logo pulso
PSL Logo

Llueve y yo existo

Por Martha Ocaña

Junio 11, 2025 03:00 a.m.

A

La tormenta de esta tarde llegó como un acto de sanación.

Se deslizó por mi piel con un aire mítico, como si el agua llevara consigo un antiguo mensaje de pureza, o sugiriendo al menos, una vía para alcanzarla. Así me saben las gotas brillantes que alfombran el asfalto, los jardines pequeños, y los rincones de mi panorama cotidiano.

Me recuerda aquellos años, cuando en territorio mexicano el mundo parecía tener la costumbre de lavarse —pies, manos y cuerpo entero— bajo la lluvia decada tarde o de cada noche durante esta tardía primavera. Aquella época qué marcó el tránsito entre la niñez y ese escalón incierto que sigue en la escala de las edades humanas.

Esa tormenta, ya evaporada y casi olvidada, me sabe al jardín de los cipreses de la infancia. Árboles de frutos, aromas y sabores que crecían para distraer la vista desde todas las ventanas: sauces, naranjos, duraznos, mandarinas, pinos, aguacates, fresnos, rosales, hortensias, margaritas, membrillos... y otros más que la memoria ha dejado fuera del recuerdo.

¡Sigue nuestro canal de WhatsApp para más noticias! Únete aquí

Hoy, la lluvia encuentra poca de esa tierra que antes celebraba los aguaceros. El agua, ahora casi un lujo, pero se desperdicia en “encharcamientos”, genera caos vial y daña los frágiles complejos habitacionales donde se vive “apiñonado”, como decían en tiempos de mis padres. Las autoridades ni siquiera consideran soluciones mínimas para aprovecharla o al menos evitar las consecuencias de su abundante llegada. Bastan unas gotas para que el tránsito se colapse a la vuelta de la esquina.

Todo ha cambiado y no podría ser de otra manera, Pero por fortuna, aún llueve sobre esta tierra. El viento nos refresca  pero casi en secreto, le pedimos que no sople tan fuerte, para que no se lleve las nubes tan lejos y se queden sobre nuestras casas y sobre nuestras ciudades.

Hoy, nos pesan tantas cosas que no caben en el corazón. Ni vale la pena nombrarlas. Mejor quedarse con lo bueno: aquello que no se negocia, que no entra como moneda de cambio. Como la amistad verdadera, que a veces se confunde con un pulgar arriba o un corazón en las historias de redes sociales. Hay quienes creen que la fraternidad se mide por seguidores o comentarios. Nada más inexacto que el contenido de una cuenta personal en las sobrevaloradas redes.

Y yo, prefiero quedarme al margen. Me gusta escapar de ese “ruido”, aunque me lluevan reproches y regaños, que por supuesto dejo pasar. Especialmente si hay algo más digno de atención, como una tarde de tormenta.

Afuera llueve y adentro, yo existo.