In-D: Es de punks escuchar Daft Punk
Escuchar “Random Access Memories” en nuestra era es por un sencillo hecho...

Ha pasado ya una década desde el lanzamiento del que, para muchos, es la obra maestra de Daft Punk. Se ha hablado hasta el cansancio sobre el ingenio desbordado de estos franceses, de lo innovador que fue su proceso creativo para la composición y grabación de su álbum “Random Access Memories”. Pero no usaré este espacio para hablar una vez más de lo magnífico de las composiciones, ni de los cuatro Grammys que ganó el disco, ni de los míticos estudios donde fue grabado. Tampoco voy a desperdiciar estas líneas para hablar sobre la genialidad de los músicos que colaboraron en el proyecto. Tampoco voy a sentarme a reseñar las trece canciones que componen el álbum.
Esta vez, a diez años de la aparición del icónico disco, quiero aprovechar este espacio para poner sobre la mesa el siguiente argumento: Escuchar “Random Access Memories” de Daft Punk es lo más punk que uno puede hacer en pleno 2023. Colgarse los audífonos y darle play al álbum que encumbró al dueto francés en lo más alto de la cultura pop es un auténtico acto de rebeldía en nuestros tiempos.
Tengo un montón de razones para pensar que escuchar “Random Access Memories” es una manifestación de rebeldía. En primer lugar, estamos hablando de un álbum. Hoy, en pleno 2023, muy pocos son los locos que se sientan a componer un disco completo. Y muchos menos son los lunáticos que se dan el tiempo suficiente para sentarse a escucharlo. Vivimos tiempos en los que la inmediatez nos ha devorado. Tik Tok nos ha obligado a sintetizar conceptos en el menor tiempo posible, estamos bombardeados de publicidad e infinidad de distractores que nos tienen a mil por hora. Para los músicos componer un disco es imposible, para los escuchas darse el tiempo para escucharlo sería impensable.
Los efectos de este tren de vida tan acelerado se ven reflejados en los músicos a través de las generaciones. Por ejemplo, John Lennon tenía menos de treinta años cuando The Beatles lanzó el disco “Abbey Road”, los integrantes de Daft Punk rondaban la cuarta década de vida cuando su obra maestra vio la luz. Tarde, pero seguro, podríamos decir. Ahora la cuestión es que la nueva generación de músicos difícilmente se podrán dar el tiempo para desarrollar conceptos tan sustanciosos como lo hicieron The Beatles o Daft Punk en su momento. Nuestro tren de vida y los múltiples estímulos retrasan la genialidad y ya no hay tiempo para desarrollar un trabajo sustancioso.
Otra razón la cual es motivo de rebeldía escuchar “Random Access Memories” en nuestra era es por el sencillo hecho de que el disco tiene intros, pasajes instrumentales y solos dentro de las canciones. Estos recursos musicales han quedado obsoletos dentro de la música pop. La prisa con la que los jóvenes de hoy escuchan la música ha reducido al mínimo las estructuras musicales de los éxitos de hoy en día.
Ni qué decir de escuchar música desarrollada por humanos ejecutando instrumentos reales. En tiempos en los que la inteligencia artificial comienza a asomar la nariz amenazando la industria musical es de verdaderos desquiciados sentarse a escuchar a humanos manifestando ideas por medio de instrumentos musicales. Si bien el dueto francés recurrió constantemente a sintetizadores y máquinas de ritmos durante la producción del disco aún podemos ver plasmadas ideas humanas alimentando a los instrumentos y las máquinas.
“Random Access Memories” es una manifestación de rebeldía pura, pues desarrolla una historia, lleva un hilo conductor que desplaza al escucha de un punto A a un punto B y le permite disfrutar el camino. Lo lleva de la mano por un puñado de paisajes musicales en un mundo en el que todas las ideas deben caber en un reel o en un mensaje de texto exprés.
Darle play al disco con el que Daft Punk dio carpetazo a su carrera es de rebeldes porque ya es 2023 y el valiente que decida tomarse una hora con catorce minutos para escucharlo de principio a final corre el riesgo de que el mundo lo deje atrás. El rebelde que se siente a escuchar “Random Acces Memories” debe hacerlo bajo el entendido de que una vez que concluya el viaje ya se habrá quedado solo, la gente se habrá ido, toneladas de nuevos éxitos habrán sido lanzados en plataformas digitales, habrá nuevos lords y ladies en redes sociales, Bad Bunny habrá hecho cincuenta nuevas colaboraciones y los corridos tumbados estarán devorando las neuronas de sus hijos. El rebelde que le de play a “Random Access Memories” debe saber que al terminar estará viejo, oxidado y enterrado por el pasado, pues al terminar el álbum la nave ya habrá partido.



