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Palabras con suavitel

Por Yolanda Camacho Zapata / PULSO

Mayo 04, 2021 03:00 a.m.

Los mexicanos amamos los diminutivos. Lunes se convierte en lunecito, amigo en amiguito, pan en pancito. Las pláticas se llenan de palabras en pequeño buscando aumentar la cortesía y de algún lugar de pasado, rescatamos las fórmulas que suavizan las palabras, como si decirlas sin alteraciones fuese a causar ofensa.  

Las fórmulas de cortesía mexicanas incluyen una disculpa antes de hablar y se siguen de corrido agregando adjetivos calificativos que llenan de alabanza al interlocutor y salpicando aquí y allá, palabras disminuidas.

Brown y Levinson desarrollaron una teoría de la cortesía que afirmaba que somos corteses motivados por lo que ellos llamaron “Actos amenazadores de la imagen”, o AAI. Para los autores, somos corteses si creemos que nuestra imagen será afectada de manera negativa. Consecuentemente, para evitar tales afectaciones, usamos ciertas fórmulas lingüísticas que ayudan a limar el mensaje. Si tal cosa es cierta, somos amables porque no queremos que nos ensucien y no por convicción, ni educación. Sin embargo, tal teoría ha sido refutada, no sin cierta razón, dado que los posibles AAI, no son universales. Es decir, lo que algunos  consideren como mancha a su imagen, para otros sea completamente intrascendente. 

Catherine Kerbrart comparte la posición de Brewn y Levinson, sosteniendo la universalidad de los principios generales que constituyen la base de la teoría de la cortesía, pero no la aplicación de esos principios, que puede variar según la cultura. Lo que es educado para unos, tal vez no lo sea para otros; por tanto, puede ser que  parámetros de cortesía no funcionen tan bien en ciertos lugares con ciertas comunidades. 

Leech sostiene una postura distinta, afirmando que “La cortesía es precisamente el principio regulador de la distancia social y su equilibrio”, en este sentido, no es tanto el comportamiento basado en principios universales, sino en qué tanta cercanía tenemos con nuestro interlocutor, o que tanta distancia queremos conservar. La finalidad que buscamos (alejarnos o acercarnos a alguien) determinará si nuestro comportamiento es más o menos cortés.  

Bravo y Briz dan un enfoque mucho más social a la cortesía, catalogándolo  como un fenómeno sociocultural que se va modificando, confirmando o actualizando en situaciones concretas y reales de habla en la que los usuarios de la lengua negocian la interpretación de los significados. 

Sin embargo, ninguna teoría de la cortesía acaba de dar con el clavo, ni mucho menos explica que se tomen como descorteces palabras o acciones dichas de manera directa. “Lo cortés no quita lo valiente”, decimos en esta tierra, y tiendo a creer que es cierto. Se puede ser firme, sin ser grosero. Aun así, se alcanza a confundir la cortesía con debilidad o peor aún, la solidez con ofensa. 

Tal vez sea  momento de cambiar las prácticas donde el exceso de formulismos suavizantes dejan las palabras más olorosas que la ropa con Suavitel y enfocarnos en la calidad de la lengua y sus intenciones más allá de cualquier olor bonito. Les aseguro que tendríamos diálogos mucho más productivos y con muchos menos toxinas.