Mirador

Jean Cusset, ateo con excepción de la vez que vio en el Ermitage “El hijo pródigo”, de Rembrandt, dio un sorbo a su martini -con dos aceitunas, como siempre- y declaró:

-Poseer una fe no es difícil. Lo difícil es lograr que la fe te posea. Tener fe puede ser herencia de tus padres, enseñanza del catecismo o de la escuela dominical, pero vivir la fe sólo puede ser obra de ti mismo. La Palabra lo dice: “La fe sin obras está muerta”. Si tu credo no se traduce en bien para tu prójimo esa fe no es verdadera. Será rutina, mera fórmula, costumbre, pero no verdadera fe.

Dio un nuevo sorbo a su martini y continuó: 

-Hemos de hacer que nuestra fe se vuelva amor. Únicamente así tendremos derecho a la esperanza. 

Eso dijo Jean Cusset. Y dio el último sorbo a su martini. Con dos aceitunas, como siempre.

¡Hasta mañana!...