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Familia y escuela Capítulo 45: El tiempo (IV)

Por Gustavo Ibarra Hurtado

Enero 27, 2021 03:00 a.m.

El paso del tiempo crea, o al menos es espectador, de los diferentes fenómenos y cambios que ocurren en las personas; más allá de las variantes que a nivel biológico y fisiológico se van produciendo, son notables los cambios en las conductas y las actitudes, así como en las formas de pensar y de ver al mundo.

Se puede entender como “madurez” o como el cambio de un pensamiento convencional hacia un pensamiento crítico, producto de una educación y fomación integral recibida de manera diversificada por parte de familias, escuelas, medios de comuniación, redes sociales y todo el contexto general en donde interactuamos. 

El hecho es que, con el transcurso de los años se va generando una metamorfosis, en donde los “gusanos” pasan a ser crisálidas y posteriormente a transformarse en mariposas y volar hacia rumbos insospechados. Esta evolución denota una transformación asombrosa de un ser, a través de su existencia.

Si nos centramos en periodos de tiempo, Foucault ya había apreciado la existencia de lapsos largos y cortos; y de las formas tan diferentes y a veces hasta contrarias de apreciar un episodio, una vivencia o hecho social, dependiendo del momento en que éste se analice.

Seguramente, un acontecimiento que alguien experimentó, lo analizará diferente en el momento que ocurre, que al paso de varios días, meses o años; aunque se trate de la misma persona y del mismo hecho, su sentir y pensar será distinto, incluso, con otras formas de explicarlo y de resignificarlo.

Resulta muy interesante advertir que estas temporalidades “cortas” y “largas” se manfiestan, tanto en la formación familiar como en la escolar; todas las vivencias y episodios de enseñanza que ocurren en estos dos ámbitos, se perciben, irremediablemente influidas por el momento en que ocurren y por el tiempo posterior en que se vuelven a pensar y analizar.

Padre de familia, 33 años: “…cómo me ha costado ser papá, sobre todo porque cuando tenía la edad de mi hijo, 14 años, en plena adolescencia, me salí de la casa, me escapé con mi mejor amigo; era emocionante, lo planeamos todo y, sin miedo nos fuimos a otra ciudad a la aventura. El pretexto fue lo más fácil: que me regañaban mucho, que no me comprendían, que yo decidía sobre mi vida, que ya era autosuficiente; incluso, llegué a pensar que era un escarmiento a mis padres por no dejarme ser y vivir a mi manera la vida. …ahora, todas las noches me levanto a corroborar que mi hijo esté en su habitación, ante el temor que repita lo que yo hice”

Profesor de primaria, 25 años de servicio: “…después de tantos años de dar clase, llegué a un momento en que se me acabó la paciencia; ese día, ante tanto ruido en el aula, les grité a mis alumnos de forma ya impaciente y enfurecido: ¡callense!  …ya por la tarde, más tranquilo, de repente vino a mi memoria el recuerdo de cuando cursaba la primaria, las veces que de la escuela mandaron llamar a mi mamá por las travesuras y la forma en que le contestaba a mi maestra… después de varias horas de haberles gritado a mis alumnos, ahora lo veo de manera diferente”

De la misma forma, diversas acciones educativas pasan por el filtro de la “corta” y la “larga” duración; por ejemplo, los examenes finales de cualquier materia o grado escolar a los que miles de alumnos han sido y están siendo sometidos; el día de su aplicación, incluso los anteriores, hacen todo lo posible por “memorizar” e intentar contestar las preguntas que en esa evaluación se plantean, porque de ello depende aprobar o reprobar y todo lo que estos resultados acarrean.

Abogada, 35 años: “… sí, lo recuerdo, era el examen de química en el bachillerato; hice todo lo posible por memorizar los contenidos, era mucho el estrés, incluso varios alumnos optaron por “copiar”, apuntando en las paletas de los mesabancos o en sus manos o piernas las cosas que no pudieron aprenderse. Ahora al paso de varios años, recapacito sobre ese examen y me doy cuenta que: truncó la vida profesional de varios de mis compañeros, los cuales al estar reprobados, muchos de ellos, al fallarles la memorización por la presión, los nervios o ve tú a saber por qué, no pudieron continuar sus estudios; en cambio, otros que pudieron aprobarlo de manera fraudulenta y con engaños, continuaron su preparación y ahorita conozco algunos que, hasta son funcionarios de gobierno; ¿yo? sí lo aprobé, pero si me preguntas algo de esos contenidos por supuesto que ni me acuerdo”

La firme convicción de que como padres de familia o profesores y profesoras, realicemos nuestra labor de formar a hijos y alumnos de manera integral, incluyendo habilidades, actitudes y sobre todo valores, nos debe llevar a no claudicar y más bien, a seguir en aumento el fomento de éstos, teniendo ahora el conocimiento, espero de manera clara, que existen estos dos periodos y formas de ver los episodios y enseñanzas que en ambos ámbitos ocurren.

Tengamos la confianza que, seguramente, los episodios formativos y de enseñanzas que van ocurriendo durante nuestra vida, tendrán otra lectura, entendimiento y aplicación al transcurrir de los tiempos.

Comentarios: gibarra@uaslp.mx