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Mirador

Por Armando Fuentes Aguirre

Febrero 20, 2024 03:00 a.m.

A

Llueve la mansa lluvia que no se va: se queda. Penetra, silenciosa, en las honduras de la tierra y la deja húmeda como mujer dispuesta a recibir obra de varón. También la tierra, tras el don del agua, aguarda la semilla para volverla fruto, para volverla vida.

La tertulia en la casa del Potrero es hoy alegre. Don Abundio, callado y hosco en tiempos de sequía, es ahora feliz conversador. Relata un sucedido de doña Rosa, su mujer.

-Era muchacha. Se le había muerto un primo, y vestía de negro. Aun así fue a una boda. Yo no la conocía, pero me gustó al verla y cuando empezó el baile la nombré, o sea que le pedí que bailara conmigo. Me dijo:

-Bueno, pero báileme despacito, porque tengo luto.

Reímos todos, menos doña Rosa. Dice entre dientes, enojada:

-Viejo hablador.

Don Abundio figura con índice y pulgar el signo de la cruz, se lo lleva a los labios y jura:

-Por ésta.

¡Hasta mañana!...