Presidenta de México
Inicia el período de gobierno federal con la primera presidenta en la historia de México. Claudia Sheinbaum Pardo asume este día el ejercicio de un mandato popular legítimo. Los días previos a la toma de posesión de su encargo público, la Dra. Sheinbaum ha sido enfática al esbozar las líneas generales que definirán el sello de la nueva administración, destacando el papel relevante que tendrá el Estado mexicano en la generación de condiciones democráticas para el desarrollo nacional en todos los aspectos de la vida pública. Reivindicar el papel del Estado mexicano en la vida pública ha sido un eje fundamental de la transformación nacional impulsada desde 2018 y, por supuesto, se trata de un fortalecimiento muy distinto al que ha pretendido equiparar la oposición conservadora cuando ha señalado, vagamente, que se trata de un regreso al viejo populismo de los años setenta. Basta con poner en contraste la presente austeridad republicana que ha posibilitado el mejoramiento salarial, por ejemplo, con el derroche y saqueo insultante con el que se despachaba un buen de altos funcionarios en el último año de gobierno en sexenios anteriores, el “famoso año de Hidalgo”.
Ahora, se trata de generar, entre otras cuestiones, lo que se conoce como “condiciones generales de reproducción de una formación social” y no es tarea fácil porque se requiere de gran cantidad de recursos económicos para detonar el desarrollo nacional con obras estratégicas en materia de comunicaciones, abasto, energía, salud, educación, etcétera, encaminadas a lograr que amplios sectores de la población tengan viabilidad de volverse productivos y competitivos en la dinámica económica y social del país, pero atendiendo a las peculiaridades de las regiones. La orientación de la inversión pública a ese fin, ha sido una de las vías que se han planteado éxito. A eso se ha referido la Dra. Sheinbaum y se trata, apenas, de una de los varias vías promisorias para seguir transformando de fondo las condiciones para que nuestro país sea más justo y equitativo para todas y todos. De alguna manera, se trata de avanzar en la consolidación de un cambio de régimen que, como recuerda Lorenzo Meyer, “no solo se trata del impacto en el gobierno mismo, sino en el conjunto de instituciones y actores, tanto formales como fácticos, cuyas relaciones y valores determinan cómo y en beneficio de quién se lleva a cabo la distribución de los bienes materiales y simbólicos dentro del conjunto social” (en “El Universal”, 29 de septiembre de 2024).
No se trata de consolidar el nuevo régimen desde la visión maniquea de más o menos Estado, como antaño de reducía la discusión política, sino de calibrar el grado de participación estatal requerido, en términos lógicos e históricos, para encarar las complejidades sociales del presente. Gobernar con visión de estadista ha sido posible en la primera etapa de una transformación institucional que ha cumplido ampliamente con las expectativas depositadas por la mayoría del pueblo mexicano. Toca a la Dra. Sheinbaum consolidar esa transformación para seguir ampliando las posibilidades de una reproducción plena y digna de la vida personal y comunitaria, lejos de los intereses lucrativos de minorías rapaces como sucedió con los gobiernos neoliberales.
La Dra. Sheinbaum ha dejado en claro que abrevará en el humanismo mexicano, la economía moral, la austeridad republicana y otros más principios y postulados que posibilitan mantener viva la esperanza del pueblo mexicano en un futuro promisorio. Por lo pronto, después del acto protocolario en el que será investida como Presidenta Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, se trasladará al puerto de Acapulco, Guerrero, a solidarizarse con los damnificados del huracán “John”, en un gesto que nos dice mucho de la fortaleza ética y estatura moral con la que arranca el mandato de la primera Presidenta de México.