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Familia y escuela Capítulo 79: ¿Excelente?

Por Gustavo Ibarra Hurtado

Septiembre 29, 2021 03:00 a.m.

Desde luego que la función de educar y sobre todo, hacerlo de manera integral, no es nada sencilla; tanto padres y madres de familia, como maestros y maestras se encuentran ante una encomienda en verdad complicada.

En su esfuerzo por hacerlo bien y de la mejor manera posible, la mayor parte de ellos, se centran en seguir paso a paso las normas establecidas y los lineamientos que se dictan para cada función social, lo que sin duda, les hará obtener el adjetivo de “excelentes” por hacerlo de la manera que se estipula.

Para el caso de los maestros, “vaciando” técnica y metodológicamente el contenido de los programas de estudio en las mentes de sus alumnos; verificando y certificando estos “aprendizajes” mediante evaluaciones, que en forma de exámenes solicitan que “regurgiten” sobre un papel o computadora, lo que en días anteriores memorizaron y que, por supuesto, si se les pregunta después de un tiempo, poco o nada recordarán.

Si como resultado del proceso anterior se obtiene un solo número, que en este caso es el 10, que equivale al 100 % de respuestas correctas, entonces se enuncia: ¡Excelente! tanto el maestro como el alumno.

Tendríamos que darnos una vuelta a los distintos planteles, públicos o privados, de los diferentes niveles educativos, lo mismo que internarnos en los diferentes círculos de estudio, de compañeros o redes sociales, para verificar que esta presión por obtener ese número, lleva inevitablemente a los alumnos a desarrollar su ingenio y a poner en práctica diferentes estrategias de “sobrevivencia académica”.

Dichas estrategias van desde desarrollar prácticas para copiar y obtener las respuestas correctas, hasta pedirle a compañeros que elaboren por ellos los trabajos o tareas, incluso que contesten algún examen suplantando la identidad del estudiante; se incluye también, el desarrollar cierta amistad o empatía con el docente para que “se apiade” o flexibilice su evaluación con ellos. También existen los llamados: “nerds” “matados” “cerebritos” y “estudiosos”, quienes en verdad tienen la capacidad de memorizar y comprender gran cantidad de conocimientos.

No existe gran diferencia con las prácticas de “sobrevivencia académica” realizadas por los docentes, cuando ellos son evaluados; por ejemplo, a través de su grupo escolar, existen quienes aleccionan a los alumnos “más aplicados” para que respondan el examen por los otros; incluso, previo al examen, permiten o facilitan que ese grupo obtengan las respuestas correctas, que harán que su profesor salga bien evaluado.

Cuando las evaluaciones son directas a los profesores, no sorprende lo fácil que es encontrar por las redes sociales, desde la venta de exámenes ya contestados o claves para los mismos, hasta la fabricación de productos y proyectos que se les solicitan; desde luego que tampoco sorprende la cantidad de docentes que utilizan estos servicios; y,  como sucede con sus alumnos, también existen aquellos que pueden memorizar o comprender los contenidos a contestar para obtener un número y ser “Excelentes”.

Tenemos que reflexionar y entender que la excelencia académica, fundamentada en una sola nota, no resulta ya suficiente (de hecho nunca lo ha sido), si solamente se desprende de un resultado numérico; no obstante que éste, sea satisfactorio para docentes y orgullo para padres de familia, reforzando con esta actitud a hijos y alumnos en hacerles creer que la educación solamente consiste en la obtención de esa calificación y por ende, hacer todo lo posible, legalmente o no, por obtenerla.

Para el caso de los padres de familia, desde luego que en el afán de conducir y formar a sus hijos de la mejor manera posible, repiten los modelos de crianza con los que ellos mismos fueron formados y que suponen que son los adecuados o que, por lo menos, son los que con toda normalidad han sido socialmente aceptados.

Otro sector de papás, al entender que crecieron en un ambiente familiar ríspido y con pocas oportunidades de apoyo económico, educativo y afectivo; incluso, en condiciones de abuso, optan por intentar cambiar el modelo para sus hijos, de la forma en que mejor puedan entenderlo y aplicarlo.

No se desconoce que, ante una infancia difícil, haya progenitores que por la falta de herramientas y recursos diversos, reproduzcan y apliquen el mismo modelo con sus hijos, reflejando el trauma al que fueron sometidos.

Es comprensible además, que ante las características principales del entorno socioeconómico, tanto el padre como la madre, para considerar que cumplen con su función, están determinados por aquellos que logran brindar las condiciones adecuadas básicas para sus familias: alimentación, vivienda, vestuario, educación escolarizada y todos los elementos materiales vitales para su desarrollo.

Sin embargo, no basta con ello, tal como menciona el siguiente fragmento de la canción de Franco de Vita: “…No basta con llevarlos a la escuela a que aprendan, porque la vida cada vez es más dura, ser lo que tu padre no pudo ser… No basta con creer ser un padre excelente, porque eso te dice la gente a tus hijos nunca les falta nada…”

La educación integral, la que no se mide por números, hace cada vez más evidente su importancia y sobre todo su reconocimiento en este gran proceso formativo; démonos cuenta: desde que te paras enfrente de tus hijos o alumnos, desde ese momento con tus costumbres, la forma de manejar las distintas situaciones que se presentan, la manera de dirigirte a ellos y otros aspectos más, ya estás transmitiendo valores, habilidades y actitudes que, definitivamente, resultan tanto o más valiosas que la compra del celular más moderno o una calificación obtenida en un examen.

Como resulta imperante, tenemos que  redefinir el término: “Excelente”.

Comentarios: gibarra@uaslp.mx