“Ni una más”

En memoria de Paola Guerrero Meléndez

estudiante de la Universidad 

Politécnica de San Luis Potosí 

Esta columna tiene el interés fundamental de hacer política (entendida como la forma de organizarnos para la vida pública) en favor de las mujeres frente a la terrible situación de violencia y muerte de que son objeto.

Considerando que la orientación de la administración pública se logra en la gestión política desde todas las trincheras: “para hacer hay que poder” dice el proverbio popular.

Las políticas públicas no se logran con buenas intenciones, sino con intenciones transformadas en acciones.  Con esta idea, recuerdo a Albert Camus quien escribió que no pretendía cambiar el mundo, pero asumía que pretendía darle un nuevo orden a las palabras.

Este es el propósito que desde este espacio que nos ocupa: que las palabras nombren la realidad 

que nos duele, que las palabras puedan incidir en el ánimo social frente a los feminicidios, que las actitudes cambien.

No hace muchos años que se comenzó a utilizar en México el término “feminicidio”; según señalan los historiadores, ocurrió en el marco de los homicidios de las mujeres en Cd. Juárez hacia la década de mil novecientos noventa con la traducción del concepto desarrollado por Diana Russell (1976).

Siguiendo esta línea de significado hay dos características fundamentales para considerar el homicidio de una mujer como un feminicidio: “en un contexto cultural e institucional de discriminación y violencia de género, que suele ser acompañado por un conjunto de acciones de extrema violencia y contenido deshumanizante, como torturas, mutilaciones, quemaduras, ensañamiento y violencia sexual, contra las mujeres y niñas víctimas” y, la impunidad. Es decir, la ausencia del castigo social a través de las instancias de justicia de las personas que cometen este delito.

Desafortunadamente, desde el hogar desarrollamos una cultura machista que tiene como característica el sometimiento de la mujer, la discriminación de su ser humano en relación a al ser del hombre. “Sírvele a tu hermano”… ordena la autoridad en casa (sea la mamá, el papá, los abuelos o tíos; no importa quiénes lo digamos). 

“Le salió floja la mujer,  ni de comer le daba”… “Es una mala mujer porque no quiere cuidar de sus hijos”… ¡Vaya con nuestro mundo!

A esto se le denomina contexto cultural e institucional. A la aceptación de un orden en donde la mujer tiene un rol de servidumbre hacia el hombre. Este orden es el que legitima cualquier conducta en detrimento de la dignidad humana. En este contexto social, el homicidio de una mujer bajo cualquier argumento que justifique su muerte es una aberración de la dignidad humana pues la dignidad no tiene sexo. La dignidad no puede tener adjetivos o no es dignidad.

Sin embargo, los homicidios-feminicidios, tienen esa otra parte: la impunidad, el sello de nuestros días, el sustento del miedo que nos acompaña de día y de noche, pues hemos rebasado el Estado de Derecho. Así, subrayado. 

Creemos que tenemos derechos pero olvidamos que no puede haber derecho sin obligación. No nos cuidamos unos a otros, exigimos que nos cuiden y consideramos que “la autoridad” debe venir a hacer valer nuestro derecho.

Creemos que el derecho de las mujeres asesinadas sólo es responsabilidad de la autoridad y nos escudamos en ello. Me recuerda esa canción de Silvio: “Qué fácil es protestar por la bomba que caerá lejos del refrigerador”.

Creemos que reclamar en las redes desde nuestros instrumentos es suficiente y también nos escudamos en ello.

Pero nuestro perfil es el perfil de una sociedad machista. Somos una sociedad machista y por ello vemos con indolencia el asesinato de las mujeres. 

George Simmel señaló que “en la medida en la que consideremos al hombre como un ser social, [debemos entender que] a cada uno de sus deberes [le] corresponde un derecho adscrito a otro ser… [Lo cual significa] que cada individuo tiene derechos que, como tales, se convierten en obligaciones de otros”.

En tal sentido, el derecho de las mujeres, sino es nuestra obligación, no es pues un derecho, sino 

solo palabrería. 

No se trata sólo de salir a la calle y gritar con desesperación junto a ellas (lo cual también es necesario ante el silencio social); se trata, más bien, de escuchar la demanda y cambiar el orden desde cada entorno donde compartimos la vida junto a ellas. 

No se trata de ser caballeros, se trata de ser respetuosos. Pues en la cultura del caballero, éste hace una concesión, pero no es así, no se trata de concesiones, debemos entenderlo como una obligación, debemos asumirnos como iguales.

Se trata de entender que no hay diferencias de nivel por asumir un sexo diferente. 

Pero no queda ahí, pues sin duda hay un Estado que se materializa en un aparato de gobierno, en una Administración Pública, en políticas y programas entre los cuales están los de orientación de género, ¿Qué hay con ellos?...

Siguiendo a Guillermo Cejudo (CIDE-2018) cuando habla del “uso del inventario de programas como herramientas de análisis”, encontramos un modelo importante para evaluar y buscar la efectividad de los objetivos planteados en los programas con orientación de género.

Entre las conclusiones de una presentación sobre su investigación (CONEVAL-2018) en base a este modelo sobre programas sociales, señala que los resultados de las intervenciones derivadas de los programas no inciden en el problema que pretenden atender y que, algunas razones de ello es que los programas están alineados en la forma (discurso) pero no sustantivamente. Agrega que el alcance de los programas en relación a la población objetivo es reducida y, por último, que no hay suficiente información pública sobre los programas. Así pues, la efectividad no se presenta en la realidad sino sólo en cifras de informes que no reflejan el acontecer.

Si bien, lo que señala Cejudo no tiene como marco los programas de la administración pública con orientación de género, el modelo de análisis que plantea se considera válido para integrar desde este modelo un análisis de lo que nos ocurre, pues los feminicidios continúan. 

No es posible mantenernos en la indolencia frente a los feminicidios, nos ocupa hacer algo aquí y ahora: “Ni una más”.

joseramonuhm@hotmail.com