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Festival de letras, a obscuras

Por Óscar G. Chávez

Noviembre 30, 2024 03:00 a.m.

A

Conozco el centro histórico de la ciudad de San Luis Potosí al igual que su problemática porque ha sido mi espacio desde hace más de cuarenta años; decir que lo conozco a la perfección y que durante ese tiempo he vivido en él pudiera ser una exageración, pero al menos desde el año 2000, intercalados tres de distanciamiento, ha sido el espacio en el que permanezco durante unas doce horas al día.

He visto su estancamiento al igual que su rescate y progreso, he seguido con atención sus etapas de  evolución y de involución, sé de los logros y aciertos así como de las desatenciones, descuidos y abandonos que ha experimentado tanto de las administraciones estatales como municipales. He denunciado en varias ocasiones la destrucción cotidiana que sufre por parte de propietarios inescrupulosos o ignorantes, especuladores y comerciantes. También he celebrado las obras de restauración y reestructuración que esas mismas administraciones emprenden y anuncian rumbosamente, para luego caer en cuenta que, como casi siempre, quedarán inconclusas o a medio comenzar; eso sin mencionar que algunas no van más allá de la publicidad inicial. 

De los gobiernos estatales no hay mucho qué decir, salvo de la administración de Horacio Sánchez que mucho empeño puso en su rescate, porque para ellos pareciera que no existe. De las administraciones municipales tampoco se puede señalar cuál ha sido la que más lo ha beneficiado ni cuál es la que más lo ha desatendido, todas han aportado algo y también, sin excepción, lo descuidan en diversos aspectos y por largas temporadas. En los últimos años y administraciones si bien no se encuentra en el abandono, los agravios, descuidos y omisiones superan los beneficios y aciertos. 

Un décimo séptimo Festival de Letras nos ofrece el ayuntamiento de la capital, un acierto que se vive a obscuras en diversas calles del centro. No voy tan lejos de la plaza principal, tres cuadras adelante y sólo por poner un ejemplo, en el cruce de las calles Díaz de León e Iturbide la obscuridad fue notoria hasta el jueves pasado, con todo y que a pocos metros de allí se trabaja a marchas forzadas en la iluminación navideña del jardín de San Francisco. Escenarios perfectos para una obra de Enrique Serna o para que Jorge Volpi esboce un ensayo en el que analice la ruindad criminal y carencia moral de los ayuntamientos.   

Y así piensa el alcalde en gravar a la ciudadanía la tarifa del alumbrado público. Medida que por cierto, con todo lo impopular e ilegal y  pesar de las eruditas disertaciones de connotados juristas y legisladores, no es mala, siempre y cuando el servicio fuera eficiente. Aunque seguro podrá decir que es un impuesto discrecional, quien quiera salir a las calles a disfrutar del alumbrado y desquitar lo pagado, que lo haga y quien no, pues no.    

El alcalde y sus asesores ven y saben el estado de las cosas y no lo quieren ver ni saber; era lógico que después de la propuesta vendría la perorata del gobernador, quien no dejó pasar la oportunidad para reconvenirlo, rubricando la llamada de atención con una docta cátedra de revisión historiográfica: “ni Porfirio Díaz se atrevió a tanto”. ¿No habría querido decir López de Santa Anna? Menos mal que ni a él ni a Galindo les han propuesto revivir el almojarifazgo y su arrendamiento a particulares.

La realidad es que más allá de las ocurrencias, al alcalde le pasa lo mismo que al gobernador: ya no tienen recursos porque los han desviado, se los han acabado y ya no encuentran de dónde obtener más. Quiere que otros paguen por la luz de la que carece y dice proporcionar.   Sin embargo, a diferencia del gobernador, el alcalde no cuenta con apoyo en el Congreso, por lo que es seguro que los votos le serán adversos, pero en la mayoría de los casos, no porque lo razonen sino por seguir la dinámica de complacer al gobernador. Ojalá el mismo empeño empleado para bloquear las iniciativas del alcalde lo pusieran para objetar el arrendamiento de los palcos del arenero San Luis. Y bueno, definitivamente el pobre alcalde no las tiene con él, no es lo mismo repartir golosinas entre los consejeros panistas que entre los legisladores. 

De hojas y letras. Los árboles que en el marco del Festival de Letras plantaron los ilustres escritores, entre ellos Irene Vallejo, esperemos que el Ayuntamiento los cuide, riegue, abone y sobre todo protejan de imbéciles taladores como los actuales directores de Servicios municipales y Plazas y jardines. No hay en la ciudad calle, avenida, calzada, plaza o jardín en la que no hayan cargado al menos contra un árbol. Ciudad que cuenta con un alcalde de la sustentabilidad.