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México, un país que duele

Por Alfredo Lujambio R.

Octubre 25, 2020 03:00 a.m.

Querido lector, es cierto, México duele. Duelen sus innumerables muertos por violencia, duelen sus muertes excesivas por la pandemia mal atendida, duelen las medidas que toma un gobernante que solo se escucha a sí mismo, que en dos años ha incrementado la pobreza y el desempleo, un gobernante que nos lleva hacia una dictadura y gasta miles de millones en su deporte favorito, pero niega medicamentos a miles de niños y adultos con cáncer y, duele también enterarnos de que el ejército mexicano que se suponía era nuestra principal defensa contra la delincuencia, que había tenido algunos caso aislados de corrupción, (Gutiérrez Rebollo, Arévalo Gardoqui), y ahora ya alcanzó hasta sus más altos mandos. También duele, que no tenemos una estructura pública ni instancias políticas que sean capaces de deliberar en serio para reorganizar a este país y alcanzar los niveles de educación, desarrollo económico y servicios de salud y buen gobierno por los cuales ya hemos pagado un altísimo precio.

Aún si resultaran falsos los cargos de la DEA (que no lo son), contra el general ex secretario Cienfuegos, el daño causado a México por su aprehensión, es enorme. La confianza y credibilidad de que disfrutaban las fuerzas armadas quedaron muy dañadas, aún si fuera Cienfuegos el único implicado, al igual que la relación de cooperación entre los dos países. El hecho de haber sacado al ejército a la calle en tiempos de Calderón y luego mantenerlo así en los períodos de EPN y AMLO fue agravado con la creación de la Guardia Nacional, error muy costoso para el país. Asumir que el ejército era una institución cuyos elementos estaban inmunes contra la corrupción y la tentación del dinero fácil, fue un error de proporciones catastróficas. Son también seres humanos vulnerables a las tentaciones que ofrecen los delincuentes. Como también es un terrible error del presidente en turno darle tantas tareas, tanta responsabilidad y tanto presupuesto, para las cuales no tiene vocación ni capacitación.

Por ello, cada vez es más claro que el narcotráfico no se va a poder vencer con una estrategia de solo fuerza pública, como un fenómeno nacional. No. Podrá empezar a moderarse y a controlarse con una estrategia de cooperación con otros países y como un gran problema social y de salud pública.

Cuando el presidente Calderón anunció allá por el 2007 su decisión de sacar al ejército a las calles para enfrentar la violencia de los cárteles, advirtió enfáticamente, que sería una medida transitoria o temporal, mientras se daba tiempo a los gobiernos estatales y a los municipales de depurar sus respectivos cuerpos policíacos, para entrenarlos y capacitarlos bien, iniciando un plan de remuneraciones y prestaciones para sus policías, que les permitiera vivir con decoro y, mediante estrecha supervisión, mantenerlos lejos de las ofertas económicas de los cárteles. También se avanzaba la idea de que se tendría que iniciar una permanente campaña de concientización a los jóvenes sobre los graves peligros de su consumo y eventual distribución.

Es necesario que el presidente de México, que cuenta con la mayoría en ambas cámaras, empiece ya a restañar heridas y el divisionismo que él, con su retórica venenosa de todos los días, ha causado entre los mexicanos, para empezar a unir,  y deje de echar culpas a los predecesores, para asumir la responsabilidad por la violencia y corrupción que engendran sus mañaneras y que se han ido agudizando con sus disparatadas políticas de ofrecer abrazos en lugar de balazos a los delincuentes. 

La detención del general Cienfuegos, ex secretario de la Defensa en el gobierno de Peña Nieto, es sin duda, la más importante en la historia de las relaciones entre los Estados Unidos y México. Los jueces norteamericanos le negaron la libertad bajo fianza, y su detención tiene un costo y un impacto brutal en muchos sentidos. Demuestra que la actitud sumisa que demostró el presidente de México durante su visita a Trump, en el  mes de abril,  fue también ineficaz. Cuando al abusador se le trata de apaciguar, el resultado es sólo mayor abuso y se agravan las ofensas. Al fuerte cuando abusa, no se le puede enfrentar con halagos o lisonjas como lo hizo el presidente de México en su visita a Washington, sino con decisión y coraje.

Con esta detención, la moral y el honor del ejército mexicano, quedaron muy maltrechos. Toda la estructura de mandos queda en entredicho y el estado mexicano a través de su gobierno, que ni siquiera sabía del plan de detener al alto militar, también queda en ridículo ante los ojos del mundo. La pregunta es: ¿Qué va a hacer el presidente de México ante estos hechos? ¿Qué papel van a jugar en lo sucesivo ante sus colegas norteamericanos los altos mandos del ejército y la marina? ¿Con qué autoridad y credibilidad podrán negociar o acordar en lo futuro la colaboración entre los dos países para acordar estrategias contra el narco tráfico y la violencia? 

Estoy convencido de que los mexicanos queremos y merecemos vivir en un Estado- Nación que proteja nuestra vida, nuestras libertades y nuestro patrimonio. Y ¿por qué no decirlo? También nuestra dignidad y nuestro prestigio como nación democrática. Lo que está pasando en el país obliga a todo mexicano y mexicana conscientes y responsables, tanto dentro como fuera del gobierno, a reconocer que tenemos un problema enorme, muy serio, de viabilidad como país, y debemos sentarnos para deliberar y acordar cómo vislumbramos, cómo deseamos que sea el país que van a habitar nuestros hijos y nietos y, entonces, trabajar arduamente por ello.

lujambio06@hotmail.com