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Familia y escuela Capítulo 181: La lectura: el regreso a los libros

Por Gustavo Ibarra Hurtado

Septiembre 27, 2023 03:00 a.m.

A

“Ese muchacho sostenía en sus manos un libro y lo leía sin distracciones, a pesar de estar en un corredor de una institución universitaria, rodeado de estudiantes que invariablemente estaban todos “atrapados” por su teléfono celular; le pregunté: ¿qué lees? y me contesto: El hombre en busca de sentido, a lo que completé: de Viktor Frankl y él asintió con la cabeza…”

Existen nostalgias que son irremediables, sobre todo ante la desaparición, muerte y lejanía de personas y cosas; incluso, hasta por la falta de uso y práctica de algunas costumbres y tradiciones; tal es el caso del paulatino alejamiento y casi inminente desaparición de los libros y la sana costumbre de leer directamente en ellos.

Si, me refiero al concepto de libro, ese objeto que, al tenerlo en nuestras manos, sentimos casi por inercia, la necesaria invitación de abrirlo y descubrir su contenido, tanto en texto como en imágenes, colores, formato y las diferentes ideas que pueda contener.

Casi por tradición, el recibir en las escuelas básicas los libros de texto gratuito, era un evento especial, pues para muchos era la primera vez que se les obsequiaba ese tesoro, lo que provocaba una gran expectativa el traer de las bodegas esas cajas encomendadas a nuestro grupo y, ante la mirada atónita de todos los compañeros y la actitud de orgullo del profesor, cual si fuera a presentarnos a su mejor estrategia, apoyo y acompañante de todo un curso, se procedía a abrirlas.

Con cada alumno, conforme iba recibiendo libro por libro, ocurría algo espontáneo: hojeaba y olía el aroma a libro nuevo, ese aroma que de manera agradable inundaba su mente y después de percibirlo y seguir con el asombro, inundaba también los espacios del salón de clases.

A continuación, antes de leerlos, se les revisaba apresuradamente buscando imágenes y cosas que pudieran visualmente asombrarnos y sorprendernos, para proceder a personalizarlos “un libro de nuestra propiedad” y había quienes les ponían su nombre o alguna marca individual en algunas páginas, en el lomo o en el grueso frontal de las hojas.

A partir de ese momento, los libros comienzan a sufrir el embate de los medios electrónicos, confrontando a los diferentes aparatos y formatos, los cuales, guardando toda proporción, tal pareciera que se está enfrentando la comida saludable contra toda la impresionante publicidad, colores, sabores y la enorme variedad de empaques y promociones que muestra la comida chatarra.

Resulta una confrontación desigual el comparar al libro, que te pide que actives tu imaginación y le des vida a todos los personajes y situaciones que se narran, en contra de aquellas secuencias audiovisuales virtuales, que te evitan el esfuerzo de activar tu “pantalla mental”, porque ya se te presentan todas las secuencias maravillosamente elaboradas, “cual comida chatarra”.

Libros digitales, audiolibros, imágenes en movimiento y ahora, hasta con la posibilidad de universos virtuales múltiples; con todo ello, ¿cómo no sentir nostalgia? si durante mucho tiempo el tener un libro en tus manos era sentir físicamente el apoyo de “algo” que se convierte en “alguien”, ese alguien que consultas y “platicas con él” en tu lugar favorito, sintiéndolo, tocándolo, cuidándolo como algo vivo y no como un programa, contenido y aplicación digital que puedes “resetear” y que no entiendes siquiera cómo sucede.

¿Cómo no sentir nostalgia? si para muchos niños y, desde luego también que, para muchos adultos, era el acompañante fantástico de los cuentos consultados en ese libro lleno de imágenes o narrado por papá o mamá; o, para los segundos, era el mejor acompañante antes de dormir, en lugar de tener una “ventana luminosa” entonando el himno nacional a las cero horas.

¿Cómo no sentir nostalgia? de llevar esos libros en las mochilas en los tiempos de adolescencia o juventud, en los cuales se vertían aventuras fantásticas, viajes al espacio, historias de fantasmas y brujas, princesas y héroes; historias románticas o de avances y descubrimientos científicos que despertaban la curiosidad, suspiros y asombro de los lectores, los cuales fabricaban ingeniosos separadores del lugar donde dejaron pausada la lectura, incluso poniendo a secar entre esas páginas diversas hojas y flores naturales.

Si la nostalgia por algo que significa mucho para nosotros, para las familias, para las escuelas, la cultura y educación en general es lo suficientemente fuerte, entonces no debemos dejar que esta práctica sucumba ante el embate de la digitalización y la virtualidad; debemos fomentar la compañía de tener siempre a la mano el libro de nuestra predilección y acudir a él cada vez que tengamos necesidad de su compañía.

“Cuando le pregunté a ese muchacho ¿qué lees? y me contestó: El hombre en busca de sentido, recibí una gran lección en este mundo plagado de virtualidad; un joven consultándole al libro impreso que mantenía abierto entre sus manos, el sentido de su vida…”

Comentarios: gibarra@uaslp.mx