Medicina preventiva: los retos para el Estado

“Hay que procurar que haya cuidado digno, y cuidado de la salud para todos los ciudadanos”. 

Papa Francisco

A Melissa

En un artículo anterior puntualicé el papel fundamental de la salud como un componente decisivo en la formación de capital humano, y factor potencial de crecimiento y desarrollo económico de una nación.

También comenté sobre las ventajas de invertir en salud, tema prioritario, pues una población sana contribuye de mejor manera al desarrollo y crecimiento económico de su país, y una salud y nutrición adecuada, repercuten en el ingreso de las personas.

Bajo estas premisas abordé en específico el tema de los gastos médicos mayores, y la manera de cómo los enfrentamos de manera particular, en caso de tener un seguro de gastos médicos privado, o a través de las instituciones de salud del Estado. Concluí en esa ocasión que hoy los gobiernos tienen una gran disyuntiva sobre cómo deben atender a sus ciudadanos en el tema esencial de la salud.

Al ser este un tema sensible, complejo, que preocupa, y debería ocupar a todos, hoy me centraré en la prevención de la salud y sus desafíos.

En su definición más amplia la prevención se refiere a la “preparación y disposición que se hace anticipadamente para evitar un riesgo o ejecutar algo”. Si nos enfocamos en la salud, concretamente en la disciplina de la medicina preventiva, precisaremos que es el área de la salud encargada de aplicar acciones enfocadas a enfermedades que pueden ser prevenibles, donde se puede intervenir eficazmente y contribuir a que no se presenten sus síntomas y efectos, favoreciendo la reducción de la morbilidad y mortalidad.

Una buena salud se entiende como una unidad en continua adaptación a su ambiente físico-cultural, donde la medicina combina los aspectos físicos y psíquicos, lo individual con lo familiar y lo social, las acciones preventivas con las curativas de manera planificada, y con permanente intención educativa.

Así pues, la medicina preventiva contribuye a fomentar, proteger y conservar la salud. De ahí que las políticas públicas en este tema le deben conceder prioridad dentro del proceso de la medicina integral. Dicho de otra manera, en toda acción de salud es indispensable la medicina preventiva, y resulta ineludible su inclusión en cualquier sector del área médica.

Actualmente el Sistema de Salud de México se enfrenta a una población que supera los 120 millones de habitantes. En números gruesos, la mitad es derechohabiente de alguna institución pública como el IMSS, ISSSTE, Fuerzas Armadas o PEMEX.

La Secretaría de Salud atiende principalmente a gente de escasos recursos a través del aún vigente Seguro Popular (hay una iniciativa en el Congreso para eliminarlo y crear el Instituto de Salud para el Bienestar, dedicado a quienes no cuentan con seguridad social, estará centrado en la atención primaria de la salud y en las redes integradas), pero alrededor de 20 millones de mexicanos no tiene ningún seguro médico público o privado, ni son beneficiarios de los servicios de la medicina preventiva ni curativa.

Desde el enfoque de cobertura, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), marca para sus países miembros que deben de existir 3.3 médicos por cada mil habitantes. En México esta tasa es de 2.2 médicos por cada mil habitantes.

Otro dato importante es que, en la mayoría de los países miembros de esta Organización predominan los médicos generales, ya que 80 por ciento de las enfermedades se resuelven en el primer nivel de atención; pero en México, esta tasa baja a 30.6 por ciento, cargándose la balanza en quienes estudian una especialidad médica. De manera proporcional ocurre lo mismo con la enfermería, donde 9 de cada 10 egresados laboran en ambientes hospitalarios, y el resto desempeñan acciones comunitarias, pero resultan insuficientes para hacer medicina preventiva.

Referente a su instrucción, la mayoría de los planes y programas de estudio de las instituciones formadoras de recursos humanos en salud no abordan problemas de prevención. Un ejemplo es la obesidad en los adultos, un problema grave en nuestro país donde 7 de cada 10 mexicanos tiene algún nivel de sobrepeso, y casi un tercio de ellos es obeso; además, esta enfermedad se asocia principalmente con diabetes y enfermedades cardiovasculares, pero también con trastornos óseos, musculares y algunos tipos de cáncer. Por ello es importante considerar adecuar los planes de estudio, o reforzarlos en áreas relacionadas con la nutrición, hábitos alimenticios o detección temprana de signos en el organismo relacionadas con estas enfermedades.

En términos económicos hay estudios donde se afirma que, por cada peso invertido oportunamente en medicina preventiva, se ahorran 4 pesos en medicina curativa, que además de ser evidentemente más costosa y demandar una mayor infraestructura y recursos humanos, si acudimos al médico cuando la enfermedad o padecimiento presenta un avance importante, resulta más complicado y ocupa más tiempo recuperar la salud.

El costo insostenible de la atención médica ha llevado a las autoridades a concluir que la prevención debe ser la nueva prioridad. Pero, ¿se está haciendo algo al respecto?

La respuesta es compleja. Es importante valorar la importancia de la corresponsabilidad y coordinación entre las instituciones del Sistema de Salud, necesarias para fortalecer las acciones de medicina preventiva, pero acompañada también desde la sociedad civil organizada, y concretamente desde los hogares, donde inicia la promoción de hábitos y estilos de vida saludables.

A medio y largo plazo uno de los grandes retos del Estado residirá en ajustar su política pública de salud en asentar la medicina preventiva teniendo a la educación como el eje promotor del cuidado en la salud, que ayude a reforzar los buenos hábitos alimenticios desde la niñez, fomente patrones culturales adecuados que mejoren la conducta del individuo, la familia y la sociedad, y apoye acciones que reduzcan los factores de riesgo para algunas enfermedades, como aquellas encaminadas a la activación física que causarán por una parte, reducir los daños a la salud en las personas y, por otra, tener un sistema de salud que canalice sus recursos de manera más eficiente hacia aquellos rubros donde se necesite.

El valor de la medicina preventiva radica en proteger la salud de las personas, reconociendo como un derecho humano el acceso a la salud, ya que resulta imponderable el valor de la vida humana, produce beneficios extraordinarios en cuanto a los niveles de vida y permite abatir el gasto de la atención médica curativa.

Mejorar las condiciones de salud se constituye como una meta trascendental que beneficia al bienestar de la población a fin de que le permita crecer, desarrollarse, realizarse y contribuir al bien común.

Por tanto, la medicina preventiva debe ser tarea de todos. Del Estado al promover y fomentar políticas públicas orientadas al cuidado de la salud; y de la sociedad, los hogares y la familia, impulsando hábitos y estilos de vida saludables.

jmanuelrmoreno@yahoo.es