Mirador

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El señor cura del pueblo es de tez muy morena y tiene el pelo blanco. Un ranchero va a confesarse con él y le dice sus pecados: maltrató a su mujer; engaña en el peso del maíz que vende; se encontró -por casualidad- con su comadre lejos de las casas y... 

-También traigo otra culpa, pero ésa no me atrevo a confesársela.

-Dímela, hijo. La misericordia de Dios es infinita y te perdonará.

-Siendo así, padre -se tranquiliza el penitente-, le diré mi pecado. Tengo un buey negro con la cabeza blanca, y cada vez que lo veo lo recuerdo a usted. 

-Muy bien -replica el párroco-. Como penitencia por lo de tu mujer, lo del maíz y lo de la comadre, vas a rezar tres padrenuestros. Por lo del buey vas a chingar a tu madre.

-¡Pero, señor cura! -se consterna el ranchero-. ¿No dice usted que Dios perdona todos los pecados?

-Dios sí -admite el sacerdote-, pero yo solamente soy su hijo y no tengo por qué aguantar tus pendejadas.

Este relato acerca del célebre padre Sordia lo hizo don José Antonio Vallarta, de Santiago Ixcuintla, Nayarit. Le agradezco la edificante narración.

¡Hasta mañana!...