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Familia y escuela Capítulo 113: Preventivo y correctivo

Por Gustavo Ibarra Hurtado

Junio 08, 2022 03:00 a.m.

Ya lo dice el viejo y conocido refrán: “más vale prevenir que lamentar”.

En efecto, la sabiduría popular ha encumbrado y hecho de manera muy certera diversos apotegmas que, en muchas ocasiones, resultan una verdadera, efectiva y útil enseñanza para la vida.

Hablar de prevenir cualquier evento que de antemano sabemos que se va a presentar, es una de las mejores herramientas que el hombre puede desarrollar y preparar para cualquier actividad; de igual forma, el corregir algo que aunque estaba previsto se salió de control y ocurrió, es una de las condiciones asertivas de actuar, para que todo regrese a su estado óptimo, sin que sea un obstáculo y siga su curso normal. 

Esta forma de ver la vida, ha sido tan bien recibida y además tan bien utilizada, que se ha implementado de manera científica en todos los procesos de aparatos eléctricos, electrónicos y hasta mecánicos; se conoce como: mantenimiento preventivo y correctivo.

Aparatos electrodomésticos, automóviles, celulares, computadoras, pantallas televisores, viviendas, relojes, ropa, calzado y mil cosas más; incluso, se ha llegado a implementar en el área de la salud, con las campañas de prevención de enfermedades y accidentes o en los casos en donde se sabe que hay una predisposición genética a ciertos padecimientos.

En lo relativo a los costos invertidos en cualquiera de estos aparatos o productos, el anuncio publicitario advierte que es mucho mayor el gasto ejercido en comprarlo nuevo o repararlo que en su mantenimiento correctivo. 

En las empresas, este procedimiento es muy valioso, evitando perder horas – hombre y horas – máquina (que en algunos casos es lo mismo) y desde luego asegurar una constancia en la producción y por supuesto, del plus producto y plus valor.

De hecho ya existen carreras profesionales enfocadas en crear especialistas en procesos preventivos y otras en los correctivos, encaminando al personal para realizarlos técnica y científicamente de manera específica hacia el área destinada.

Con lo dicho hasta el momento, tal pareciera que todo se encuentra bajo control, es decir, o se previene o se corrige, así de fácil y práctico.

Si el ser humano y sus procesos, si la vida fuera así de sencilla, si ya se pudiera conocer lo que mañana va a ocurrir, desde luego que se puede prevenir o tener las rutas automáticas para corregir.

En este sentido “…la vida es como el vuelo de una mariposa, con colores alegres y vivaces, pero sin poder determinar ni predecir de forma segura hacia dónde revolotea; al final de su vuelo, siempre llega al lugar de su destino”.

La educación como tradicionalmente se ha apreciado en escuelas y familias, esa que viene en paquetes llamados programas de estudio o en las formas y comportamientos “correctos” establecidos en los hogares, no debe ni puede ser la única herramienta que nos sirva siempre y en todo momento para el mantenimiento preventivo en el rumbo que toma cada persona, como si programáramos una computadora o un teléfono celular, fácil y automático.

En este caso, el prevenir y tener una corrección ya preestablecida, como ese hecho de tener todo lo necesario para lo que a hijos y alumnos se les va a presentar, no es algo mecánico o automático, como si estuviéramos seguros que va a ocurrir; ¡de hecho no lo sabemos! y el siquiera suponerlo sería tanto como enseñar a volar a la mariposa.

Si la educación tal como se manifiesta tradicionalmente, operara siempre y en todos los casos como la llave única para el éxito, o como la fórmula matemática y científica para prevenir y corregir errores o situaciones que ni por asomo “las vimos venir”, no tendríamos casos de personas que aún con estudios profesionales se encuentran sin trabajo; o aquellos que con estudios doctorales son perfectos barbajanes o ladrones de “cuello blanco”, solo por mencionar un par de ejemplos.

Es evidente que la educación recibida, aparte de que no puede ni debe ser aplicada como si se programara a robots, objetos o cosas, los cuales ya sabemos su destino y duración, debiera atender lo que Morin menciona: “…nadie puede edificar su pensamiento sobre una roca de certidumbre… el gran reto de la educación del futuro sería enseñar a afrontar las incertidumbres…”.

Por lo tanto, no es suficiente con lo que hasta el momento hemos hecho, tenemos que “ir más allá” y es por ello que resultaría muy valioso que padres de familia y maestros, comencemos o reforcemos las herramientas y habilidades que, desde casa y el salón de clases podemos fomentar; no solo las que por tradición en los hogares se reproducen, ni aquellas que vienen en un programa de estudios y que como docentes tenemos que enseñar. 

No tengo la menor duda que, como parte de un programa de estudios o en familia, deban de existir materias o conversaciones que impulsen las habilidades para ser resilientes, creativos e innovadores y, sobre todo, aquellas que desde pequeños, invitan a permanecer alertas ante toda situación que no podemos determinar que aparecerá y actuar.

Definitivamente, existen diferentes situaciones que la educación pudiera prevenir y corregir, pero es necesario desmitificar que solamente al ser educado, como hasta el momento la mayoría de programas escolares y muchas familias lo hacen, asegura que el futuro se presentará como una obra de teatro que tiene ya elaborado su guión.

Espero que pronto el viejo y conocido refrán: “mas vale prevenir que lamentar”, se pueda completar con este otro: “más vale estar atento y  prevenido para todo lo que acontezca y cuando aparezca, actuar y resolverlo. Nada se nos debe dificultar”

Comentarios: gibarra@uaslp.mx