Hace cinco mil años

Hace unos cinco mil años floreció una cultura en la región del valle del rio Indo, en los actuales Pakistán, norte de la India y sur de Afganistán, contemporánea de las culturas de Mesopotamia y Egipto antiguo, que era notablemente avanzada para su tiempo. Con respecto a esto último, los arqueólogos saben que sus ciudades fueron objeto de una planeación urbana cuidadosa y contaban con calles rectas formando una malla rectangular, lo mismo que con un sistema de drenaje y graneros para el almacenamiento de las cosechas. Incluso contaban con un baño público. Por su lado, las viviendas, disfrutaban de baño privado y de drenaje conectado a la red pública, pues la higiene personal habría sido una parte importante de la vida diaria. Igualmente, para propósitos de intercambios comerciales, la civilización del valle del Indo desarrolló un sistema estandarizado de pesas y medidas.     

Y a pesar de todo lo anterior, los expertos saben relativamente poco acerca de dicha civilización.  Esto parcialmente se explica por el hecho que no ha sido posible descifrar su escritura. Como sabemos, los jeroglíficos egipcios fueron descifrados gracias a la piedra Rosetta -encontrada en 1799 cerca de Alejandría durante la expedición de Napoleón en Egipto- que contiene un texto en tres estructuras distintas: jeroglíficos, demótica y griego antiguo. La comparación de los textos escritos en egipcio y griego permitió a Champollion descifrar la escritura egipcia. Una situación similar e igualmente afortunada permitió descifrar la escritura cuneiforme de Mesopotamia. En el caso de la civilización del valle del Indo, los expertos no han tenido la suerte de encontrar un texto escrito en los idiomas, uno de ellos conocido, que permita descifrar la escritura de la civilización del valle del Indo y conocer más acerca de la misma.  

No obstante la poca fortuna, los expertos han tenido éxito en otra dirección: un artículo aparecido esta semana en la revista Cell arroja luz sobre un aspecto particular de la civilización del valle del Indo, específicamente sobre la composición genética de sus integrantes. Dicho artículo fue publicado por un grupo internacional de investigadores encabezado por Vasan Shinde del Colegio de Posgraduados e Instituto de Investigación de Deccan, en Pune, India, y Vagheesh Narasinham, de la Escuela de Medicina de Harvard, en Boston, Estados Unidos.  

En dicho artículo, Shinde y colaboradores reportan los resultados de un análisis genético hecho a los restos de un individuo, posiblemente del sexo femenino, recuperado de una tumba en el norte de la India con una antigüedad cercana a los cinco mil años. Inicialmente, los investigadores intentaron determinar al ADN de 61 restos óseos, pero el tiempo trascurrido desde su entierro y las condiciones del terreno solo permitieron recuperar el ADN de uno de ellos. 

El ADN que pudo ser recuperado resultó ser una mezcla de ADN iraní antiguo -anterior a la aparición de la agricultura hace diez mil años- y ADN de cazadores-recolectores del sudeste asiático.  El ADN recuperado, además, muestra coincidencias con el de los pobladores actuales de sudeste asiático, lo que indica, según los investigadores, que estos últimos son descendientes directos de los antiguos pobladores del valle del Indo.

Por otro lado, concluyen Shinde y colaboradores que no hay una relación genética cercana entre el individuo desenterrado en el valle del Indo y sus entonces vecinos agricultores de Irán, lo que demostraría que la agricultura en dicho valle no fue desarrollada por grandes poblaciones de inmigrantes que llegaron del oeste. Para esto habría dos posibles explicaciones: o bien la agricultura se desarrolló en el valle del Indo con independencia de Mesopotamia, o bien fue desarrollada por viajeros que visitaron Mesopotamia y conocieron la agricultura, regresando después al valle del Indo a ponerla en práctica.    

No obstante, como es común con un resultado científico -y sobre todo si es con respecto a algo ocurrido hace miles de años, como es el caso- hay quién se muestra cauteloso y considera que las conclusiones de Shinde y colaboradores deben de ser tomadas como provisionales. Esto, debido a que están basadas en el análisis de ADN de un solo individuo, que podría ser no representativo de la población en general. Así, sería necesario que dichas concusiones fueran validadas con estudios adicionales.  

En tanto esto sucede, es interesante especular sobre si la agricultura habría aparecido en un solo punto del planeta y de allí se habría expandido por la migración de agricultores a otras partes del mundo, o si bien fue un fenómeno que se dio de manera independiente en varios lugares. Por un lado, la agricultura ha existido solo por un pequeño periodo de tiempo desde que apareció nuestra especie, el cual se mide en cientos de miles de años, y esto podría quizá hacer dudar que el fenómeno hubiera ocurrido simultáneamente en varias partes del mundo. Por otro lado, también es cierto que no es infrecuente que un descubrimiento científico haya sido realizado por más de un científico de manera independiente.

Lo que si no es una especulación es que, hace cinco mil años, existió una civilización sorprendentemente avanzada, con grandes ciudades, con calles, cañerías y baños públicos, y con habitantes preocupados por su aseo personal. Y esto es, sin duda alguna, fascinante.