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El Valle de Guadalupe: un caleidoscopio de estilos (I)

Por Alfredo Oria

Octubre 01, 2021 03:00 a.m.

A

¿Cómo es el vino mexicano?, ¿cuál es su personalidad, su sello?  Lo primero que habría que puntualizar es que existen, al menos, tres macrorregiones en el país: Bajío o Centro (Aguascalientes, Guanajuato, Querétaro, San Luis Potosí y Zacatecas), Norte (Chihuahua y Coahuila) y Baja California, que concentra el 85% de la producción de vino etiquetado como nacional. Por lo tanto, ya de inicio, sería difícil hablar de una constante estilística. Pero ¿qué sucede si hablásemos sólo de uno de sus territorios, del más desarrollado?, ¿es posible hallar una noción de tipicidad?

A botepronto, la famosa salinidad de los caldos ensenadenses se perfila como el único elemento común entre ellos. El eufemismo de “mineralidad” sirve para los que menos la acusan y parece que incomoda hablar de ella a muchos productores. Ahora, ¿cuántas personas conoce usted que adoran esa generosa marca sódica o, en su caso, esa particular nota mineral?; ¿no habrá otros constituyentes que el consumidor pueda identificar con los vinos del Valle y sus alrededores? Mi respuesta a la primera de estas preguntas es: en mi experiencia, no a muchas. A la segunda: sí los hay, por supuesto, lo que sucede es que la paleta de expresiones de terruño que esta comarca peninsular ofrece es muy ancha, contiene una gran diversidad. 

La discusión sobre los estilos llamados clásicos en el mundo del vino es añeja. La conveniencia de hacer una caracterización para los productos de las denominaciones de origen, regiones o países es una discusión compleja y amplia. Mi punto de vista en lo referente a lo enológico, se lo adelanto, caro lector, es que la creatividad y la libertad son como las ramas de la parra: brazos temporales que captan las vicisitudes de un ciclo con sus hojas, varas que sirven a un tronco y a una raíz: sin éstas últimas la planta desaparece. Por ello, evitaré hablar en presente de un arquetipo de vino mexicano, ni siquiera como una alternativa para competir en un mercado global: aunque en lo personal se podría elegir tal o cual etiqueta, simplemente ese prototipo en nuestra tradición vinícola aún no existe. Y quizás jamás lo haga, para algunos lo esencial es en sí la búsqueda y el ensayo. Parecería que, aparte del cliché apuntado, de lo “saladito”, la identidad mexicana es tan elusiva en sus hombres como en sus vinos. Para ser honesto, yo lo veo desde otro punto de vista: creo que es un tema de madurez. Mi ilusión es que llegue un momento en que se consoliden esas columnas donde se sostengan una tradición y una serie de figuras paternas bien definidas, bien identificables, tanto en las variedades de uva sembradas, como en las clases de vinos, de procesos, y, claro, por qué no, que uno de esos puntales sea este espíritu libre y experimental.

Una segunda cuestión se desprende de la anterior, o la provoca, como usted prefiera: ¿cómo encontrar un estilo sin una normativa? Recientemente se presentó una iniciativa de ley en el Senado de la cual dependerá la creación de un marco legal para la producción, etiquetado y comercialización de los fermentos de vitis vinifera vernácula. Esto significa que, entre otras chapuzas, hay mucho vino que se vende como mexicano sin serlo, o siéndolo de manera parcial. Esto parece evidente cuando se visita nuestra región vinícola más conspicua: en el Valle hay más olivos que parras y, en su mayoría, los hermosos aceitunos están más sanos y más maduros que las vides. Los años de sequías así lo han determinado. Casi nadie allí es autosuficiente: se compra uva, mucha, a veces toda. El modelo de chateau bordelés escasamente existe, cosa que no supone algo negativo: en la Borgoña, en muchas regiones del mundo, se hacen vinos de primer nivel sin viñedo propio.

La cuestión es que es irremediable que algunas cejas se levanten cuando se tantea la ecuación de botellas producidas al año por extensión de viñedo visible. Y a quien más les afecta esta situación es a los viñadores y a los enólogos serios, a los que ponen toda su alma y talento para ofrecer un producto auténtico, que hable de su terruño y de su filosofía propia.

Continuará...

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