Pragma política
Las posturas ideológicas de la derecha atraviesan por una crisis evidente para situar cuestionamientos, ya no digamos contundentes, sino siquiera pertinentes contra el progresismo de izquierda en la región latinoamericana. En el caso específico de México, las posturas ideológica derechistas se advierten como de una carencia de argumentos que puedan ir más allá de lugares comunes que rayan en la descalificación burda de acciones de gobierno. Más todavía, el análisis político, ya no digamos en términos históricos, sino simplemente lógicos, se ve afectado por un cierto clima de aturdimiento intelectual que, por ejemplo, el profesor Jaime Ortega, de la Universidad Autónoma Metropolitana, identifica como la pretensión de una suerte de “restauración intelectual derechista” que trata de caracterizar el momento de la correlación de fuerzas partidistas en el país como el de una vuelta al sistema político-electoral de los años setenta (“La Jornada”, 5 de diciembre de 2024).
Resulta, de acuerdo con la observación de Ortega, que algunas posturas ideológicas derechistas asumen que, desde 2018, el régimen político mexicano es una vuelta al sistema de partidos que, a mediados de los setenta, Giovanni Sartori definió como “hegemónico-pragmático”, aludiendo a la preponderancia del entonces PRI y su elástica ideología revolucionaria en la que todo cabía como en un jarrito… “sabiéndolo acomodar”. La peculiar hegemonía del PRI, que todo lo abarcaba, tuvo su punto culminante en la elección presidencial de 1976, cuando no hubo, siquiera, candidatura opositora. El pragmatismo se tradujo en la reforma de 1977 para “liberalizar” el sistema con las diputaciones de representación proporcional, pero no para democratizarlo plenamente.
En suma, un modelo de sistema político y de partidos que, otras tipologías célebres de esa misma época, como la de Guy Hermet con su “pluralismo excluyente” y la de Juan Linz con su “autoritarismo con partidos controlados”, se traducían en un ambiente no competitivo que, por lo demás, no permitía la alternancia en el poder ejecutivo federal. Como puede advertirse, muy lejos de la realidad actual está esa pretensión intelectual de la derecha cuando plantea, de manera simple, que estamos de vuelta a los años setenta; ahora la alternancia es posible en diversos cargos electivos y las elecciones son, en términos generales, competidas.
Otro cuestionamiento a esa pretensión intelectual derechista por caracterizar de manera simple la realidad presente en sociedades como la nuestra, es la que hace Fernando Buen Abad Domínguez, cuando se refiere a ese proceso conservador como de “anorexia intelectual”, carente de rigor teórico, profundidad, congruencia y ética (“La Jornada”, 7 de diciembre de 2024). La vuelta aquí es a la denominada “batalla cultural”, cruzada difusa de las derechas que apela a una moralina anclada en “valores” de orden tan abstracto que terminan impidiendo cualquier conexión con lo que la mayoría de la población siente y piensa. El resultado del desplante derechista se vuelve en su contra y se revela en una “pragma” política que tiende a ser ocupada por cuestionamientos superficiales pero ruidosos, rayanos en lo escandaloso. En contraste, desde la izquierda que gobierna se ha perfilado una consistente manifestación ideológica con expresión concreta en el denominado “humanismo mexicano”, con principios y postulados que, de entrada, hacen una importante diferencia.