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Errata (y lapsus) humanum est

Por Alexandro Roque

Julio 03, 2022 03:00 a.m.

A

A la hora de comunicarnos no siempre sale todo como quisiéramos. Factores externos e internos, mentales y de contexto hacen difícil no caer en el “teléfono descompuesto”. Al ponernos a escribir, y a la hora de considerar terminado un texto, podemos cometer muchas equivocaciones, unas más graves que otras. Hay erratas, faltas de concordancia, vicios del lenguaje, muletillas, falta de vocabulario, errores de dedo, metáforas fallidas, falta de sentido o hasta lapsus (linguae en la comunicación verbal, calami en lo escrito).  

Algunos errores se entienden y se justifican, otros resultan divertidos y unos más dan mucho en qué pensar. La labor alrededor del texto impreso (y ojalá en electrónico) se llama cuidado editorial. Vayan aquí algunos apuntes sobre el escribir y corregir, que es lo que estoy haciendo justo ahora. 

Hay muchos signos de puntuación (coma, punto y seguido, punto y aparte, punto y coma, signos de admiración e interrogación, tilde, puntos suspensivos, comillas, etc.), cada uno con un propósito para dotar de sentido a las frases, oraciones y párrafos. Un error muy común es emplear solo la coma, vicio que se conoce como “encabalgamiento”. Un ejemplo reciente es la carta con la que se dio la bienvenida al arzobispo: hay solo dos ‘punto y seguido’ en los cinco párrafos del texto. Si no hay ritmo, con las palabras y los signos adecuados, cualquier texto puede ser cansado o mal entendido.

Hace unos días compartí con los asistentes al taller este texto de Gary Provost:

«Esta frase tiene cinco palabras. Aquí hay otras cinco palabras. Está bien escribir frases así. Pero muchas juntas suenan monótonas. Escucha lo que está ocurriendo. La lectura se vuelve aburrida. El sonido empieza a zumbar. Es como un disco rayado. El oído pide más variedad.

Ahora, escucha. Varío la longitud de la frase y creo música. Música. La escritura canta. Tiene un ritmo agradable, una cadencia, una armonía. Uso frases cortas. Y uso frases de tamaño medio. Y, a veces, cuando estoy seguro de que el lector está descansado, le engancho con una frase de longitud considerable, una frase que se incendia con energía y que crece con todo el ímpetu de un crescendo, del redoble de tambor, del tintineo de los platillos; sonidos que dicen escucha esto, es importante.

Así que escribe con una combinación de frases cortas, medianas y largas. Crea un sonido que agrade el oído del lector. No escribas solo palabras. Escribe música.»

De la acentuación a la sintaxis, sí, hay ciertas reglas que de seguro irán cambiando en este lenguaje tan vivo que compartimos, pero por mientras vale la pena conocerlas. Por ejemplo, la frase “desde Pedro Vallejo a la Glorieta González Bocanegra...” Lo correcto sería “desde Pedro Vallejo HASTA la Glorieta González Bocanegra” o “DE Pedro Vallejo a la Glorieta González Bocanegra”. Los usos de las preposiciones son muy entretenidas. (Y los de los verbos, adjetivos y cada componente de una frase. Y las combinaciones de frases. Y así.)

Cada día hay nuevas palabras y nuevas combinaciones, o préstamos de otros idiomas, sobre todo del inglés: del horrible “aperturar” al “target” de los publicistas o el ya imprescindible “CM”. ¿Desde cuándo los interventores en los concursos de TV dan “fe y legalidad” en lugar de dar fe de la legalidad de los mismos?

Las comas o la falta de ellas pueden causar hilaridad o espanto, como en aquel tuit de la morenista Yeidckol Polevnsky: “Sí (sic) nos unimos los corruptos no podrán contra nosotros”.  

En los titulares de noticias abundan las comas “asesinas”, esas que algunos ponen entre el sustantivo y el verbo sin razón (ejemplo: “Esta primera etapa de vacunación, va dirigida a menores de la capital y de Soledad de Graciano Sánchez” NO lleva coma). O el uso de artículos indeterminados por determinados: “UN 14 de septiembre de 1972” cuando debería ser “EL 14 de septiembre...” También parece que van a desaparecer los pronombres clíticos (me, te, se, nos, os; lo, los, la, las, le, les): “incrementan contagios” en lugar de “se incrementan los contagios”, “estrena tal película” en lugar de “se estrena tal película”.   

En cuanto a lo metafórico o “lenguaje poético”, hay declaraciones tan “particulares” que seguro las recogería Carlos Monsiváis para su columna, como la del diputado federal Xavier Azuara, quien ante las acusaciones de secuestrar políticamente a su partido, el PAN, respondió: “Lo único que tengo secuestrado en San Luis Potosí es el corazón de mi esposa, con fidelidad, respeto y amor”. Ande pues.

Los lapsus son las bromas de la mente, como cuando le decimos “mamá” a la maestra”, o cuando un político en un mítin vitorea al partido que acaba de dejar en lugar de al que acaba de entrar.

La semana pasada tuve un lapsus y escribí San Miguelito en lugar de San Juan de Guadalupe, epicentro de la protesta contra la falta de información sobre la avenida Himno Nacional. Se subsanó el error en la versión electrónica y gracias. Vaya un gran reconocimiento al barrio más cercano a mis andanzas cotidianas. 

Otra disculpa: Habrán notado que me “como” algunas letras. Perdón. Mi computadora, una Mac, ya tiene 10 años de servicio y su teclado ya no es el mismo. Algunas teclas (la A y la E, sobre todo, pero también la N, la S y otras) ya no detectan un leve toque y tengo que aporrearlas o escribir de corrido y regresarme a poner las letras que faltan. Si alguna institución o filántropo (a) millonario (a) quieren apoyar (literalmente) mis letras, ¡marque ya!

Cuenta la leyenda que un libro de Alfonso Reyes tuvo tan poco cuidado editorial que su amigo Vicente García Calderón comentó: “Nuestro amigo Reyes acaba de publicar un libro de erratas acompañado de algunos versos”.

En fin, tengamos cuidado, no solo editorial. 

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