La ocasión del vino
Mientras Maya descorcha el Andrew Murray Syrah, le pregunta a Miles: “¿Y qué gemas tienes en tu colección?” A lo que Miles responde: “No es realmente una colección. Nunca he tenido la cartera para ello, así es que vivo de botella en botella. Pero tengo un par de cosas que estoy guardando. Supongo que la estrella sería un Cheval Blanc 1961”. Maya se sorprende y lo urge a que vaya por ella (lo cual no es posible pues se encuentran a 400 kilómetros del departamento de Miles). Sonríen. La atractiva mujer le cuestiona qué es lo que espera para descorchar su joya y él dice que una ocasión especial. Maya considera por un segundo lo dicho y sentencia: “El día que abres un Cheval Blanc 61, esa es la ocasión especial”.
Esta es una famosa escena de Sideways, la mejor película de ficción con tema vinícola que ha producido la industria fílmica californiana. En 2004, el largometraje (basado en la novela homónima de Rex Pickett, en la cual, por cierto, no aparece este diálogo) ganó el Óscar al mejor guión adaptado y dos Globos de Oro. El director, Alexander Payne, fue también nominado al Óscar por su trabajo y Paul Giamatti (Miles) se convirtió en una superestrella.
Esta cinta no sólo influenció al mundo hollywoodense, sino de forma poderosa al mercado del vino en los Estados Unidos: en otra hilarante escena, Miles rechaza, enfurecido, beber un merlot, y la trama, por conducto de su protagonista, es una apología y una oda a la variedad pinot noir. Esta (inexplicable y arbitraria) aversión por la variedad que compone precisamente el Cheval Blanc, el Petrus o el Masetto, se reflejó en la realidad en la contracción de la demanda de vinos de esta uva bordalesa en los E.U.A. y en un aumento notable de la producción y el consumo de pinots, que desde entonces se puso de moda.
Por otro lado, la zona vitícola alrededor de Santa Bárbara explotó y el Hitching Post (restaurante real que aparece como el lugar de trabajo de Maya) se volvió el epicentro de los devotos peregrinos -y de muchos turistas- que acudimos a adorar a la reina de la Borgoña plantada en este extraordinario terruño del sur de California [por cierto, no dejes de ver el documental Somm III para que asista al nuevo “Juicio de París” y conozcas un pinot de Santa Rita Hills que supera a algunos de los borgoñas más famosos y costosos].
Acabamos de pasar la época del año cuando más vino de mesa se consume en nuestro país, quizás en el mundo, pero que, paradójicamente, resulta ser el momento menos adecuado para disfrutarlo. Durante las posadas, la Navidad o la cena de fin de año, se descorchan millones de botellas, sin embargo, generalmente resultan ser circunstancias y ambientes poco propicios para centrar nuestros sentidos en una copa que demanda toda nuestra atención. El vino es un gran acompañante de la comida, de los festejos, pero una etiqueta seria debería ser compartida entre pocos combibeles, todos ellos en sintonía y dispuestos a olvidar por un rato el mundo que los rodea.
Beber, por ejemplo, un Richebourg (como el que aparece en Sideways) en una copa de coctel, en el caso de que no hubiesen alcanzado las de vino para todos los invitados, o teniendo que seguir la crónica de los logros en sus negocios que el pariente nos relata con el detalle de un novelista ruso, mientras uno está tratando de identificar si ese aroma es de rosa fresca o decaída, es como ir a la sinfónica junto a alguien que no deja de parlotearnos al oído durante todo el concierto.
Afortunadamente hay vinos para todas las ocasiones: un vino sin pretensiones, fresco, franco y frutal podría, por otro lado, hacer pasable la letanía del infame vecino de silla. Pero para una gran botella de vino, caro lector, para una etiqueta que hemos guardado celosamente en nuestra cava y, sobre todo, para una que un alma lujosa tiene la generosidad de compartirnos en determinado momento, creo que habría que dispensar el mismo respeto que reservamos para otras expresiones culturales. El bautizo, el cumpleaños, el festejo es lo de menos: el día que decida descorchar ese vino especial, diría Maya, esa ocasión es en sí misma el acontecimiento.
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