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Ley del Silencio Verde

Por Luis González Lozano

Enero 25, 2025 03:00 a.m.

A

“La mayor amenaza para 

nuestro planeta es la creencia 

de que alguien más lo salvará.”

Robert Swan

Entre las múltiples órdenes ejecutivas firmadas por Donald Trump en su regreso al despacho oval, resalta con especial notoriedad su decisión de retirar nuevamente a Estados Unidos del Acuerdo de París. Es una historia que parece repetirse. Como si fuera un eco del pasado, Trump retoma la presidencia y, con ella, sus controversiales políticas medioambientales. La salida del Acuerdo de París, aquel pacto global firmado en 2015 bajo el auspicio de la ONU, representa un retroceso simbólico y práctico en la lucha contra el cambio climático.

Este no es un gesto aislado. En 2016, durante su primer mandato, Trump justificó su decisión de abandonar este acuerdo alegando que perjudicaba los intereses de Estados Unidos, prometiendo renegociarlo en términos más favorables para su nación. Sin embargo, la renegociación nunca llegó, y lo que sí quedó claro fue su afán por desmantelar compromisos internacionales en pro de intereses económicos a corto plazo.

Más allá de las declaraciones rimbombantes, su gestión en materia energética no cumplió con las promesas anunciadas. La “nueva era dorada del carbón” que había prometido quedó en un espejismo, pues las centrales eléctricas que dependen de este combustible continuaron cerrando a lo largo de sus cuatro años de mandato. Ahora, en su regreso al poder, Trump ha dejado claro que su apuesta es por un aumento de las perforaciones y la extracción de petróleo y gas, incluso cuando los pronósticos energéticos globales apuntan a un escenario completamente diferente.

Dentro del propio sistema capitalista, el mercado empieza a inclinarse hacia opciones más sostenibles. Sin embargo, la política de Trump va en la dirección contraria, enfrentándose no sólo a las leyes de la economía, sino también al juicio de la historia.

Si algo resulta evidente es que Trump no puede frenar por completo el avance de las energías renovables. Desde 2016, los flujos de inversión en el sector energético han cambiado drásticamente. Hoy, las energías limpias son mucho más competitivas y atractivas que los combustibles fósiles. A pesar de esto, el expresidente se aferra a un discurso de negación climática que no solo intenta desacreditar los compromisos internacionales, sino también socavar las políticas corporativas que apuestan por la sostenibilidad y la diversidad.

Este fenómeno no se limita a Estados Unidos. La “ley del silencio verde”, como la han denominado algunos analistas, busca callar cualquier avance o debate que pueda consolidar una transición ecológica. 

Desde el Foro Económico Mundial en Davos, el secretario general de la ONU alzó la voz contra estas políticas regresivas. “Es miope, egoísta y contraproducente”, afirmó, refiriéndose a los bancos y fondos de inversión que están abandonando alianzas enfocadas en la descarbonización. Y fue más allá al advertir: “Están en el lado equivocado de la historia y de la ciencia”. Estas palabras, contundentes y directas, reflejan una verdad incómoda: los intereses creados intentan frenar un cambio que es inevitable.

Además de su retirada del Acuerdo de París, Trump ha firmado órdenes ejecutivas que impactan de manera directa al medio ambiente. Una de ellas declara la “emergencia energética” en Estados Unidos, una medida que busca suspender regulaciones medioambientales para facilitar proyectos de extracción de combustibles fósiles. Otra orden pretende detener el desarrollo de proyectos eólicos en terrenos federales, especialmente los vinculados a la energía eólica marina, a pesar de que esta representa una de las alternativas más prometedoras para la transición energética.

Por fortuna, estas medidas no están exentas de resistencia. Activistas, organizaciones ambientales, y gobiernos estatales y locales están dispuestos a dar la batalla legal y social para contrarrestar los efectos de estas políticas.

El contraste entre las decisiones de Trump y los esfuerzos globales nos invita a reflexionar sobre nuestra responsabilidad local. En México, el compromiso con la agenda climática sigue siendo insuficiente. La calidad del aire en ciudades como San Luis Potosí, el manejo inadecuado de residuos y la falta de infraestructura para energías renovables son síntomas de un problema mayor: la ausencia de voluntad política.

No podemos permitir que la “ley del silencio verde” cruce fronteras. El futuro que queremos depende de las decisiones que tomemos hoy. La historia no perdonará la indiferencia, y la naturaleza tampoco.

Delírium Trémens.- Cómico que el gobierno de Ricardo Gallardo, experto en inundar el estado de contaminación plástica, ahora nos quiera convencer de su “compromiso ambiental” imprimiendo tarjetas de circulación vehícular en papel. 

Por cierto, han pasado más de 1,200 días y seguimos esperando la tan prometida Agenda Verde.

@luisglozano