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Familia y escuela Capítulo 212: El explorador y sus descubrimientos

Por Gustavo Ibarra Hurtado

Mayo 01, 2024 03:00 a.m.

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Todos aquellos que han emprendido la búsqueda de nuevos territorios, conocimientos, técnicas, experiencias, culturas, costumbres y formas de vida diferentes; cuando se encuentran frente a frente con su descubrimiento y aprecian en todo su esplendor lo que buscaban o lo que sin proponérselo aparece ante ellos, el explorador experimenta una alegría y asombro indescriptible.

Tal fue el caso de la familia Polo, incluido Marco, con apenas 17 años de edad, quienes desde Italia emprendieron el viaje hacia tierras desconocidas de oriente, logrando apreciar y aprender cosas maravillosas, no esperando en su tierra natal a adquirir todo ese cúmulo de conocimientos y experiencias; es entonces que de esas travesías surgió el libro: El descubrimiento del mundo, también conocido como El millón o Libro de las maravillas del mundo.

Así ocurre con todos aquellos aventureros que se han atrevido a explorar territorios desconocidos, no solo con viajes, sino también con actividades y proyectos que, individual o colectivamente, son llevados a cabo y que, al tener ante ellos los productos y frutos de su búsqueda, sobreviene el asombro, satisfacción y alegría al obtener, como fruto de su experiencia, conocimientos y productos que difícilmente hubieran podido obtener de haberse quedado estancados e inamovibles en el mismo lugar de siempre.

Estamos en el momento en que urge repensar la educación y formación de las personas, de la misma manera que si fuera una gran e importante misión de exploración y búsqueda de nuevos descubrimientos, tal como lo hizo la familia Polo, impulsando ahora desde hogares, escuelas, medios de comunicación y todos los puntos de interacción social a que hijos y alumnos no se queden estáticos, esperando a recibir los limitados y, en muchas ocasiones aburridos conocimientos sin sentido y, en lugar de ello, transferirles la responsabilidad, convertida en misión de ir, buscar y explorar por su cuenta.

Hemos llegado a un punto tal que, de manera general, el proceso educativo en familias y escuelas ha sido reducido a la simple acción de quien enseña y quien aprende; quien habla y quien escucha; quien está parado y quien está sentado; quien sabe y quien no; quien dicta o presenta, mediante programas cibernéticos, diapositivas llenas de palabras y quienes las anotan y las regresan tal cual en un examen; de aquellos que señalan que tienen que aprender únicamente lo que un programa escolar ha destinado para su grado, edad y capacidad mental para aprender algún conocimiento; desde luego que este proceso resulta no menos que mecánico y muy tedioso.

Tener una situación educativa confinada a las dualidades descritas, implicaría el hecho de colocar a hijos y alumnos en la situación de ser simples espectadores de un juego, en lugar de que los involucremos en él, que los introduzcamos en la cancha y les “pasemos la pelota”; implicaría el hecho de solamente proyectarles la película de aventuras, en lugar de provocar que ellos sean los protagonistas de su propia película y se lancen a descubrir conocimientos, que experimenten y aprendan de errores y aciertos, obteniendo el asombro de tener frente a frente lo que lograron.

Implica tambien el hecho de plantearles la creación de proyectos a manera de reto, de impulsarlos a que busquen a toda costa el resolverlo y que, cual explorador, busquen por sí solos u orientados por padres de familia o docentes, las diferentes rutas sugeridas para su realización.

Cada hogar tiene diferentes retos a plantearle a sus exploradores, incluso asumiendo los propios padres de familia el rol de ser ellos mismos parte de la misión, en lugar de estar situados realizando siempre las mismas y rutinarias acciones y tener la misma cotidianidad; para ir de forma diferente aprendiendo de la experiencia de descubrir cosas nuevas.

Para el caso de escuelas y aulas de clase, desde luego que no resulta fácil el asumir, tanto en maestros y alumnos el rol de exploradores, dado la limitación que imponen diversos factores como el hecho de tener damasiados años asumiendo el acto educativo de forma pasiva y con las dualidades que asignan roles jerárquicos y diferenciadores de cómo y quién enseña y quién aprende.

Otro de los múltiples obstáculos está constituido por la cantidad de conocimientos que se deben “enseñar” en un límite de tiempo, lo que provoca la brevedad y en ocasiones apresuramiento con que se tocan diferentes temas; además, de tener “controles de calidad” regularmente medidos mediante exámenes con resultados expresados numéricamente.

Una de las cualidades con las que debe contar todo explorador sin duda es la libertad; libertad de elegir, buscar, regresar, tomar decisiones, evaluar lo conseguido hasta un momento o de manera final; libertad de buscar fuentes de apoyo en todos los medios a su alcance, incluído docentes o padres de familia; libertad de buscar productos y conocimientos fuera de los límites que “eruditos” establecieron en un programa oficial de estudios.

Por fortuna, existen ya padres de familia y docentes convertidos en verdaderos exploradores y aventureros, convencidos de que el aprendizaje es un verdadero y maravilloso viaje, equiparable al que realizó Marco polo; ellos ya han traspasado los límites y han impulsado a sus hijos y alumnos a que su vida no sea estática y con una serie de limitaciones a su pensamiento, logrando con ello que los aprendices sean sus propios responsables de todo lo que quieran aprender y usar lo aprendido en pro de su bienestar.

Ahora más que nunca, con todos los avances científicos y cibernéticos, tenemos todas las facilidades para emprender el viaje; Padre y Madre de familia, Maestro y Maestra de cualquier nivel educativo: ¡Éxito!

Comentarios: gibarra@uaslp.mx