Familia y escuela Capítulo 258: Enseñar y aprender a sumar
Se entiende de manera clara que sumar es una de las cuatro operaciones aritméticas fundamentales, junto con restar, multiplicar y dividir; es una secuencia matemática básica que consiste en combinar, adicionando dos o más números, para obtener un total o resultado.
Estas cuatro operaciones matemáticas básicas, resultan fundamentales para el desarrollo de la vida cotidiana, en donde se necesite utilizar razonamientos aritméticos, es por ello que en las familias y escuelas, se pone un especial énfasis en su enseñanza y aprendizaje.
Sin embargo, en este caso, no me refiero a la enseñanza matemática de esta operación numérica; hablo de llevar este principio de adicionar de manera propositiva y formativa a todas las situaciones y experiencias que se vayan sucediendo día a día, no necesariamente en ambientes escolares.
Tener la mente abierta y alerta a todo lo que a nuestro paso vaya sucediendo, de forma tal que podamos sumar y sacar provecho, aprendizajes y retroalimentaciones de sucesos que no necesariamente son numéricos, pero que dejan una huella indeleble en nuestra formación.
Desde luego que esta forma de enseñanza y aprendizaje no la vamos a encontrar en algún curso escolar, ni en la mayoría de las lecciones que se realizan en el ambiente familiar; sin embargo, estoy seguro de que es de enorme utilidad en una educación para la vida.
Lo que va ocurriendo a nuestro alrededor, nos va mostrando múltiples aprendizajes sobre cultura, costumbres, física, ciencias, historia, matemáticas, estética, interacción social en espacios específicos y un sinfín de conocimientos más, que están, ahí esperando a ser descubiertos y aprovechados al sumarse al caudal de nuestro bagaje y capital cultural que nos sigue formando como personas.
Si somos observadores y tenemos el radar mental en operación, podremos descubrir y sumar a nuestro conocimiento, la práctica y fomento de valores, habilidades y aptitudes que se ponen en juego en un entramado social; las diferentes formas y cosmovisiones de resolver problemáticas comunes o de reaccionar de las personas ante las diversas situaciones que enfrentan.
Podríamos sumar a nuestros archivos mentales de imágenes, las distintas formas que las nubes muestran con cada impulso del aire; las figuras caprichosas que en determinado ángulo se aprecia en las montañas; incluso, en lugares con alto nivel de urbanización, la artística conformación y estructura de edificios y casas.
Adicionar a nuestro pantone y tabla de colores registrados en nuestra memoria, los miles de tonos y simetría que nos ofrecen las flores, que cultivadas en jardines, macetas y hasta en crecimiento de forma férrea y espontanea que se da de manera natural en cualquier esquina o mínimo espacio donde haya un pedacito de tierra.
Incrementar una nueva reflexión y formas de analizar y tomar una postura personal en torno a alguna situación, historia o aventura que nos presenta una película, serie o programación audiovisual que apreciamos en los distintos medios de reproducción existentes.
Descubrir que podemos detonar los sentimientos que conocemos o, incluso, encontrar y sumar otros desconocidos, provocados al apreciar una pieza musical, canción, pintura u otra obra artística.
Aumentar nuestra lista de personas a las que, al conocerlas, definitivamente aprendimos algo o mucho de ellas y que su sola presencia logran contagiar de confianza, alegría, gratitud, amor y una multitud de sensaciones positivas que se generan con el simple hecho de ser y estar con nosotros.
Aprender a sumar, incluso de las situaciones más adversas, desarrollando con esas lecciones las diferentes formas en que cada persona genera sus niveles de resiliencia y de afrontamiento ante las diferentes situaciones complejas y apremiantes por las que pasa.
Esto último parece ser uno de los aprendizajes que genera mayor proclividad hacia la parte negativa, es decir, hacia el restar y perder confianza, seguridad, tranquilidad, bienestar emocional y muchos resultados más que no son agradables y que merman la capacidad de crear un ambiente y desarrollo equlilibrado.
El tener como resultado un factor positivo extractado de las situaciones más controvertidas, parece ser un punto central en la formación y educación para la vida, sobre todo porque de manera natural una experiencia negativa tiene un impacto nocivo y de mayor repercución en cualquier persona y se requiere de haber aprendido a tener equilibrio al sumar y sacar provecho de todas las situaciones para que de manera proactiva se pueda tener un aprendizaje que genere productos favorables.
Nos asombrariamos de saber cómo las personas han salido adelante y no solo eso, cómo han utilizado los aprendizajes obtenidos de tragedias como terremotos, pandemias, inundaciones, guerras y hasta de manera particular en las familias o de manera individual en personas que enfrentaron problemas económicos, personales, sentimentales, educativos y más y, en lugar de hundirse restando y lamentando por siempre su situación, han salido adelante sumando los aprendizajes necesarios para avanzar con equilibrio.
El sumar, no es solo un asunto matemático, sino una postura de vida; por tanto, enseñar y aprender a hacerlo, debiera ser una materia escolar, así como un tema y acción a realizar en cada hogar desde que se es pequeño
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