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Entretiempo

Por Carlos Pérez García

Septiembre 16, 2023 03:00 a.m.

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En la vida podemos notar realidades y emociones. Mientras, en la política se tienden a ocultar las malas noticias en el caso de las primeras, y se impulsan con fe las maravillas más optimistas a fin de estremecer las segundas. Todo ello, claro, para modificar la percepción de algunas evaluaciones o bien orientar ciertas campañas electorales, con la reposición de ya viejas esperanzas.

La terca realidad es más aburrida y se confirma como la favorita de los técnicos, en tanto que lo emocional suele ser bastante imaginativo, intencionado y manipulable. Por su parte, del mundo real no se extrae popularidad… a diferencia de los intentos de conmover que sí pueden calmar las críticas o redoblar los elogios a un líder y su gobierno.

Nos recuerda un lector que la aceptación popular del presidente está cimentada en una falsa narrativa moralista, que provoca fervorosas adhesiones. Y que, para ganar una elección, la emocionalidad del electorado debe tener la más alta prioridad.

Con todo, la oposición centra la crítica al gobierno en fríos análisis de hechos, por fuera de una épica que pueda conmover a las masas, con lo cual sólo logra conquistar a la clase media ilustrada. Así, oigan, Xóchitl podrá impactar a las mayorías únicamente si mantiene un discurso que conecta en lo emocional con la población.

Las críticas económicas, digamos, nos vienen a confirmar los terribles errores del presidente (que parecen no importarle), aunque tampoco afectarán al elector hasta que sufra en carne propia el desempleo, el hambre, la mayor pobreza… E inclusive ni en este caso, si llega a asumir todo esto como mártir o víctima de los ricos y malvados, según la demagogia presidencial.

Ni modo. ¿O cómo le hacemos?

* LOS MEXICANOS YA COMETIMOS un gigantesco error al elegir a alguien que ha puesto sus gustos ideológicos (al grado de fanatismo) por delante del Estado de Derecho, de los resultados reales y de la ciencia o la economía… Esto lo deploran cada vez más observadores, y añaden ahora la preocupación de que, mediante engaños demagógicos, se pueda optar nuevamente por alguien tan radical e ignorante que incluso pretenda continuidad.

Los mayores riesgos y desastres reales se constatan hoy en áreas clave como Salud y Educación, a partir de decisiones tan aventuradas como extrañas. Resalta en todo ello la calamidad de los cambios en los libros de texto gratuitos, que podrán requerir décadas para una posible rectificación y reconstrucción.

Enfrentaremos rezagos muy costosos para el país y, ojo, resulta evidente que persistir en los errores sería suicida. Una auténtica inmolación.

* EN CHILE EL PRESIDENTE mexicano honró emotivamente la memoria del presidente Salvador Allende, un médico socialista que había sido elegido en forma democrática a principios de la década de 1970. A mí eso me parece bien, pero en nuestro país el mandatario no ha guardado luto por cientos de miles de muertos estos años de pandemia, masacres y desgracias durante su sexenio.

Como a muchos jóvenes de mi generación, me inspiraban Allende y el Che Guevara… así lo destacaba yo en cualquier lado, aunque con el tiempo y cierta madurez llegué a ver sus defectos y no sólo sus méritos. Creo que López Obrador no ha logrado esto y nomás no considera que, en buena medida, el fracaso de Allende fue responsabilidad de él mismo al tratar de forzar transformaciones sin sustento legal ni mayorías legislativas o consensos sociales, lo que podría ser ahora una enseñanza muy pertinente.

Dicen que ‘pasado no es destino’, o que ‘nadie aprende en cabeza ajena’. Eso sí, hay quien se engaña a sí mismo y nunca corrige… si bien la comitiva habrá escuchado allá que, tras haber sufrido 17 años una dictadura militar, las fuerzas armadas no deben ser un poder paralelo ni actuar con opacidad, sino que requieren controles civiles efectivos.

Nuestro mandamás ha tratado de dominar al ejército por distintas vías, pero su propensión militarista no encajó bien en la visita a Chile. Allá y acá está fuera de tiempo, aunque tampoco es tan tonto ni está tan loco como para olvidarse de la utilidad de su popularidad populista junto a ciertas garantías de las fuerzas armadas.

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