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Familia y escuela Capítulo 235: Autoestima, la autoaceptación

Por Gustavo Ibarra Hurtado

Octubre 09, 2024 03:00 a.m.

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Uno de los aspectos que integra a la autoestima y que la educación integral que se desarrolla en familias, escuelas y medios de comunicación debe poner énfasis, no solo en difundir, sino también en fomentar su comprensión y adopción como parte del estilo de vida de cada persona, es la aceptación de uno mismo.

El ser educado y formado de manera integral implica el ir más allá del simplemente adquirir conocimientos teóricos, científicos y técnicos; consiste en abarcar todas las esferas y dimensiones del ser humano, considerando a éstas tanto o más importantes que el dominio de la ciencia, sobre todo al proyectar que el individuo que educamos se tendrá que enfrentar todos los días a situaciones distintas, de diferente índole y complejidad, por lo que estaríamos formando a alguien con habilidades, valores, actitudes, aptitudes, costumbres, ideologías y otras características más.

Reconocer que la educación tiene que ir “más allá”, nos lleva a encontrarnos de frente con aspectos que muy probablemente a la ciencia le queden muy alejados, pero que para el individuo le resultan de enorme importancia; tal es el caso de la autoestima y, dentro de ella, uno de sus aspectos que alimentan de manera directa la confianza en uno mismo, sin duda es el aceptarse tal y como somos.

Existen diferentes factores que han llevado a reducir la aceptación que tenemos de nosotros mismos, tan solo en características físicas y el aspecto que de manera externa reflejamos; para ello, dependemos de quienes nos observan y de si les parecemos o no agradables para que, una vez aceptados, corroborados o ignorados por esos “jueces”, alimente nuestra imagen, impactando positiva o negativamente la autoestima con sentimientos excedidos en superioridad o inferioridad.

Causal de que el aspecto y la apariencia física sea tomada como única carta de aceptación, sin duda que es la economía consumista, vinculada a las campañas de mercado que han generado estereotipos, los cuales de manera implícita y subliminal ofrecen promesas que aseguran que al parecerse a los tipos ideales que se muestran como artistas, modelos o imágenes públicas, te harán “paracer bonito o bonita” y por consiguiente serás aceptado y ello hará sentirte bien contigo mismo.

Lo anterior se fundamenta en que, en efecto, lo primero y aveces lo único que en una primera visión o encuentro se aprecia, es el aspecto exterior de cualquier individuo; pero, además, hay un uso mercadotécnico de los complejos personales y de lo débil que se encuentra la estima, la que, ante el más leve toque, se derrumba y se ve afectada de manera importante.

Ante esto, surgen las soluciones estéticas perfectas: productos mágicos para adelgazar, cambiar de tono de piel, hacer aparecer cabello, calzado para aumentar de estatura; intervenciones quirúrgicas para aumentar o reducir el tamaño de caderas, glúteos, pechos o abdomen; de la misma manera el transformar el rostro estilizando mejillas, párpados, y hasta con una nariz extremadamente afilada, aunque la risa se transforme en mueca; lo importante es a toda costa lucir “bien” estéticamente de forma tal que nos haga presentables y lo más parecido a los estereotipos plásticos que nos han mostrado durante el bombardeo recibido por la educación en medios, familias y en general socialmente.

El auge de todas estas empresas se genera bajo el pretexto de crear una “salud y bienestar integral” al hacer sentir bien a quien atiende su físico de la manera descrita; sin embargo, como ya comenté, solo reduce la aceptación personal a una carta de presentación física, corporal y externa.

La autoaceptación que debemos generar, persigue aspectos que van mucho más allá que la pura percepción física, implica entender que no podemos depender de la aprobación de los demás, sobre todo que, el segundo paso que se tiene al conocer a una persona es algo mayor y mejor que el simple aspecto exterior; se profundiza en el conocimiento de ideales, valores, costumbres, virtudes y elementos que, definitivamente al entenderlos, cambian o refuerzan totalmente la percepcion primera que se tuvo de alguien.

La afirmación que generamos de nuestra propia persona consiste en aceptar nuestras características de forma realista, debido a que el espejo y la opinión negativa o halagos de los demás, son originalmente superfluos y basados en estereotipos que difícilmente podemos lograr, por lo que una verdadera autoaceptación se fundamenta en entendernos con defectos y virtudes, habilidades, formas de pensar y actuar en diversas situaciones y contextos; reconocer nuestras  debilidades y fortalezas lo mismo que los sentimientos, conductas y el tipo de aficiones o situciones que nos hacen sentir bien o mal.

Además, implica, el reconocer objetiva y pertinentemente, que en nuestra persona hay características y acciones que podemos cambiar y otras que definitivamente no; todo ello en afán de lograr querernos y apreciarnos de manera equilibrada, sumándole a nuestra estima elementos que nos hagan ganar en confianza para desarrollar y mostrar todas las potencialidades para nuestro bienestra integral.

No me parecería extraño ni algo fuera de contexto el que en las escuelas hubiera una materia o asignatura denominada: fomento de la autoestima, con temas para lograr impulsar su equilibrio en los alumnos y que uno de sus puntos principales fuera precisamente la autoaceptación, incluyendo la charla formativa en familias y medios de comunicación.

Educar desde y para una autoestima equilibrada implica el mostrar el camino para no quedarnos solamente en la apreciación vana y prejuiciosa de una primera mirada, sino llegar al segundo paso de conocer al otro y reconocernos a nosotros mismos.

Más allá de la apariencia física, todos tenemos algo que en los demás provoca aceptación y reconocimiento social, bien sea la sonrisa, las acciones amables, la honestidad y los diferentes valores y costumbres prosociales, pero, sobre todo, brindar y darnos la oportunidad de mostrarlos y de apreciarlos.

Comentarios: gibarra@uaslp.mx