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Familia y escuela Capítulo 175: Educar para la creatividad

Por Gustavo Ibarra Hurtado

Agosto 16, 2023 03:00 a.m.

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Educar tradicionalmente, tal y como se ha venido haciendo desde hace ya muchos años, ha resultado en un proceso limitante, casi automático y restrictivo a solamente repetir lo que, en un curso escolar, en las normas familiares y sociales se nos indica.

Los contenidos de los programas escolares repartidos en programas, lecciones, libros, manuales y procesos, todos ellos están ya descritos de manera puntual para desarrollarse por maestros y alumnos; resultan casi inamovibles: “…el tema y la lección uno, con las indicaciones para el maestro de qué diga, qué ejercicio proponga en los tiempos y espacios preestablecidos y hasta cómo evaluarlo; para los alumnos, están ya también las indicaciones y la ruta establecida de qué y cómo aprenderlo…”

Para el caso de familias, instituciones y procesos sociales se encuentran igualmente las rutas ya marcadas, lo que es bueno, lo que es malo; lo aceptado y aprobado por la generalidad en comportamientos, modas, tendencias políticas, religiosas y de consumo cultural; en fin, toda una existencia ya con patrones y formatos, los cuales solo hay que seguirlos al pié de la letra.

Tal pareciera que estamos conviviendo en una sociedad de autómatas, reforzada por la coexistencia con procesos, aparatos, aplicaciones y programas cibernéticos, que nos han llevado a multiplicar nuestro universo material a multiversos virtuales, así como a “enfriar” la calidez de los procesos humanos.

La educación en esta perspectiva, está destinada a formar personas que confíen más en esos procesos y tecnologías “infalibles” que en la emoción de vivir con las condiciones humanas básicas, las cuales nos llevaban a confrontar nuestras habilidades personales, aún con aciertos y con errores.

Una de esas habilidades inherentes al ser humano, sin duda está desapareciendo como si fuera “especie en peligro de extinción”, me refiero a la creatividad; esa cualidad original que nos hacía poner en juego todas nuestras aptitudes para resolver lo que se presentara en el tiempo, lugar y condiciones en que ocurriera.

Esa creatividad original ha ido evolucionando y ahora hemos sido tan, pero tan creativos que, ante la irrupción de todos los procesos cibernéticos, hemos creado una serie de elementos que la han reducido a “solo leer el manual de instrucciones” y al aplicarlo, apachurrar un botón o enunciar un comando de voz, todo está solucionado.

El ser creativo está reducido a algo tan cómodo, que todos los procesos educativos, escolares y sociales, solo promueven eso: leer instrucciones.

La creatividad original se ha ido transformando y ahora, para sentir la emoción y el nervio de cómo conquistar a la pareja deseada, solo se tiene que inscribir en una aplicación en tu teléfono celular, llenar tu perfil y automáticamente se emitirá diversas opciones que te indicarán quién es tu “pareja ideal”.

Para realizar alguna tarea, investigación, creación de contenido audiovisual, obra de arte o cualquier producto que desees presentar como algo egresado de tu creatividad, solo tienes que pedirlo a cualquier chat de inteligencia artificial, el cual en minutos te lo brindará, ayudando a reducir tus procesos mentales y a mantener intactas las ya de por sí pocas neuronas utilizadas hasta el momento.

Todas las acciones de recreación, diversión y relajamiento en familias, individuos, parejas y grupos de amigos, dejarán de depender de la creatividad de sus integrantes, porque ya existe una gran cartelera y agenda de actividades en cada teléfono celular y otros aparatos conectados a las miles de aplicaciones para tal fin, evitando la molestia de pensar y de solamente seguir las instrucciones dictadas, no obstante que éstas te emitan órdenes de consumo cultural y retos que pongan en riesgo tu integridad física o la de los demás.

Educar para la creatividad no puede dejarse en el abandono, ni en el entendimiento que es una cualidad espontánea que se adapta a las circunstancias que se van presentando, como las que hemos descrito; por el contrario, se debe impulsar su práctica en todos los órdenes de la vida cotidiana. 

Una de las formas de hacerlo, es con la llamada Educación Basada en Proyectos; ésta prescinde de dar instrucciones como receta mágica, de brindar todos los elementos para que “solo sean unidos o ejecutados” por quienes la desarrollan; por el contrario, el individuo o el grupo con su creatividad, planean los pasos a seguir y buscan por sí mismos todos los conocimientos y elementos necesarios para llevarlo a cabo, incluso, ellos mismos se evalúan.

Padre de familia: “…el proyecto de este fin de semana consistirá en realizar el programa de reciclaje en la casa, así que ¡manos a la obra! vamos a crearlo…”

Gerente de producción en empresa: “...el proyecto de este mes consiste en mejorar, desde los operarios, las condiciones de seguridad e higiene en las líneas de producción, inscriban sus proyectos…”

Maestro de escuela: “...El proyecto de este mes consiste en crear huertos familiares, iniciando con un huerto escolar, reúnanse por equipos para aportar todos los elementos necesarios: cantidades de tierra, agua y abono, cualidades y cuidado de los materiales y plantas, así como todo lo que se vaya necesitando; recuerden que no les daré todos los materiales ni conocimientos, yo solo estoy para orientarles”

Educar para la creatividad, no solo debe rescatarse para ratificarle al ser humano su condición, sino para recordarle que el ser partícipe de nuestra propia creación como persona, nos da la capacidad de ser conscientes del lugar y sentido que ocupamos en un contexto determinado, siendo críticos y con ello, mostrar mejores posibilidades de tomar decisiones en el desarrollo de nuestras vidas.

Comentarios: gibarra@uaslp.mx