Mirador

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Yo vi bailar a Alicia Alonso.

Fue en Bellas Artes, a finales quizá de los cincuentas. 

No recuerdo qué fue lo que bailó, pero no olvido la vivísima impresión que me causó su arte.

En esa ocasión tuve un atrevimiento del cual no me creía capaz. Al terminar el interminable aplauso que la extraordinaria bailarina recibió al final de su actuación bajé desde el último piso de la sala hasta el primero, subí la escalerilla que llevaba al foro, entré a él por un lado del telón, llegué hasta donde estaba Alicia Alonso y le expresé con palabras entrecortadas mi admiración.

Ella sonrió al oír a aquel muchachillo que era yo y me hizo una leve caricia en la mejilla. Salí de ahí como en éxtasis. Esa caricia va conmigo aun hoy.

Me entristeció la muerte de Alicia Alonso, pero me alegra saber que nunca morirá. 

¡Hasta mañana!...