Pragmatismo mata mito
“Cuando Anaconda, en complicidad con los elementos nativos del trópico, meditó y planeó la reconquista del río, acababa de cumplir treinta años”. Así inicia el escritor uruguayo Horacio Quiroga su novela “El regreso de Anaconda”, publicada en 1925. Después de esta frase inicial, Quiroga añade que Anaconda, “Era entonces una joven serpiente de diez metros, en la plenitud de su vigor. No había en su vasto campo de caza, tigre o ciervo capaz de sobrellevar con aliento un abrazo suyo”.
Sabemos que la anaconda es una serpiente constrictora endémica en las zonas tropicales de América del Sur, que puede llegar a medir más de cinco metros de largo, y que, al igual que ocurre con otras especies silvestres, encuentra que su hábitat natural ha sido invadido por la civilización.
En este sentido, en el cuento de Quiroga, Anaconda, la protagonista, se propuso recuperar el río Paranaíba, que corre por el centro de Brasil, argumentando que, “Antes, hasta dónde alcanzaba la memoria de sus antepasados, el río había sido suyo.”. Sucedió, no obstante, que: “Un hombre, primero, con su miserable ansia de ver, tocar y cortar había emergido tras del cabo de arena con su larga piragua. Luego otros hombres, con otros más, cada vez más frecuentes. Y todos ellos sucios de olor, sucios de machetes y quemazones incesantes. Y siempre remontando el río, desde el sur...”. Por tal motivo, Anaconda se propuso bloquear el río para impedir que los hombres siguieran invadiendo su territorio.
Si bien Quiroga escribió su novela hace cien años, el problema que enfrentó Anaconda sigue siendo actual, como lo prueba un artículo aparecido en la revista “Frontiers in Amphibian and Reptile Science” el pasado 16 de junio. El artículo fue publicado bajo el título, “El mito de la serpiente: desde la Gran Serpiente hasta el gallinero”, por Beatriz Nunez Cosendey y Juarez Carlos Brito Pezzuti, del Instituto de Desarrollo Sostenible Mamirauá y de la Universidad Federal de Brasil en Pará, Brasil, de manera respectiva.
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En dicho artículo Nunez Cosendey y Brito Pezzuti reportan los resultados de una investigación llevada a cabo en la región del Bajo Río Amazonas en Brasil, para determinar la interacción entre los pobladores locales y la población de anacondas. Como explica Nunez Cosendey, su estudio se enfocó en el campo de la etnobiología, un campo interdisciplinario de investigación en el que confluyen la ecología, la conservación y el conocimiento tradicional, de modo tal que investigaron, “… no sólo la biodiversidad de un área sino también la relación que tienen las comunidades locales con las especies circundantes, proporcionando una mejor comprensión de la dinámica local y las áreas que necesitan atención especial para la conservación”.
Para recopilar información, Nunez Cosendey y Brito Pezzuti llevaron a cabo entrevistas con miembros de cuatro poblaciones locales, con edades entre los 18 y los 100 años. Los tópicos de las entrevistas incluyeron, el avistamiento de anacondas y la frecuencia con que ocurre, los meses del año en que esto es más frecuente, los encuentros físicos con las anacondas, los casos en que las anacondas resultaron muertas, y la relación emocional entre los pobladores y las anacondas.
Con relación a esto último, a un gran número de entrevistados les disgustan las anacondas por considerarlas animales astutos y traicioneros: “Los entrevistados expresan que la anaconda es una criatura silenciosa que llega sin hacer ruido, lo que les genera inquietud y los hace estar siempre alertas durante la pesca, con el temor de que su canoa se inunde en caso de un ataque”. En concordancia con estas opiniones, muchos participantes expresan que su reacción más común al encontrarse con una anaconda es darle muerte.
Tal pareciera, no obstante, que lo que más molesta a los pobladores es que las anacondas irrumpan en sus gallineros y se roben sus gallinas: “Los habitantes expresaron su frustración por tener que invertir tiempo y dinero en la cría de pollos y luego perder parte de su bandada de la noche a la mañana. Un entrevistado incluso mencionó haber recuperado un pollo del vientre de una anaconda, ya que acababa de ser tragado y aún estaba fresco”.
El artículo trae a colación el mito de la “Gran Serpiente”. Según algunos entrevistados, mientras que las anacondas podrían crecer hasta unos diez u once metros, la “Gran Serpiente” es mucho mayor. Habita bajo el pueblo y tiende a aparecer durante las tormentas, provocando olas en el río. Sus movimientos originan incluso temblores de tierra. En cuanto a su apariencia, exceptuando por su tamaño, ésta es la misma que la de las anacondas normales, si bien su color difiere.
Al margen de la prevalencia del mito, sin embargo, los autores concluyen que ”…en las comunidades analizadas, la anaconda ha perdido su rol tradicional en el folclore como entidad espiritual y mitológica, siendo ahora percibida de manera pragmática, principalmente como un obstáculo para la avicultura en libertad”.
Por lo demás, no es sorprendente que Anaconda, en la novela de Quiroga, haya resultado muerta por un cazador ocasional.