Orden y otras manías

Queramos o no, todos estamos influidos por los medios, que por algo se llaman masivos. Sea para informarnos (intentarlo al menos), o para buscar temas de conversación y compartir los memes del momento en redes sociales, no estamos exentos. Así, en estos días asistimos a los dramas reales de animales como Chimuelo o Miguelito, y al heroismo de Randy; leímos declaraciones de todo tipo sobre el tráfico de combustible (huachicol); y no importa que ahora se le llame series a las telenovelas, la ficción sigue siendo parte de nuestra historia. Para bien o para mal, damos crédito y prestamos interés a los cuentos, a los personajes de moda.
Me dijeron, escuché, lo vi en la tele… Quienes manejan (o tratan de manejar, incluso de manera burda) la comunicación saben que la opinión pública es voluble cual pluma al viento. Los rumores y las tendencias de etiquetas en redes sociales encuentran caldos de cultivo en ciertos sectores y a ciertas horas. Así, en Twitter se amplían etiquetas a favor o en contra de determinado tema mediante cuentas alternas o bots. Los que saben dicen que no son espontáneas y están coordinadas; es decir, hay manipulación.
Di lo que una persona quiere oír y seguramente replicará tu opinión. La teoría de la aguja hipodérmica, dirían los clásicos de la comunicación de masas.
Digamos que Pedro sigue gritando que ahí viene el lobo y no falta quien le crea todavía. Hay quienes saben que miente, pero lo oyen porque Pedro ha ido perfeccionando su historia y se ha vuelto un maestro de la literatura oral, o les conviene que la población le tema al lobo porque venden armas o quieren hacer una película.
El emperador sigue desnudo pero contento mientras lo alaben, y hay quienes esperan a Godot en un cruce del camino.
Alguien dijo: no hay gasolina y muchos salieron a hacer fila y a llenar el tanque de su carro. Como el efecto de La Guerra de los mundos logrado por Orson Welles en 1938, hay quienes oyen de chupacabras o fantasmas y corren a esconderse. Por lo menos el director de Citizen Kane avisó que el programa de radio era ficción.
Sea el final de una serie, el inicio de otra o las películas buenas o malas que nos ofertan las productoras, hay que verlas para no sentirnos desplazados socialmente. A veces basta echarle un ojo a las redes sociales, a los comentarios y memes. Otras, cuando las opiniones son muy divergentes, hay que entrarle. A veces, cuando todo mundo habla de una película o un libro, me resisto, pero no siempre se puede. Pasó así con la película sobre “algo” que al ser visto hace que los humanos se suiciden, con la serie “tecnooscura” de opción múltiple (donde lo que importa, como le dijo el gato a Alicia, es explorar caminos, no a dónde se llegue) o con la mujer japonesa fanática del orden y de lo que “chispea alegría”.
Hay muchas opciones, demasiadas, pero hay días en que no se habla sino de uno o dos temas de moda, los famosos trending topics. Según lo relata Neil Gaiman en La vista desde las últimas filas, cada dos días la humanidad produce la misma cantidad de información que había producido hasta 2003. El reto, dice el autor de Sandman, ya no consiste en encontrar una planta poco común que crece en el desierto, sino unaplanta determinada que crece en la selva”.
Esta semana el tema fue el método para ordenar la casa que se puso de moda gracias a la nueva serie de la gigante de televisión en internet. La protagonista es autora de un par de libros que ya eran bestsellers, pero eran conocidos sobre todo en ciertos círculos, como viajeros y minimalistas. Con el estreno de la serie no hubo quien no hablara de si ya ha doblado su ropa como recomienda ella, el darle gracias a la ropa antes de deshacerse de ella o los pros y contras de tener solo 30 libros en casa.
Necesitamos siempre cierto orden para vivir en una casa, y no se diga en una sociedad. Se ha acusado a la protagonista y creadora del método ordenador de tener un trastorno obsesivo compulsivo y que supo capitalizarlo a nivel genio. Quizá. Lo que podemos resaltar es la necesidad de ordenar lo que se pueda, pero de acuerdo a nuestras circunstancias. Sin caer en exageraciones, bien podemos tratar de analizar el uso de espacios y objetos. Hasta de ideas.
En política, podríamos hacer un ejercicio similar: cada administración llega y dice que la anterior dejó un desorden. Hay que hacer cambios, quitar mucho y ordenar lo que queda, para que sea útil y sirva para lo que fue adquirido. No es fácil quitar lo que se ha ido acumulando en gabinetes, alacenas y “centros de entretenimiento”, esos muebles que desplazaron a los libreros hace ya varias décadas.
El minimalismo es hermoso, y satisfactorio. Pero también estamos los del lado del caos, los que tenemos materiales, ideas y palabras guardadas o apiladas, por si acaso. Yo aún no hallo cómo poner orden en mis libretas de apuntes, ni en mis libreros. Mucho menos en mi vida personal. Tengo ideas pero, se lo he dicho a los amigos, más que palacio mental yo tengo un laberinto.
Tras leer algunas palabras infames (como las de un tipo que fue incluso candidato a la presidencia), suspiro, y me despido esta semana con algunas palabras del credo de Neil Gaiman, que suscribo totalmente:

«Creo que tengo el derecho a pensar y decir cosas inoportunas. Yo creo que el remedio para eso debiera ser el discutir conmigo o ignorarme, y que yo debería hacer lo mismo cuando considero que piensas algo inoportuno.
»Creo que tienes todo el derecho del mundo a pensar cosas que yo considero ofensivas, estúpidas, absurdas o peligrosas, y que tienes el derecho de hablar, escribir o divulgar esas cosas, y yo no tengo el derecho a matarte, mutilarte, hacerte daño o privarte de tu libertad o de tus propiedades porque encuentro que tus ideas representan una amenaza o un insulto, o son realmente detestables. Es probable que tú pienses que mis ideas también son abominables.
»Creo que en la batalla entre las armas y las ideas, las ideas siempre ganarán. Porque las ideas son invisibles, permanecen y, a veces, hasta pueden ser ciertas.»

Posdata: Talleres y publicaciones 2019 están a la vuelta de la esquina. Ya. Ya casi. Ruego estar pendientes de mi bitácora electrónica y, si se puede, apoyar los nuevos proyectos de este crimentalista.

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