Ocho años
Con la de la semana pasada se cumplieron ocho años de esta columna dominical. Como quien dice ya nos aventamos completito un sexenio federal y dos años del anterior, hemos tenido muchas respuestas de quienes nos leen, hemos tenido un par de premios locales de periodismo y bueno, a ver qué pasa para el posible noveno piso de Crimentales. Celebremos.
A menos de que lean esta columna antes de las 6:45 de la madrugada, estaremos dialogando ya en otoño. Hojas secas, lectura en las bancas y todo eso. Y mañana empieza la regencia del signo Libra, aunque los libra no creemos en el horóscopo (guiño). Ayer fue día de regalar flores amarillas porque en el hemisferio sur entró la primavera. También fue día de Batman, pero ese lo festejan unos cuantos entendidos en la materia.
En lo político, esta semana el Presidente de la Mesa Directiva del Senado, Gerardo Fernández Noroña, fue “agredido física y verbalmente” por un abogado, mientras esperaba un vuelo en el aeropuerto, en la sala de American Express. Según el morenista, el hombre le arrebató su celular para impedirle que lo filmara. No fue Noroña quien presentó la denuncia ante el Ministerio Público, sino la Cámara de Senadores como institución, mediante su área jurídica. El “acto violento”, dice el boletín que emitieron, “es totalmente inadmisible y se suma a la campaña de odio y violencia que ha convocado la derecha contra quienes representan a las más de 35 y medio millones de personas que respaldan la Cuarta Transformación”.
Toda agresión debe ser denunciada, pero llama la atención que es la institución (en nombre y con la aprobación de todos los partidos, se supone) la que responde a la agresión de un ciudadano (verbal, según los pocos segundos de video dados a conocer hasta ahora). Algunos medios recordaron que fue Fernández Noroña quien decidió no denunciar a los manifestantes y trabajadores del poder judicial que rompieron la puerta y dañaron escaños en el Senado, “pese a que la empresa aseguradora del inmueble legislativo no pagará los daños sin ese trámite ante el ministerio público”.
Parece un caso menor, politizado, pero habla de cómo se maneja la política en México. Los mensajes de solidaridad o ataque han sido muchos. También el hablar de mayoriteos y de uso de instituciones o bienes públicos.
En otros casos las denuncias han sido interpuestas por los mismos políticos. Está el caso de la senadora Araceli Saucedo, quien presentó una queja ante el Instituto Nacional Electoral (INE) por “violencia política de género”, al darle al partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) uno de los tres votos que le faltaban para aprobar la Reforma Judicial. Ello para que “de acuerdo con sus atribuciones y las leyes en la materia, tomen las medidas correspondientes en consecuencia y según su consideración se prevengan más acciones de esta índole”. No faltan las denuncias de vehículos institucionales para uso particular.
Hasta antes de las elecciones, en junio, había, tan solo en el INE, 502 denuncias por violencia política de género. Muchas denuncias se han presentado desde entonces. La mayoría no han prosperado, otras están en proceso, pero hay crispaciones que han subido de tono y hay que estar con la mente fría en estos últimos días del actual sexenio.
En otoño es mi cumpleaños y espero llegar con tranquilidad, en lo mío, que es escribir. Hay demasiado veneno en el ambiente como para engancharse con trolls y haters. Esos que se los queden La Casa de los Famosos y otros shows. Este viernes empezamos el festejo antedicho, con una lectura en colectivo, como debe ser. La invitación aún no sale oficialmente, pero en unos días circulará en redes. La primera actividad y me emociona. Habrá otras, algunos viajes y publicaciones. La verdad se vienen “cosas chiditas”. Gracias por la lectura aquí y allá.
Me retiro a mis aposentos y les dejo con “Otoño”, un poema de Ida Vitale:
Otoño, perro
de cariñosa pata impertinente,
mueve las hojas de los libros.
Reclama que se atienda
las fascinantes suyas,
que en vano pasan del verde
al oro al rojo al púrpura.
Como en la distracción,
la palabra precisa
que pierdes para siempre.
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