Mirador

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Llegó sin avisar y me dijo sin más:

-Soy el número uno.

Soy de naturaleza humilde, aunque bien sabe el Señor que no tengo ningún motivo para serlo. Por eso me irritó oírlo decir eso. A nadie le gusta que alguien ocupe su lugar. Le pregunté:

-¿Por qué dice usted que es el número uno?

Respondió desafiante:

-Porque lo soy. 

Lo reté:

-Deberá demostrarlo. Yo sé de alguien que verdaderamente es el número uno, y no es usted.

Me preguntó:

-¿Quién es?

No dije nada. Simplemente me puse una mano en el pecho e hice una ligera inclinación.

El número uno ya no dijo nada. Supongo que renunció a ser el número uno. No se piense que incurrí en vanagloria. La verdad es que en el fondo todos los humanos creemos ser el número uno.

¡Hasta mañana!...