Negocio de derrotas
Mañana, domingo ocho de diciembre (festividad de la Inmaculada Concepción, dogma del catolicismo desde 1854) el panismo potosino decidirá sus directrices para los próximos años. Corrijo, pensar en el panismo es una entelequia, serán sólo sus consejeros, una mínima parte de su militancia, los que elijan o reelijan a la que será su presidenta (con a, como ahora se estila) para los próximos tres años.
Entendamos por consejeros a hombres y mujeres ejemplares, incorruptibles y sabias, que encarnan a carta cabal la ideología y dogmática panista y en cuyos hombros y conciencias recae la responsabilidad, recientemente decidida, de ungir a su próxima dirigente. O al menos eso es lo que debiéramos entender o eso hacen creer que son y esperan que lo entendamos y creamos así. En San Luis hay gente ingenua.
El jueves cinco de diciembre por la noche el alcalde de la capital, Enrique Galindo Ceballos, fue echado a la calle y anatemizado por los propios priistas; nada nuevo que no se viera venir y que no buscara el propio afectado. Favor el que le hicieron, libre se encuentra ya de ataduras; el producto exclusivo dejó de serlo y puede venderse al mejor postor o tratar de apropiarse de las voluntades del panismo potosino. De nueva cuenta corrijo, apropiarse (si no es que ya se ha apropiado) de las voluntades de los consejeros (ya no tan ejemplares, ni incorruptibles, ni sabios) para que apoyen a su candidata, la senadora con licencia y actual presidenta del PAN potosino, Verónica Rodríguez, para quien su dirigencia ha sido fructífera y acertada. Y cómo no, obtuvo una senaduría.
Ella es a quien el anterior propietario de la franquicia del partido azul en el estado, Xavier Azuara impuso como presidenta (la misma que descolló como cumbianchera y cerrando palenques) y quien luego de apuñalarlo como Bruto a César, acabó entregando su partido a Enrique Galindo. Hasta para el parricidio político hay niveles.
Decía un amigo ya fallecido: “la cosa no es quitarse el collar, sino dejar de ser perro” y en este caso pareciera que lejos de liberar, restaurar el PAN y llevarlo por el camino de la ortodoxia, acabó entregándolo a un nuevo entrenador para ponerle un nuevo collar. De un propietario se pasó a un proxeneta.
Es cierto, era imperativo liberar a Acción Nacional de la hegemonía de Azuara, y quizá lo hizo, pero a qué costo; para nadie es novedad que la senadora Rodríguez no sólo negoció con Enrique Galindo la suplencia de la senaduría, sino también la dirigencia de Acción Nacional, al parecer con el consentimiento de los panistas.
De nueva cuenta, el panismo permanece silente y pasivo (bueno, no aquellos a los que Galindo llevó anoche a la posada el hotel que se ubica en Citadella), pareciera que les gusta su destino; más cuando lo mismo se paga un voto hasta en trescientos mil pesos, el acomodo en alguna dirección (se entiende municipal) o algún otro beneficio. Y ni qué decir de aquellos que por apoyar a la otra candidata fueron cesados de sus puestos en la administración municipal.
Al cuestionar a un iniciado sobre el valor que se le asigna a los votos de los consejeros su respuesta fue: “del tamaño del sapo va la pedrada”; quedó claro que los consejeros en su mayoría son batracios, pero no el peso de la piedra.
¿Qué ocurre si repite Verónica Rodríguez al frente de Acción Nacional? Simple, una “elección de estado (y municipio)” pactada con Galindo y con el gobernador, donde ambos toman el control del partido. Tampoco puede pasarse por alto la fragmentación y diáspora panista a otros partidos.
¿Qué ocurre si llega Lidia Argüello (la otra candidata) a la presidencia del partido? El PAN se convierte (utopía esperanzadora) en oposición real a Ricardo Gallardo; pierde Enrique Galindo y surgen otras opciones para 2027. Quizá no será una presidenta de unidad, pero al menos sí institucional.
Tampoco es para tanto, ese partido es como una paleta de aquellas tutsi pop, chupada, mordida, sin color y sin dulce (pagada y disfrutada por Azuara), de la que sólo se conserva el chicle a medio masticar y es el que le dejan a Galindo. No es la dirigencia del PAN lo que se oferta, sino tan sólo una opción más para negociar con las derrotas y sumisiones.



