Trece años (y uno más)
Han pasado catorce años desde que Pulso Diario de San Luis acogió esta columna y de manera ininterrumpida ha mantenido abiertas de par en par las puertas a mis publicaciones semanales. Uno más luego del aciago número trece. Estoy convencido que esto no sería posible si no existiera en esta casa editora un respeto irrestricto a la libertad de expresión, lo cual agradezco infinitamente a la familia Valladares, especialmente a Pablo.
Yo no se en realidad cuantas personas me leen actualmente o cuantas lo han hecho a lo largo de estos catorce años; sin embargo, y esto es de agradecer también, tengo la suerte de que, en ocasiones, recibo de esos comentarios que tanto gusto da oír: “muy buena tu columna del lunes”, “creo que te pasaste”, “¿usted es el que escribe en Pulso?”, “no me gustó lo que publicaste la semana pasada”. Todos tienen en común algo, un lector haciéndome saber que ha pasado unos minutos de su tiempo leyéndome.
Agradezco de manera especial a Jaime Hernández el que hace catorce años tomara el riesgo de invitarme y yo tuviera la desvergüenza de aceptar el publicar una columna semanal de contenido libre en las páginas de este periódico.
Por supuesto que no puedo dejar de recordar a algunos que nos han dado material para construir en buena medida muchas de mis publicaciones. ¿Qué sería la historia de este espacio sin nombres como César Nava, Ernesto Cordero, Enrique Peña Nieto? ¿Cuántos bloqueos creativos no habrían sido superados sin el señor López, el palaciego y mañanero aprendiz de dictador? Y tantos más que han dejado en claro que la política mexicana no es mas que un carnaval de lamentables personajes que hacen de todo, pero todo lo hacen mal, como dijera Alberto Favero en tono jocoso en su espectáculo que hacía con Nacha Guevara hace varias décadas, refiriéndose a la cantante?
Partidos políticos, ocurrencias presidenciales, acciones genocidas en tiempos pandémicos, errores de juicio, ejercicios de absoluta y plena soberbia de candidatos, precandidatos, postcandidatos y politiquillos de media gala, de todo ha pasado por aquí.
También han pasado nombres de personas con quienes el afecto me han unido indisolublemente y he creído que era necesario gritarlo desde la prensa impresa. He festinado la vida y he llorado la ausencia de personas que en mi vida han tenido especial significado.
He compartido recuerdos de infancia y juventud, experiencias personales, reflexiones y opiniones
En aquel año de dos mil diez mi primera incursión aquí versó sobre lo que se anunciaba como el bicentenario de nuestra independencia y centenario de la revolución mexicana, dejando en claro que, para mí, el discurso oficial había tergiversado los hechos y que en realidad sería hasta dos mil veintiuno cuando deberíamos apagar las velas del pastel del México liberado.
A partir de ahí, siguieron seiscientas y tantas columnas más, considerando que alguno que otro lunes no hubo publicación del periódico por día festivo; fuera de eso, he tratado de que, como cartero de antes, ni la lluvia, ni los viajes ni nada interrumpa mi trabajo semanal. He escrito usando computadora, teléfono, tableta o lo que tuviera a mano, propio o ajeno pero siempre con el compromiso de que la redacción, alrededor de mediodía de domingo, tuviera ya el material.
En el tintero quedan siempre, cada semana, dos o tres temas que, luego de meditarlo profundamente o peor aún, tirarlo a suertes, se guardan para mejor ocasión, si acaso conservan la pertinencia de la oportunidad, pues trato en cada entrega estar en lo posible al tema semanal.
Gracias de todo corazón a quienes hoy están leyendo esta columna. Quiero solo marcar un hito hoy, catorce años después, para decir que pretendo, salvo que los hados del destino decidan otra cosa y, parafraseando a Vicente Fernández, seguir escribiendo mientras me sigan leyendo. Escribo para ustedes.
Cierro con una frase del gran Adolfo Bioy Cásares: “Escribir es agregar un cuarto a la casa de la vida”.
@jchessal
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