La Resistencia
Hace unos días Juan Villoro vaticinaba el fin de la inteligencia haciendo una concienzuda recopilación de las imbatibles pruebas científicas que se ha presentado en los últimos años. Resulta que el pináculo de nuestra inteligencia ocurrió en la década de los setenta. A partir de ahí, vamos para abajo. Y no se trata precisamente de que hayan cambiado las maneras de aprender o de hacer obsoletos los métodos para medir la inteligencia a través de tests, sino de ver disminuida la capacidad de comprensión y análisis para entender las cosas. Que cada vez sepamos más, no significa que entendamos en la misma mediada. Simplemente pareciera que almacenamos información, unos en orden, otros en completo desorden. No debería de sorprendernos, ya en 1934, T.S. Eliot escribió: “Where is the life whe have lost in living? Where is the wisdom we have lost in knowledge? Where is the knowledge we have lost in information?
Seamos honestos y reconozcamos que nunca hemos sido muy inteligentes que digamos. Si lo fuéramos, dejen ustedes la cantidad de catástrofes que nos hubiéramos ahorrado con la simple prevención de elementos básicos. Pero no, ahí vamos no con una, sino dos Guerras Mundiales; innumerables conflictos bélicos de menor escala (si es que cabe la palabra “menor”); pateadas al paneta como si tuviéramos otro para mudarnos; veinticinco temporadas de The Bachelor y miles de personas volviendo con sus exes porque ahora sí les prometieron cambiar. Digo…
Aunado a esto, tenemos una admirable capacidad para justificar errores e incluso encontrar seudo-razones. Es también de sorprender la facilidad que tenemos para tomar una pequeña porción de verdad, parcial e incompleta, y convertirla en verdad absoluta, sin contexto, sin datos verificables.
Tomemos por ejemplo la máxima “Divide y vencerás”, tan usada en el contexto político y referida a crear caos que genere bandos encontrados en grupos sólidos y así derrotar al adversario. Ciertamente la táctica ha probado ser eficiente en ocasiones; pero por otro lado, si se contrasta con la eficacia del resultado que se obtiene al enfocarse en la cooperación tal y como se demuestra en el famoso Dilema del Prisionero, las posibilidades de lograr resultados favorecedores para ambos bandos aumenta consistentemente. Es decir, la cooperación gana. No es magia, son matemáticas. Si fuésemos más listos, lo sabríamos.
En realidad, el “Divide y vencerás” puede ser mucho más útil como referencia a un paradigma algorítmico relacionado con la “resolución recursiva de un problema dividiéndolo en dos o más subproblemas de igual tipo o similar. El proceso continúa hasta que estos lleguen a ser lo suficientemente sencillos como para ser resueltos directamente.” En pocas palabras, analizar un problema mayor para ser dividido o deconfigurado puede llevarnos a encontrar soluciones a primera vista pequeñas, pero que sumadas resuelven dilemas mayores.
Ahora, si como bien recapitula Villoro, el fin de la inteligencia está cerca y estamos perdiendo la capacidad de aprender, tomando como premisa principal que en realidad nunca hemos sido demasiado listos, entonces estamos perdidos.
La cuestión es que las llamadas “grandes soluciones” que comienzan en la mente de las mal llamadas “grandes personas” parte desde dos premisas falsas: la primera es que no hay grandes soluciones. Hay problemas que deben de seccionarse para entenderlos y entonces sí poder dar pequeñas y no tan espectaculares soluciones, pero que en conjunto serán útiles. La segunda es que tampoco existen las “grandes personas”. Existen personas competentes, eso sí.
Sin embargo, ambas premisas, es decir, las grandes soluciones y las grandes personas, son tremendamente populares porque son fáciles de digerir. Elevar a algo y a algunos en un nivel superior, quita cargas de responsabilidad al resto. Desplazamos la responsabilidad colectiva en alguien más, alguien que salva, que sabe todo, que actúa por todos. Por eso, a mediano plazo, ser un ícono no reditúa. Siempre habrá decepciones. Los llamados héroes o heroínas, son creados no únicamente para contar con modelos a seguir, sino también para tener a quien cargar pesos que deberían ser propios. Suena espantoso y carece de ilusión alguna, pero ayuda a prevenir que se idealicen peligrosamente a quienes simplemente, son humanos como cualquiera.
En el 2019 un estudio publicado en Nature, dio a conocer que, contrario a lo que se creía, el cerebro humano puede generar neuronas hasta los 90 años. El equipo fue coordinado por María Llorens-Martin, de la Universidad de Madrid. Los investigadores encontraron que se producen un tipo especial de neuronas que participan en la adquisición de nuevos recuerdos y en el aprendizaje; y aunque queda mucho campo por investigar, lo cierto es que de alguna manera podemos tener algo de esperanza: el fin de la inteligencia parece cercano, pero la naturaleza se resiste. Ante tal llamado, lo mínimo que debemos hacer, es poner en juego toda nuestra voluntad y usar esas neuronas, que se defienden de la extinción. Formar parte de la resistencia. Quizá así podamos parar el fin de la inteligencia.