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EL SÉPTIMO AÑO SE CALIENTA

Por Juan José Rodríguez

Octubre 28, 2021 03:00 a.m.

Retomo para concluir, por ahora, el tema abierto el jueves anterior, relativo a que en un futuro no muy lejano se pueden acomodar circunstancias que obliguen a que el séptimo año de Juan Manuel Carreras comience a ser un infierno. Decíamos la semana pasada que uno de los resortes que impulsarían ese acomodo circunstancial podrían ser las graves irregularidades, desvíos y desfalcos encontrados en varias dependencias estatales y agrupadas con la etiqueta de la Herencia Maldita. Pero apuntamos también que no sería el único, y que otro igual o más poderoso podría ser la incapacidad financiera del gobierno gallardista para cumplir sus compromisos.

Aunque son fenómenos parecidos que van de la mano, no es lo mismo hacerse de la vista gorda (si es que efectivamente hubiera un pacto de impunidad entre Gallardo Cardona y Carreras) con los hoyos negros encontrados en distintas dependencias, que tener que justificar ante la opinión pública que tal o cual compromiso no se podrá cumplir porque la Herencia Maldita dejó las arcas estatales en la insolvencia. Incluso, promesas habrá que no se puedan cumplir por inviables, más que por falta de dinero, pero hace menos daño a la propia imagen decir que la cancelación es porque los que se fueron se llevaron hasta los lápices que aceptar que en realidad se trata de un proyecto descocado.

Un buen ejemplo de esto viene a ser el de construir cuatro nuevos hospitales “de alta especialidad” en diversos puntos de la geografía estatal. La realidad es muy sencilla: el gobierno del estado no tiene con qué; la rectoría nacional en materia de salud pública corresponde a la federación y ninguna entidad puede construir y poner a funcionar un hospital sin su autorización puntual. Llegado el caso, lo de menos es conseguir recursos para construir, pero luego vienen el equipamiento que suele representar una erogación similar a la de la edificación y, ojo, sigue la operación, que es costosa y permanente.

Baste ver que a más de un año de terminadas sus nuevas instalaciones, el Hospital Central “Dr. Ignacio Morones Prieto”, dependiente del INSABI desde hace más de 18 meses, no ha podido ponerlas en servicio porque no hay dinero para su equipamiento. Y eso que esta institución ya dispone de su plantilla completa de personal.

Dado que su alcance sería regional y para un universo poblacional considerablemente menor del que atiende el Hospital Central, es razonable estimar que cada uno de los nuevos nosocomios comprometidos por Gallardo Cardona tenga una cuarta parte de la capacidad del de esta capital. Eso significaría que su costo de construcción rondaría los 300 millones de pesos. A la luz de la experiencia con el Central, el equipamiento requeriría de otro tanto. Es decir, construir y equipar cada nuevo establecimiento costaría 600 millones, que multiplicados por cuatro arrojan un total de 2 mil 400 millones de pesos, que el gobierno gallardista no tiene. La solución, obviamente, sería endeudarse, pero ya comenzó a hacerlo para otras urgencias más apremiantes.

En el supuesto remoto de que Gallardo Cardona consiguiera por cualquier vía esos 2 mil 400 millones, viene luego el costo de operación. El Hospital Central eroga aproximadamente mil 200 millones de pesos al año en nómina, medicamentos, equipos y consumibles de laboratorio, servicios como telefonía, energía eléctrica y agua potable; combustibles, mantenimiento y todo lo demás. Esto permite calcular que los cuatro nuevos hospitales requerirían en conjunto lo mismo. Las finanzas del estado no permiten asumir una carga nueva de esa proporción.

Horizonte similar se observa respecto de otros compromisos públicos del gallardismo, algunos bastante recientes. Según los registros mediáticos, RGC ofreció mil millones de pesos “para reordenar” el Centro Histórico; 300 millones de apoyo a los ayuntamientos para que lleguen al fin de año; mil millones para créditos a micro, pequeñas y medianas empresas vía el SIFIDE (¡en honradísimas manos¡), Decenas de unidades tácticas para el nuevo equipo policial que todavía no se define si será SWAT o SWATCH. Sin olvidar, claro, los 150 millones para obras en el parque Tangamanga I, 400 millones más para el periférico nororiente y la merma anual de entre 250 y 400 millones por las licencias y placas gratuitas.

Por eso no tiene nada de extraño que hace dos semanas el sinvergüenza ese que despacha como secretario de Finanzas anunciara que se solicitaría un crédito quirografario de mil millones de pesos, y apenas el lunes pasado ya habló de otro a largo plazo por mil 500 millones. Si Gallardo recibió una Herencia Maldita, el va adentrándose a un Tema Maldito: el del endeudamiento público.

Cierro la idea: conforme las circunstancias se acoplen, sea por la Herencia Maldita o por promesas incumplibles, la administración gallardista no va a tener más remedio que irse contra Juan Manuel Carreras y no pocos de sus colaboradores. Puede callar, claro, pero cargar culpas ajenas además de las propias que han comenzado a darse con su gabinete marca Ali Babá, sería suicida.

CAMPO MINADO

Quienes conocen bien la manta, están convencidos de que no tarda mucho en producirse un choque de trenes al interior del gobierno de Gallardo Cardona. Aunque las posiciones en el campo de batalla están apenas tomándose, ya es posible observar algunos alineamientos muy interesantes. A saber:

Los choques más notorios han comenzado a darse entre el papá, Ricardo Gallardo Juárez, y varios de los forasteros con quienes su hijo ha sido excesivamente generoso, sobre todo con eso de entregarles auténticas minas de oro. Sea como forma de pago por servicios prestados o como espacios de recaudación para ir llenando el cochinito, el mayor de los Gallardo considera que él puede perfectamente cumplir cualquiera de esas funciones y le incomoda mucho que en áreas estratégicas para la robadera le hayan incrustado algunas cuñas muy duras.

Quizá el frente de combate más ilustrativo es el que se está dando en la Oficialía Mayor, cuyo titular Noé Lara Enríquez “es gente” de Gallardo Juárez, quien ya fue puntualmente enterado de que la directora general de Adquisiciones que trajo de la Ciudad de México Héctor Serrano, María Eugenia Guarneros, “se maneja por la libre”. Es decir, hace y deshace sin pelar para nada a su superior, no obstante que sabe quién lo apadrina. Para como es el Primer Papá del Estado, seguramente no es tanto la fuga monetaria lo que lo encabrona sino que una chilanga con ínfulas lo ignore, lo ningunee y lo vea hacia abajo.

También se sabe que al mismo personaje lo trae incómodo que la Oficialía Mayor de Soledad de Graciano Sánchez, donde además de la nómina y el patrimonio municipal se maneja todo lo que tiene que ver con adquisiciones, arrendamientos y contrataciones de servicios, su vástago se la haya entregado a un hermano de Héctor Serrano. Dados los respectivos caracteres, los desencuentros no tan infrecuentes y las personalidades tan pagadas de si mismas de ambos Gallardo, no es remota una ruptura en serio, que podría encontrar compostura solo si el hijo se deshace de sus recaudadores foráneos. Total, podría argumentar el padre, “eso yo lo hago igual de bien, o mejor”. Ahí tiene al Tatis. 

Gallardo el viejo trae un as bajo la manga: varios gallardistas de la vieja guardia, que han estado con Gallardo Cardona desde hace muchos años, en las verdes y las maduras, también andan indigestados con el protagonismo recaudatorio que su patrón les ha obsequiado a los advenedizos, y son potenciales aliados. En este bloque cuente usted a el Chiquis Fernández, a Nacho Segura, al Chino Alfaro, a Lupe Uñas Largas, a Emmanuel Ramos, al Chiquilin, y sígale usted.

Un poco en medio quedan algunos cuadros locales de reciente incorporación, cuyos motivos de insatisfacción son otros. Me refiero a gente como el general Guzmar Ángel González Castillo y el doctor Daniel Acosta Díaz de León, a los que poco faltó para que les impusieran secretario particular y chofer. Yo pensé que el águila y las estrellas del militar, y las excelentes credenciales del galeno iban a imponer algún respeto, pero ni en cuenta. En las áreas de sus dependencias donde se maneja dinero, ya está puro gallardista debidamente capacitado para robar. Varios con tanta experiencia como los doctores Juan Carlos Negrete y Juan Carlos Jiménez, ambos socios de Axioma Kusuri y coautores del fraude a Interapas, que ya despachan en posiciones clave de los Servicios de Salud. A mi general también le aplicaron la quebradora.

El exgobernador Guillermo Fonseca platicaba hace muchos años una anécdota de la que me he estado acordando estas últimas semanas. Decía que un buen día se encontró casualmente con un exsecretario de estado del sexenio de Luis Echeverría, y que le comentó que seguramente esa había sido una experiencia muy interesante. Su interlocutor le contestó serio: “Al señor presidente Echeverría le voy a agradecer toda mi vida la oportunidad que me dio de trabajar a su lado y servir al país, pero al hijo de la chingada de mi amigo Luis Echeverría nunca le voy a perdonar que me metió un subsecretario que todo el sexenio se la pasó jodiéndome”.

COMPRIMIDOS

Pasan los años y nomás no consigo descifrar uno de los grandes misterios existenciales: De qué sirve después de una buena vida llegar a viejo, en plenitud de facultades físicas y mentales, dueño de una fortuna importante -“forrado de billetes” dirían en el barrio- si de todos modos la tienes que hacer de lamebotas con el gobernante en turno. Yo creo que a algunos ya se les hizo vicio. Alguna vez llegué a pensar que tener mucho dinero te daba margen para ser digno y congruente. ¿Y saben qué es lo más chocante? Que en privado esos mismos abyectos dicen lo contrario. Qué mal se ven.

No tengo el gusto de conocer a la nueva presidenta del Ceepac, pero ojalá ella tenga claro que su desafío más inmediato e importante es consolidar un liderazgo efectivo y eficaz. Los últimos lánguidos meses de su antecesora fueron aprovechados por varios consejeros para crear feudos de poder, en algunos casos para efectos tan prosaicos como manejar proveedores.

No he tenido manera de corroborarlo personalmente, ni creo que la tenga porque dudo que me den acceso, pero hay quienes me aseguran que en la torre corporativa del Centro de Convenciones, de donde Gallardo Cardona desalojó de fea manera a la SEDECO para quedarse con los seis pisos él solito, hay un despacho bastante decoroso reservado para Gallardo Juárez. Si esto es verdad, habrá que asumir que tendremos un gobierno bicéfalo. ¡Qué pecado tan grande habremos cometido?

Hasta el próximo jueves.