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FAMILIA Y ESCUELA Capítulo 48: El tiempo (VII)

Por Gustavo Ibarra Hurtado

Febrero 24, 2021 03:00 a.m.

Seguramente todos recordamos esa zaga de películas denominadas: “Volver al futuro”, en donde los protagonistas buscaban a toda costa regresar del tiempo al que viajaron y claro, que en este estilo de filmes, el final es siempre positivo y feliz.

Ya en el terreno de la realidad, en nuestra vida cotidiana, existen diferentes personas que, ni han querido y otros no han logrado regresar del tiempo en el que se quedaron rezagados.

El quedar “atrapado” en el tiempo pasado, es de lo más normal y frecuente en personas adultas que, o se sienten cómodas en esa etapa o, nunca se preocuparon siquiera por pensarlo y dejaron que el mundo en la carretera de la vida, los rebasara y los dejara a un lado del camino, viendo pasar a los demás, quienes van de manera apresurada sin detenerse.

Desde luego que, en ambos casos, no tendría nada de raro, ni representaría problema alguno, si la persona se encuentra conforme y contenta con esa forma de pensar y actuar; y, sobre todo, si así le resulta práctico para el desarrollo de su vida cotidiana, por lo que no habría razón para modificarla.

Es el caso de las madres de familia que, aunque implique mayor trabajo, se sienten más confiadas en cocinar con métodos e instrumentos tradicionales, que usar aparatos electrodomésticos “modernos”; los cuales, aparte de lo complejo de intentar comprender y aplicar sus funciones, desde luego que no dan el mismo resultado en el sabor y calidad de los alimentos.

También tenemos el caso de quienes prefieren usar el auto, herramientas y hasta vestuario y calzado que por años han usado, a cambiar y actualizarlos; todo lo anterior, con varios argumentos: “es más cómodo” “es confiable y está comprobado” “más vale viejo por conocido…” y otros más.

En el terreno educativo, resulta muy interesante observar la enseñanza desde quienes han quedado inmersos en el pasado, hacia los aprendizajes de quienes están viviendo en el presente; dado que resulta evidente los desfases que se presentan y las correspondientes consecuencias, y adaptaciones que, para este proceso, se llevan a cabo.

Maestro de secundaria, 28 años de servicio: “…no sé qué pasa con estas generaciones, no entiendo a mis alumnos; en mis tiempos, me preocupaba por estar puntual y cumplir con todas las tareas y, ahora, tal parece que no les interesa ni les preocupa el reprobar; incluso, hasta los papás son diferentes” 

Abuelo, 65 años, a cargo de nieto adolescente: “…cómo es la juventud de ahora, antes teníamos más respeto hacia los mayores; por más que intento enseñarle buenos modales y corregirlo, es por demás, porque estamos discutiendo a cada rato”

Para educar, el quedar inmerso en otro tiempo, genera un desajuste en los canales de comunicación, en la forma en que las enseñanzas y los aprendizajes se generan, en los contextos sociales, culturales, tecnológicos y, sobre todo, en los intereses e ideales que a cada epoca le caracteriza.

Todas las generaciones han pasado por este desfase, todos hemos sido partícipes de ello, primero como hijos o alumnos; después, como adultos, en el papel de profesores, padres de familia, hermanos mayores o cualquier persona que transmite su experiencia, conocimientos, formas de actuar y más.

Para poder llevar a cabo el acto de educar y formar a niños, jóvenes y todavía a muchos adultos ¿De qué forma se sincronizan ambas partes?

En primer lugar, entendiendo que las realidades están en constante “movimiento” y que los jóvenes de ahora enfrentarán, en su momento, desfases similares. 

Comprender, que toda forma de enseñanza basada en elementos del pasado, si bien algunos lo entenderán, corremos el riesgo que para otros (quizás la mayoría) carezca de interés e importancia; hasta pudiéramos ser ignorados y acrecentar aún más las distancias.

Por lo tanto, para los que todavía se encuentran “amarrados” a los tiempos anteriores, se tiene que hacer el esfuerzo por soltarse y comenzar a acercarse a las realidades de los que estamos formando y educando, para que se empaten las formas de comunicación y se camine en el mismo sentido.

Es complementar o cambiar desde los maestros y padres de familia, los pizarrones por las computadoras; los monólogos por los diálogos; el imponer por el escuchar; el ser pasivo por el estar alerta a todas las condiciones, innovaciones y cambios que se vayan presentando en los contextos en donde nos desempeñamos.

Consiste, literalmente en volvernos actores ficticios, desde nuestro quehacer cotidiano y hacer lo que los actores reales intentaban: “volver al futuro”. 

Comentarios: gibarra@uaslp.mx