Familia y escuela Capítulo 233: Enseñar: entre la profesión, el oficio y el arte
Todos en algún momento de nuestras vidas somos profesores, los que más y los que menos, los que tienen título de docente y los que tienen de otra profesión o ninguno; se cobre un sueldo por desarrollar la actividad o simplemente realizarla como un rol social; el caso es que asumimos, a veces sin darnos cuenta, la función de la enseñanza.
Desde luego que esta función la viven todos aquellos que tienen título de profesor y pasan muchas horas de su vida frente a un grupo de escolares de cualquier nivel educativo transmitiendo conocimientos de manera técnica y pedagógica.
De igual forma, esta posición la asumen los padres de familia que tienen que tomar el puesto de formadores de sus hijos, todo ello sin haber tomado un curso o diplomado que los preparase para ello, solamente con el simple sentido común para el fomento de valores, costumbres y hábitos, así como todos los recuerdos que obtuvieron de su etapa escolar, ahora para intentar explicar alguna tarea encomendada a sus pequeños.
En la misma situación se encuentran los que coordinan algún grupo de trabajo en una empresa o tienen a su cargo personal que dirigen de manera laboral, deportiva, recreativa, cultural o hasta como líder del grupo de amistades.
De igual forma los que dirigen su mensaje mostrando y educando en valores y virtudes a sus seguidores en algún culto religioso; o aquellos quienes detrás del micrófono, cámara o publicaciones en redes sociales informan y proyectan sus ideas a los diferentes oyentes, televidentes o internautas, influyendo en ellos al convertirlos en sus seguidores y de esta forma, educarlos.
Es cierto, todos en algún momento de nuestras vidas fuimos educados y ahora asumimos, tarde que temprano, el rol de educador; sin embargo, a pesar de que todos realizamos esa función, no todos tenemos las mismas cualidades para hacerlo, aun los que tienen título para ello.
Existen aquellos que se prepararon profesionalmente para desarrollar su labor docente de manera metodológica, utilizando las últimas técnicas virtuales y los más avanzados métodos de enseñanza para el aprendizaje de los contenidos, abordando todos los temas de un plan y programa de estudios en los tiempos marcados, con los exámenes correspondientes y obteniendo siempre los resultados óptimos.
Para esta clase de docentes, el logro de terminar de vaciar el programa en las mentes de sus alumnos y que éstos respondan adecuadamente en una evaluación, es considerado todo un éxito; quedando de lado todas las situaciones humanas que los pupilos puedan haber experimentado.
Para otras actividades, por ejemplo, la paternidad o la dirección de un grupo de personas en actividades laborales, se desarrolla, a través de la práctica repetitiva y aprendizaje entre ensayo y error, adquiriendo un oficio de maestro, el cual funciona para el cumplimiento de los objetivos y las metas propuestas, incluso usando métodos coactivos y de obligación, para hacerse valer como director del proceso.
Más allá de ser maestro por profesión, realizando técnicamente todos los pasos que metodológicamente fueron aprendidos o, aquellos que mediante la experiencia y repetición lograron acuñar el oficio docente de manera pragmática, se encuentran aquellos que de esta labor hacen todo un arte.
Comencemos por definir, mediante diferentes concepciones, lo que es el arte: “…cualquier actividad o producto realizado con una finalidad estética y también comunicativa, mediante la cual se expresan ideas, emociones y, en general, una visión del mundo a través de diversos recursos como los plásticos, lingüísticos, sonoros, corporales y mixtos… es una expresión de la creatividad de los seres humanos, que se manifiesta en obras que pueden ser apreciadas por los sentidos… la transmisión de ideas y valores, inherentes a cualquier cultura humana a lo largo del espacio y el tiempo”
Educar, en este sentido, resultaría entonces el no únicamente vaciar en la mente de los alumnos un conjunto de contenidos programáticos; tampoco el seguir irrestrictamente las lógicas y reglas generales sin tomar en cuenta las características de cada grupo o persona.
Crear una obra de arte al educar, es el resultado de entender las características personales y contextuales de a quienes nos dirigimos y, potenciar la libertad mental de cada individuo, de forma tal que le queda claro su función en el grupo social y el aporte que desde su persona se puede efectuar.
Crear una obra de arte al educar, implica el respetar a la persona y la inteligencia que sin duda poseen desde pequeños y, por lo tanto, conformarlos como elementos activos del grupo pasándolos de ser meros espectadores de la obra a ser, ahora, actores en ella; creando un ambiente en donde se les demuestre que su persona, acciones, pensamientos e ideas son valiosas y que, en un conglomerado todos tenemos algo que aportar.
Crear una obra de arte al educar, lo mismo que las grandes creaciones de artistas reconocidos, trasciende el tiempo y el espacio, porque es admirada una y otra vez, creando siempre el goce y reconocimiento de quienes fueron impactados por ella; es por eso que al maestro y maestra, padre o madre de familia, ministro de algún culto religioso, comunicador, director o coordinador de un proceso laboral o todos aquellos que pasaron ya por la práctica de enseñar y fueron artífices de esta obra, son reconocidos por siempre.
Educar debiera ser siempre una obra de arte.
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