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In-D: Natalia Lafourcade, la verdadera evolución

Por Daniel Tristán

Mayo 14, 2025 11:41 a.m.

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La carrera musical de un artista está repleta de clichés. Uno de los más recurrentes es el papel que juega cada álbum de su discografía. El primer disco es una moneda al aire. Puede que la fortuna le sonría y ese disco se convierta en el preámbulo de una carrera icónica. O tal vez la suerte no juegue a favor y la potencial trayectoria del músico en cuestión quede condenada al olvido.

En caso de que ese primer lanzamiento corra con buena ventura viene el reto del segundo disco. Esta segunda entrega es la que determina si la carrera de un artista es digna de ser seguida a detalle o se convertirá en un fracaso, condenándolo a quedarse en la memoria colectiva como un one hit wonder. Una vez librado el azar que implica el segundo álbum viene el fatídico tercer disco, el cual normalmente es creado bajo presión de la disquera que exige más material inmediatamente. No son pocos los terceros discos que son armados con los retazos de los primeros dos trabajos discográficos. Hay que tener música fresca lista para venderse, la calidad es lo de menos.

Una vez librados estos tres primeros escalones de la discografía de un músico viene una especie de limbo donde la mayoría se pierde. Los más comerciales se cansan de la presión por parte de la industria musical y se entregan de lleno a la experimentación artística, mientras que los más alternativos deciden probar las mieles del mainstream y convierten su proyecto en una máquina pop generadora de billetes.

Ahora bien, a toda regla existe una excepción. Hay ciertos garbanzos de libra que no encajan en este ciclo de vida artístico tan cuadrado. Hay ciertos personajes cuyo camino musical es atípico, lleno de sube y bajas creativos. A esos locos por naturaleza son a los que hay que prestar especial atención, pues su errático andar artístico es la prueba más fiel de que para lograr resultados diferentes hay que hacer las cosas diferentes, seguir caminos no trazados, arriesgarse a tomar la terracería, el camino espinoso.

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Tal es el caso de Natalia Lafourcade, cantautora mexicana que se acerca a cumplir un cuarto de siglo de carrera artística. Quedan ya muy lejanos los ecos de su debut en 2000, rodeada de canciones adolescentes (lo cual no está para nada peleado con la calidad de las mismas). Se ve borroso ya en el horizonte aquella Natalia de chongos en la cabeza y letras juguetonas. Esa misma Natalia que años más tarde apostó, de manera arriesgada, a acercar a las nuevas generaciones la música de monstruos de la canción mexicana como Agustín Lara. Esa misma Natalia que ha ido hacia atrás, hacia adelante, hacia arriba, abajo y a los lados. La misma Natalia que ha coqueteado con el folclor, el bolero, la bossa nova y la música ranchera.

Hoy Natalia Lafourcade es una artista libre que compone música como le viene en gana. Ahora cuenta con la invaluable capacidad de hacer y deshacer arte a voluntad. Recientemente salió a la luz su más reciente material titulado "Cancionera". Podría utilizar las últimas líneas de esta columna para reseñar sus canciones más destacadas y darle a usted, amable lector, un panorama de lo que puede escuchar al darle play a este álbum.

Prefiero no hacerlo, prefiero quemar las últimas palabras de este espacio para decirle que, si usted se considera amante de la buena música, del talento de verdad, no tendría que estar leyendo estas líneas. Ya va tarde para escuchar el nuevo material de Lafourcade. Verá que las palabras están de más cuando de hablar de arte se trata, verá que la música habla por sí misma.