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Familia y escuela Capítulo 215: Héroes de la educación

Por Gustavo Ibarra Hurtado

Mayo 22, 2024 03:00 a.m.

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Tal parece que resulta algo normal y hasta natural hablar del proceso de educar y ser educado; hablar de escuelas y sistemas educativos; de libros, maestros y alumnos; de cursar materias y hasta de ser formado en el seno de las familias y grupos de pares y ahora, hasta de los medios de comunicación, el internet y redes sociales; sin embargo, esto que parece tan cotidiano, resguarda distintos actos de heroicidad que son casi invisibles ante los ojos de las personas.

Acciones que para la educación son realizadas de forma cotidiana, son llevadas a cabo por distintos actores que son verdaderos héroes, de los cuales voy a describir solo una mínima parte de tres de ellos: padres de familia, maestros y alumnos.

Al llevar a cabo la educación y formación de los hijos, tanto desde el seno familiar, como el guiarlos y acompañarlos por su paso por las diferentes instituciones escolares, desde luego que no es una tarea sencilla, comenzando por asumir un rol distinto frente a ellos, es decir, actuar de forma que, aunque hayamos cometido errores en la niñez y juventud, ahora tendríamos que resultar inmaculados y tener comportamientos que sirvan como ejemplo hacia los hijos.

Actos de heroicidad de los papás que ante la “gratuidad educativa” tienen que pagar cuotas de ingreso, materiales y útiles escolares y hasta infraestructura y apoyo en aparatos electrónicos como teléfonos celulares, computadoras e internet y aumentado con aquellos que tienen más de dos hijos en edad escolar, todo ello con sueldos apenas dignos.

Qué decir del acudir a llevarlos y recogerlos a los planteles de manera apresurada, para poder cumplir al mismo tiempo con los horarios laborales, esperando que en las escuelas y sus calendarios no determinen días sin clases, porque se tendría que resolver con quién encargarlos.

Verdaderos héroes, aquellos con el doble trabajo al tener la condición de encabezar una familia uniparental en donde el papá o mamá se encuentran sin el apoyo de su pareja y tienen que redoblar esfuerzos; o el tener pareja, pero culturalmente asumir el rol tradicional femenino y afrontar la tarea de trabajar formalmente y todavía llegar al hogar a realizar todas las labores que la casa necesita, incluído el acompañamiento escolar de los hijos.

Para el caso de los docentes, se ha generalizado que es un trabajo “sencillo”, incluso subprofesional y hasta excelentemente pagado, sobre todo comparado con el tiempo de días de descanso y privilegios con los que se goza; sin embargo, este tipo de trabajo, definitivamente es extremadamente demandante y no se mide por la cantidad de horas que se labora.

Para iniciar, se tiene una fuerte carga y desgaste mental y emocional al atender, a cualquier nivel educativo, a grupos de niños, adolescentes o jóvenes, dado que se tiene una anorme responsabilidad al estar al frente de ellos y resultar responsable de cualquier cuestión física, emocional y cognitiva que les pueda suceder.

En la mayoría de los casos en educación pública, los docentes tienen que solventar económicamente en material de apoyo, mucho más que la mísera partida que se les paga por concepto de material didáctico; además de  invertir por su cuenta en la adquisición de equipo de cómputo e internet; paralelo a ello, se está expuesto al contagio de múltiples enfermedades y, por si fuera poco, al excesivo y, en muchas ocasiones, trabajo administrativo sin utilidad práctica al que son obligados a elaborar por diversas autoridades inmediatas superiores.

Aunado a todo lo anterior, desde luego que subsiste el desprestigio que, comparativamente con otras profesiones, se vive ante la sociedad.

Finalmente, la heroicidad de muchos alumnos, los cuales no obstante de tener diversos obstáculos, siguen al frente de su trayecto académico; niños que tienen que trasladarse a sus planteles escolares desde comunidades alejadas con horas de camino para tomar una sola sesión de clases, vinculado a la probable barrera de no continuar sus estudios superiores debido a su aislamento.

Algunos de estos alumnos, ya con la tarea de ayudar a su familia de manera económica y se encuentran atendiendo negocios, laborando en actividades agrarias o de pastoreo; otros más, vendiendo dulces y hasta limpiando parabrisas en cruceros viales.

Todavía observamos alumnos de secundaria, bachillerato o licenciatura, trabajando de meseros, transportando alimentos en compañías por aplicación, cantando en camiones, incluso vendiendo diversos productos a sus compañeros de escuela y todo lo anterior al mismo tiempo que no dejan de estudiar.

No puedo omitir que estos héroes, tienen cotidianamente, dentro o fuera de sus escuelas, cual, si fuera un monstruo que los acecha y contra el cual tuvieran que pelear casi como caballero medieval, la invitación al consumo de sustancias nocivas y prácticas de retos virales por internet, que en muchas ocasiones logran atraparlos; los que “quedan vivos” heroicamente continúan.

La educación como proceso formativo, es mucho más compleja que simplemente mencionarla y vivirla cotidianamente como algo natural; dentro de ella asistimos y somos, aunque no se reconozca, hérores anónimos que merecemos reconocimiento, sobre todo aquellos que, pese a todos los obstáculos presentes, logran salir adelante enseñando, formando y aprendiendo.

Comentarios: gibarra@uaslp.mx