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Familia y escuela Capítulo 47: El tiempo (VI)

Por Gustavo Ibarra Hurtado

Febrero 17, 2021 03:00 a.m.

¿Aprender del pasado?

Desde luego que es perfectamente posible y además deseable.

Los seres vivos poseemos esta capacidad de manera natural; de hecho, las experiencias y el haber vivido diversas situaciones, nos hacen aprender de éstas y reservar en la memoria hechos relevantes y sobre todo, datos que representan utilidad para las actividades cotidianas o practicadas con mayor frecuencia.

De igual manera, retenemos en nosotros recuerdos y aprendizajes, que representan simbólicamente mucho en nuestras vidas; eventos que nos evocan alegrías, tristezas, personas, lugares, momentos; vivencias que, debido al valor que le da cada persona, se mantienen intactas y siempre al alcance de cualquier mínimo llamado.

Todo lo anterior, presente de manera espontánea, sin proponernos el que esas experiencias y momentos se queden ahí de manera pre determinada, como algo ya fijo en nuestra mente.

Resulta evidente, el querer y poder aprovechar esta característica, para el proceso de enseñanza que desde escuelas y familias se efectúa, dentro de un marco de educación integral y vinculado a las condiciones del contexto de cada uno de ellos.

Una de las formas que más cumplen con este cometido, sin duda es el aprovechar el recurso que nos brindan todas las fotografías, imágenes y pinturas que de manera personal, familiar y profesional se toman y se realizan.

Aprender del pasado a través de sus imágenes, es la manera de detonar ejercicios de imaginación y de reconstrucción de los hechos anteriores, desde el presente; todo ello, para darle consistencia y seguridad a la plataforma de lanzamiento de nuestros pensamientos y de nuestras vidas hacia el futuro.

Significa entrar, aprender y entender algún pasaje de la vida de otros, viéndolos desde sus “ayeres”, en sus contextos de tiempos y espacios pasados:

“…resulta impresionante estar en esa sala del museo del Louvre, admirando ese “pequeño cuadro” e imaginando a Leonardo plasmando en ese lienzo a esa mujer, con su mirada y su sonrisa tan misteriosa; o estar en Palacio Nacional de México, frente a los murales en donde Diego Rivera pintó diferentes realidades y momentos del pueblo mexicano, seguramente bajo la mirada atenta de Frida”

De manera familiar, es muy frecuente la sesión en donde, reunidos en algún lugar de la casa, se revisan las colecciones y álbumes de fotografías, recordando fiestas, viajes, bodas, bautizos y hasta velorios; tal como si fuera una clase en donde se enseña desde el pasado, los personajes, las costumbres, las formas de vida, vestuarios, peinados y muchas cosas más; para comprender nuestras raíces de cara al futuro.

En muchos de los casos, existen hogares verdaderos museos de fotografías, en donde la decoración de todos sus muros, superficies de muebles, interiores de vitrinas, árboles genealógicos, “collages” y cualquier espacio disponible, es usado para colocar imágenes de familiares y seres queridos, incluidas las mascotas; como si fuera el material didáctico de un salón de clases que se usará para seguir aprendiendo de manera constante las lecciones del pasado.

Para el caso de las escuelas, es clásica la lección para aprender el sentido de pertenencia hacia el grupo social familiar, del cual formamos parte; también para visualizar los cambios que hemos tenido en nuestro cuerpo, el que nos soliciten fotografías de nuestros familiares y de nosotros desde que éramos pequeños.

De manera individual, resulta relevante el usarlas como “herramienta” para aprender de nosotros mismos, de nuestras experiencias; es la muestra visual, de cómo hemos ido construyendo nuestra personalidad.

Es claro que existen algunas que son indeseables, porque no nos gusta la manera en que estamos, nos parecen ridículas, o nos muestran cuando de pequeños o de grandes estamos muy “gorditos”;  o bien, aparecemos con personas que ya no pertenecen en el presente a nuestras vidas y que duelen o avergüenzan y hemos llegado hasta a romperlas o quemarlas, pero aún así, forman parte de nuestro trayecto y aprendemos de ello.

“… como me gusta ver las fotos de cuando vivía de pequeño en la casa de mis padres, con mis abuelos, las reviso detenidamente, observo todos los detalles porque me recuerdan mis orígenes, todo lo que luchamos para salir adelante y lo que batallábamos para la comida de todos los días… hoy que soy abogado y tengo una posición acomodada, esas fotos me hacen valorar lo que tengo y la forma en que, con respeto me dirijo hacia los que siguen luchando día a día por sobrevivir”

Resulta muy formativo, desde familias y escuelas, fomentar el ejercicio de colocar las fotografías de nosotros, de nuestras familias y vivencias, ordenadas cronológicamente; observarlas detenidamente, realizar ese viaje hacia el pasado, volver a vivir esas sensaciones, agradables o no, y reflexionar: ¿de dónde venimos? ¿qué experiencias hemos vivido? ¿qué aprendimos de las personas que se han quedado en el camino? ¿qué acciones fueron erróneas y no volvería a cometer? ¿qué acciones repetiría siempre? ¿cómo ha influido mi pasado en lo que soy ahora? Y muchas preguntas más que nos sirven para aprender.

 Recordar el pasado, en este caso usando como medio a las fotografías, es una manera de construir nuestro futuro desde el presente

Comentarios: gibarra@uaslp.mx