Por sus memorias

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Pirulina, muchacha sabidora, casó con un hombre al que por su musculatura apodaban el Oso. La noche de las bodas él se quitó la camisa. “¡Qué bíceps, Oso!” -le dijo Pirulina con admiración. En seguida el fornido galán se despojó de la camiseta. “¡Qué torso, Oso!” -profirió, arrobada, Pirulina. A continuación el desposado se sacó el pantalón. “¡Qué piernas, Oso!” -se extasió la recién casada. Finalmente el Oso dejó caer la última prenda que lo cubría. Lo vio Pirulina y exclamó con decepción: “¡Qué oso, Oso!”... Miss Holier Thanthou era devota feligresa de la Iglesia de la Quinta Venida. (No confundir con la Iglesia de la Quinta Avenida, que permite a sus fieles el adulterio a condición de que estén al corriente en el pago del diezmo). Miss Holier no faltaba nunca a los servicios religiosos; era miembro del coro y maestra de la escuela dominical, y siempre aportaba sus sabrosos pays de arándano o manzana a los picnics de la congregación, pese a que no le gustaba la palabra “picnic”, pues encontraba en ella sugerencias pecaminosas. El reverendo Rocko Fages, pastor de la Iglesia, encomiaba frecuentemente las virtudes de Miss Holier, y la ponía de ejemplo. “Jamás se ha apartado de la rectitud -decía de ella-. Ha ido siempre por los caminos del Señor”. Sucedió, sin embargo, que un buen día (o malo, según se vea) la devota mujer cambió de vida. Dejó de ir a la iglesia -con eso mejoró el coro- y alguien la oyó decir que ya no le disgustaba la palabra “picnic”. Las señoras supieron horrorizadas, que Miss Holier frecuentaba las tabernas de mala muerte del lugar, y una juró -”So help me God”- que la había visto entrar con un sujeto de mala catadura en el motel de la localidad. ¡Si siquiera el tipo hubiera sido de buena catadura! El escándalo llegó al extremo cuando en el baile de los Elks la añosa señorita subió a una mesa y bailó en estado inconveniente un charleston entre los aplausos y risas de los asistentes. El pastor Fages, preocupado, visitó a Miss Holier. Ella, que antes le ofrecía siempre un té con galletitas, en esta ocasión le dijo: “Wanna drink, mate?”, invitación que el reverendo, aturrullado, declinó. En seguida, tras muchos circunloquios, le preguntó a su antigua feligresa por qué había cambiado de vida en modo tan radical; a qué se debían sus ebriedades y su conducta escandalosa; por qué salía con hombres con los que luego entraba en sitios de pecado. “Reverendo -explicó Miss Holier-. Empecé a escribir mis memorias, y estaban tremendamente aburridas. Me propuse hacer algo que pusiera en ellas un poco de interés”... Babalucas y su socio fueron en su camión al tianguis del pueblo a vender melones. Los habían comprado a 10 pesos cada uno, y a ese mismo precio los vendieron. Acabada la venta se encontraron con que no tuvieron ninguna ganancia. Babalucas amonestó a su socio: “Te dije que trajéramos un camión más grande”... “Me acuso, señor cura -le dijo la joven penitente al padre Arsilio-, de que me he acostado con hombres”. Preguntó el sacerdote: “¿Con cuántos, hija?”. “Oiga -se molestó la muchacha-. ¿Es usted cura o empleado del Inegi?”... Pancho el Mexicano se alistó en el cuerpo de paracaidistas de la Legión Extranjera. Después del debido entrenamiento iba a hacer su primer salto. Se lanzó del avión con sus compañeros, y no se le abrió el paracaídas. Les gritó a los demás: “¡Tizne a su madre el último!”... Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la concupiscencia de la carne, le hizo una proposición salaz a Duliclí, muchacha de buenas familias.  “No soy de ésas” -declaró, digna, la joven. “¡Ah! -se alegró el tal Pitongo-. ¿Significa eso que no me vas a cobrar?”. FIN.