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Familia y escuela Capítulo 262: Educación y formación espiritual

Por Gustavo Ibarra Hurtado

Abril 16, 2025 03:00 a.m.

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El hablar de espiritualidad en la educación y formación de las personas, ha resultado todo un tabú, dado que se ha confundido o interpretado de manera incompleta que lo espiritual equivale total, directa y únicamente a aspectos religiosos, por lo que, amparado en fundamentos científicos, se ha bloqueado y casi prohibido el asociarlo con lo educativo.

Pese a todo, vale la pena entender de manera ampliada este concepto, para clarificar que la espiritualidad, si bien es cierto que tiene y abarca algunos aspectos religiosos, su mayor parte está ocupada por elementos que fomentan la formación de manera integral del ser humano, por lo que, educativamente hablando, tenemos un componente que genera enseñanzas y aprendizajes que van mucho más allá que los meros contenidos teóricos específicos e impulsa una comprensión multidimensional del proceso, así como de la actuación de padres de familia, maestros, hijos y alumnos.

De acuerdo la Organización Mundial de la Salud, lo espiritual se refiere a “…aquellos aspectos de la vida humana que tienen que ver con experiencias que transcienden los fenómenos sensoriales. No es lo mismo que religioso, aunque para muchas personas la dimensión espiritual de sus vidas incluye un componente religioso. El aspecto espiritual de la vida humana puede ser visto como un componente integrado junto con los componentes físicos, psicológicos y sociales.”

El pensar la educación de las personas desde un enfoque espiritual contempla el orientar las acciones, escolarizadas o no, hacia el tomar sentido y propósito de que todas las experiencias y contenidos aprendidos sirven de aprendizaje para la vida.

Resultaría difícil comprender que cada actividad, situación, experiencia o ejercicio de aprendizaje efectuado en el hogar o en un aula de clases, esté libre de elementos espirituales; normalmente y muchas veces sin darnos cuenta, todas estas situaciones van acompañadas de múltiples maneras de fomentar valores, hábitos, costumbres y habilidades, mediante mensajes verbales y no verbales, incluidos en estos últimos: tono, volumen y emotividad de la voz; miradas, posturas, gestos y ademanes; y lo más importante: entender que todo lo experimentado, desde el aprendizaje de una fórmula matemática, hasta la manera de resolver una situación apremiante o una actitud de inclusión social, llega a ser, tarde que temprano, un elemento útil para el desarrollo integral de la persona.

Desde luego que los elementos religiosos no quedan descartados y, aunque ocupan solo una parte de la dimensión humana de creencias y valores, tampoco resulta extraño que, durante la formación recibida en los distintos hogares, se acerque a sus integrantes a diferentes facciones religiosas y a las acciones, costumbres y valores que de éstas emanen, sobre todo con la sana intención de ayudar en una formación integral para la vida.

En extensión con lo anterior, resulta claro que los distintos profesores y profesoras, al provenir de hogares en donde de pequeños fueron criados teniendo como apoyo elementos religiosos; o ahora como líderes de su propio hogar, en donde se ocupan de la crianza de sus hijos, también con apoyo de elementos religiosos, no se descarta que, en su actividad profesional, aún y cuando no esté establecido oficialmente en los planes y programas de estudio y promulgado por la constitución mexicana el que la educación será laica, tengan actitudes impregnadas de la fe a la que se adhieren, por ejemplo: al portar entre sus pertenencias alguna imagen u objeto simbólico; o que mencionen antes de ingresar a su plantel alguna oración o consigna que encomiende su actividad para que en su labor al frente de un grupo todo salga bien.

De igual manera, ocurre algo similar con muchos alumnos, los cuales, independientemente de tener una preparación académica formal, tienen la necesidad de acudir a elementos mágico religiosos para confrontar una situación escolar, por ejemplo: el caso de aquellos que pretenden ingresar a una escuela de educación superior, de la cual depende su futuro profesional; ellos realizan rituales o colocan altares en sus casas o acuden a templos o lugares específicos, para solicitar ese apoyo para librar con bien dicha situación.

Lo anterior, desde mi punto de vista, no reduce lo científico del proceso educativo; por un lado, es un hecho que realmente y de manera natural suceden estas acciones y, por el otro, aumenta la seguridad de un maestro o estudiante que desde sus orígenes ha sido formado con esos principios, complementando su educación formal con aspectos integrales

¿Por qué es importante tener en cuenta una educación y formación espiritual? ¿qué beneficios aporta?

A este respecto Teresa Uribe menciona: “Toda persona como ser integral tiene dentro de sus dimensiones la espiritualidad que, al percibirla cotidianamente, le permite vivir plenamente y gozar de un estilo de vida saludable. …el ser humano puede cultivando su dimensión espiritual darle importancia durante su ciclo vital a su identidad como persona, a su existencia, su trascendencia, su libertad y su vocación, que concretan el quehacer de la vida personal. De igual forma, sus creencias, sus esperanzas, el cuidado de sí, el sentido para cada acción y las relaciones interpersonales, determinan la realización de cada Ser, le imprimen el sello de ser espiritual.”

Tenemos entonces que la educación, atendida espiritualmente, coincide y se acerca mucho a la educación integral, puesto que procura una formación del individuo atendiendo a todas sus dimensiones y no solo a la cognitiva, pero, además, tiene la característica de que los escenarios en donde se lleva a cabo su proceso son todos los espacios físicos y virtuales en donde haya convivencia social y no solo en un hogar o un aula de clases.

Estar conscientes de su importancia y que las acciones en donde se desarrollen cotidianamente verdaderas lecciones de espiritualidad se producen, incluso sin darnos cuenta, es una encomienda que debemos fomentar y al mismo tiempo atesorar por parte de los padres de familia, maestros, hijos y alumnos, para propiciar educación para y con sentido de vida.

Comentarios: gibarra@uaslp.mx