Familia y escuela Capítulo 250: Educar dentro de una caja de cartón
Desde hace mucho tiempo se viene asegurando que la educación es la llave para la libertad de los seres humanos; enfatizando que, la lucha contra la ignorancia mediante el educar a la población, crearía sociedades progresistas y con un sentido de vida propositivo y encaminado hacia la felicidad; sin embargo, ahora nos damos cuenta de que esos principios básicos han quedado reducidos y circunscritos a parámetros que impiden el desarrollo integral de todas las dimensiones del ser humano.
La escuela, la familia y hasta los medios de comunicación se han encargado de marcar los límites y fijar los grilletes que aprisionan, no solo las potencialidades del pensamiento, sino también la visión de futuro de cada persona; todo ello, en afán de fundamentar la educación solamente en un carácter científico estrictamente rígido, prediseñado cual algoritmo que promete la seguridad de una vida feliz si se aplica al pie de la letra.
Dicho algoritmo, lo mismo que las personas que lo fomentan y lo siguen, ignoran que se aplica en seres humanos falibles, con cualidades, contextos y situaciones diferentes para cada individuo y no simplemente como una fórmula que al ejecutarla provocaría los mismos resultados siempre en el mismo tiempo, circunstancia y lugar para todos.
Es así que la educación, entendida como ese proceso formativo llevado no solamente en escuelas y que de manera general, con muy contadas excepciones, se está recibiendo, se ha centrado solamente en aspectos “duros” “limitativos” y “repetitivos”, los cuales de esta manera, cual fórmula aplicada a una máquina, asegura educar y fomentar el éxito futuro de seres humanos, los cuales tienen, más allá de la inteligencia lógico cognitiva, una serie de sentimientos, valores, expectativas, costumbres, habilidades y un cúmulo de rasgos y contextos que están fuera del alcance de todo el algoritmo planteado.
Ya alguien previamente y con bases científicas clasificó y determinó los contenidos y conocimientos que todo estudiante, de cualquier nivel educativo, debe “aprender” en los tiempos y ritmos definidos, así como las rutas y procedimientos elegidos para tal fin; si alguno de ellos no los cumple, es decir, si no demuestra el aprendizaje dentro de esos límites, queda fuera del proceso y pasa a formar parte de un desecho social llamado: “rezago” “no aprobados” “rechazados” y hasta “burros”.
Con lo anterior, se tiene claramente establecido los logros y los límites educativos que tanto alumnos, maestros, padres de familia y en general los diferentes grupos y dinámicas sociales deben cumplir; si alguien quiere adquirir o dominar algún conocimiento más avanzado a su ciclo; si alguien tiene un ritmo, ruta o procedimiento de aprendizaje diferente al establecido o al estandarizado; si algún maestro o padre de familia decide seguir formatos diferentes, sería muy probable que estaría fuera del algoritmo y sobre todo de la acreditación oficial otorgada.
Esta manera de concebir al proceso educativo, unificando y colocando límites, ha sido comprendida y se ha reproducido de manera efectiva a grado tal que todos los participantes siguen fielmente las reglas del juego: se concentran en enseñar y obtener una calificación en tiempo y forma, sin aprender menos, pero tampoco más conocimientos que los establecidos; encasillando la mente y todas las dimensiones del ser humano, sin la posibilidad de innovar, descubrir otras rutas y alternativas; sin el desarrollo de ideas y soluciones propias, sacrificando la libertad por la seguridad que ofrece un algoritmo infalible.
Este fenómeno no es nada nuevo, ya Platón, desde su mito de la caverna lo advertía al describir cómo la realidad para mucha gente consistía en solamente lo presentado en el fondo y oscuridad de la cueva, sin otras posibilidades de conocimiento e interpretación de la vida misma.
Yo simplemente lo llamo: “educar dentro de una caja de cartón” en la cual, desde que somos pequeños se inicia el proceso de introducirnos en ella, ubicando los límites al aleccionarnos solo para seguir y acatar reglas, repetir acciones y costumbres, seguir puntualmente todos los procedimientos educativos y escolares formales como método infalible para ser exitosos y felices; desde luego que no es necesariamente un proceso inútil o nocivo, pero tampoco muestra y fomenta los recursos para “ir más allá” fuera de esta caja.
Lentamente, a medida que se crece y mediante la intervención familiar, escolar, comunicativa y de los demás elementos de interacción social, se van conociendo las aristas interiores que bordean la caja, como esos límites hasta donde podemos movernos, lanzar la vista y ejecutar nuestras acciones cotidianas; incluso alcanzamos a ver a algunos que se han quedado fuera de ella y llegamos hasta a compadecerlos o mostrarnos impasibles y a sentirnos muy seguros de permanecer adentro.
Al final esa caja se cierra, se empaqueta y se traslada, se avienta, se maneja al antojo de alguien más y los de adentro, alumnos maestros y autoridades escolares y hasta padres de familia sin poder asomarse y enterarse de lo que pasa afuera.
Privilegio de unos cuantos: aquellos que obtuvieron su libertad y tomaron conscientemente su decisión de permanecer afuera, aprendiendo más de lo que estaba establecido, siguiendo su espíritu de aprender de todo y en todo momento, de buscar siempre otras rutas, fórmulas y estrategias para la vida concordando con el bien común y sin esperar que una sola fórmula les resuelva todo.
Libres, aquellos padres de familia, maestros, comunicadores y en general todos los que tienen a su cargo puestos con interacción social, al fomentar lo que decía Schopenhauer: tener y enseñar “…el valor y la audacia de pensar por uno mismo, con la capacidad de cuestionar, analizar y llegar a conclusiones basadas en una reflexión independiente…” para el desarrollo personal y colectivo, permitiendo avances en el conocimiento y la comprensión de sí mismo y del mundo.
Aún, en el mencionado mito de la caverna, Platón da cabida a la posibilidad de alguien que se escapa y alcanza a ver todas las maravillas que una libertad permite apreciar afuera de ella y regresa a mostrar lo descubierto; esto sería la esencia educativa de ser padre de familia, maestro o comunicador; enseñar fuera de la caja de cartón.
Comentarios: gibarra@uaslp.mx