similar acontece en los países de Europa Occidental. Por su lado, en los países del este asiático se consumen carnes rojas, bebidas azucaradas, y particularmente sodio por arriba de los niveles óptimos. 

En referencia a México, entre los 20 países más poblados del mundo según Murray, Ashkan y colaboradores, ocupamos el primer lugar en cuanto a bajo consumo de nueces y semillas, el segundo por bajo consumo de vegetales, el tercero por bajo consumo de granos enteros, el cuarto por bajo consumo de frutas, el quinto por alto consumo de bebidas azucaradas, el sexto por bajo consumo de omega-3, el séptimo por alto consumo de grasas trans, el octavo por alto consumo de sodio, el noveno por bajo consumo de grasas poliinsaturadas y el décimo por bajo consumo de fibra.   

En conclusión, según Murray, Ashkan y colaboradores, el mundo se alimenta terriblemente mal, aunque no todos por la misma razón. Nosotros, por nuestro lado y por lo que se ve, no cantamos mal las rancheras. Tendríamos así que modificar nuestros hábitos dietéticos si queremos tener una mejor salud. Antes de esto, no obstante, habríamos de asegurarnos -con estudios adicionales que lo corroboren- que Murray, Ashkan y colaboradores están en lo cierto.  So pena de encontrarnos con una sorpresa futura.