logo pulso
PSL Logo

Familia y escuela Capítulo 50: El tiempo (IX)

Por Gustavo Ibarra Hurtado

Marzo 10, 2021 03:00 a.m.

Sin duda, la fugacidad del tiempo presente, es el punto real de la vida, el momento en el que se experimenta nuestra verdadera existencia física.

En este sentido, cada segundo, cada minuto, cada hora y cada día que se vive, representa el triunfo de lograr arrebatarle momentos al futuro y depositarle experiencias al pasado; es una constante tan cotidiana, tan inmediata y tan cíclica, que apenas nos damos cuenta de ello.

Todos los estilos y formas de vida basados en esta idea, desde luego que se fundamentan en una lógica de la “inmediatez” y los aspectos “reales”, en la cual se plantea el vivir al máximo, sin detenerse a pensar en el pasado y sin preocuparse por el futuro; aprovechar cada segundo, experimentando todo lo que esté al alcance, mientras se pueda. Para muchos funciona y funciona bien.

Para otros, el vivir plenamente cada momento, es de manera muy consciente de lo que se hace, se construye, se enseña y se practica; de manera mesurada, paso a pasito, un día a la vez; aprendiendo de lo vivido y planeando hacia el futuro. Para éstos también funciona y funciona bien.

Como quiera que se visualice al presente, éste resulta inevitablemente algo tan rápido e incontenible; es como el intentar mantener agua entre las manos, sin que podamos evitarlo se seca o se filtra entre los dedos.

Resulta complicado el llegar a analizar al presente como la única forma física de existir; sobre todo, por la finitud que esto representa, tomando en consideración que el pasado se conforma por recuerdos y experiencias que no volverán a existir; en tanto que, el futuro es apenas una promesa por cumplir; lo que nos deja solo un tiempo real en donde existimos.

Es como una serie de drama, suspenso y hasta terror, el darnos cuenta que la existencia terrenal se va en un “abrir y cerrar de ojos”; tomemos por ejemplo la película UP, subtitulada para Hispanoamérica como: “Una aventura de altura”, creada y publicada en el 2009 por dos de las más importantes productoras de películas de dibujos animados.

En primera instancia, su trama central es de esperanza y de cómo un niño renueva las ganas y el sentido de vivir de un anciano desahuciado moralmente; sin embargo, en su inicio, durante una secuencia de algunos minutos, se narra toda la vida y el drama que experimenta el personaje, así: ¡en tan sólo unos minutos!

En un “abrir y cerrar de ojos” ocurre el presente. Abrimos los ojos y vemos de manera borrosa a papá y mamá, somos bebés; cerramos y abrimos los ojos y estamos ante compañeros, en un salón de clases en nuestra época de escolares básicos; cerramos y abrimos los ojos y estamos en secundaria o bachillerato, frente a chicos y chicas que llaman nuestra atención; cerramos y abrimos los ojos y vemos a nuestros padres hacerse viejos; cerramos y abrimos los ojos y enfrente están nuestros hijos, probablemente nuestros padres y otras personas ya no están con nosotros; cerramos y abrimos los ojos y observamos cómo a nuestro cuerpo le surgen arrugas y canas a nuestro cabello; cerramos los ojos y, ya no podemos abrirlos más, el tiempo presente ha terminado y todo esto, así: en un “pestañear de nuestra existencia”.

¿hace cuanto que éramos niños?, seguramente solo hace unos cuantos abrir y cerrar de ojos.

Es evidente que para motivos de la enseñanza integral que todos los días profesamos, tanto padres de familia y maestros de todos los niveles, no sería necesario enfatizar al presente como la forma casi angustiante de vivirlo; más bien, como esa forma de concebir este tiempo, acompañado siempre e inevitablemente de su pasado y su futuro.

Después del día, inexorablemente aparece la noche; sin embargo, entre estos dos momentos tenemos la oportunidad de vivir y, así como tenemos presente al día anterior, siempre nos dormiremos con la esperanza de despertar para seguir enseñando y aprendiendo.

Comentarios: gibarra@uaslp.mx