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Reflexiones cuaresmeñas

Por Óscar G. Chávez

Abril 09, 2022 03:00 a.m.

A

Considerando que, según dicen, aquí se vive a plenitud la semana santa, mucho tendrán que reflexionar en ella. Es el momento en que la corrompida moralidad cotidiana se oculta y aparece la otra, la doble, la que nos permite mostrarnos como en realidad no somos, ni nos gustaría ser, pero es con la que se ha vivido en  esta tierra por siglos, y con la que nos encanta mostrarnos como ejemplo de virtudes. Fariseísmo a la carta. 

Acá son preferibles las muestras públicas de piedad, de mortificación corporal, de ayuno físico, de exhibirse más que como penitente o costalero en la procesión, como pretor o centurión (porque hasta en las muestras públicas de fe hay niveles), que en mostrar la elemental caridad cristiana y de verdadero amor al prójimo. La exhibición también suma puntos y sirve para posicionarse; mientras sean más los que se enteren es mejor.

Es comprensible, lo enteramente espiritual por no ser redituable en vida nada deja; vale más un fingido pero rumboso arrepentimiento a la hora de la muerte, que una vida de privaciones y anonimato. No es lo mismo ser cónsul en el silente y nocturno paseo de la Dolorosa, que Cireneo en la soleada y sudorosa pasión de san Juan de Guadalupe.

Reflexionaría en las necesidades del ciudadano promedio el líder de la Alianza Empresarial, Juan Servando Branca Gutiérrez cuando habló de apoyar que se reglamenten y limiten las protestas, porque “el derecho de las mayorías debe de estar por encima del interés de unos cuantos”. ¿Qué hubiera hecho allá en los noventa  cuando cierto sector de la sociedad potosina se manifestaba con rosario y veladora en mano, exigiendo la liberación de un acusado de homicidio?

Todo permite el cuestionamiento, el estigma y el juicio negativo mientras no seamos los afectados directos. Lo que no nos afecta no existe porque no lo vemos, porque no lo sufrimos, porque nunca ha vulnerado nuestro entorno inmediato ni a los nuestros. Todos quieren sufrir como el nazareno, en actuación desde luego, porque si fueran reales columna y flagelo, al primer azote se desmayan. 

Las marchas y protestas deben limitarse por dos razones, las demás no importan, primero porque afean la ciudad y entorpecen el flujo de los centavitos (Judas con sus 30 monedas  les queda bien corto) y, después, porque nosotros nunca nos manifestaremos violentamente por las calles y que la elegancia está antes que nada. La realidad es otra, no deben ocurrir porque les avergüenza que se vuelva evidente su incapacidad como instancias de liderazgo social, y que a los otros los muestre en su inutilidad de aparato gubernamental; lo demás lo hace la carencia de valor para criticar, cuestionar, enfrentar a la autoridad estatal y exigirle cuentas. Más en estos tiempos. 

La muestra viene de arriba, o de en medio, como se quiera ver. Un gobernador amigo de un alcalde, que también dice que es su amigo, al que humilla y evidencia como un incapaz al decir que su policía no sirve para nada; poco antes, su segundo, dijo que esa misma policía gustaba, frente a la inseguridad que afecta el entorno, “nadar de muertito” (casi como lo hizo él cuando se le señaló por disponer de dineros del Congreso).

El alcalde no respondió ni por él, ni por su corporación policiaca; no tuvo ni la mínima intención de defender la dignidad de los elementos policiales (y eso que él fue o es poliSÍa). Nunca se interpuso ante el agresivo dicho, nunca llegó el apoyo a la nueva secretaria de protecSIón; el silencio del alcalde tiene dos orígenes: el miedo o que el dicho hubiera sido verdadero. Tragó camote sin dulce.

Quizá la respuesta que nos hubiera gustado escuchar, llegó por otro lado y desde otras latitudes. En un periódico de circulación nacional, y  firmada por un articulista de renombre nacional apareció un texto en el que se hacían fuertes (y verdaderos) señalamientos al gobernador, como indicándole su ausencia de calidad moral para criticar los hechos. Para eso son los amigos que saben acusar recibos. 

Fácil resulta cuestionar a los alcaldes y a las policías municipales (aparte de la de la gran SIudad), cuando sabe que no tienen ni para resorteras.

Quizá las paces ya se hicieron, y aquel se dio cuenta que éste también tiene relaciones, porque ya su poliSÍA, servicial se convirtió en su brazo ejecutor, ayudándole a su secretaría de educación, a desalojar profesores de las escuelas. Circula en redes un denigrante video en el que se muestra el desalojo de un profesor de una secundaria del SEER,  por elementos armados de la policía municipal.

Ojalá así actuaran frente a los sicarios que tienen sometida a la ciudad o, al menos, para desalojar a los burócratas que en plantón frente a palacio, obligarán a alterar la ruta de –como dijo el señor Héctor Serrano– “la marcha del silencio”, el gran evento religioso de la semana mayor. 

Una procesión de proporciones multitudinarias en un pueblo en el que ya se autorizó dejar de usar el cubreboca. Vendrá un rebrote de coronavirus, eso es seguro, basta ver las cifras de los últimos días, aunque es muy probable que se oculten las cifras. No olvidemos quienes fueron  los dos principales responsables del rebrote invernal.

Gracias por la lectura. Por cierto, si el gobernador Ricardo Gallardo se asume como gran  protector de los animales, ¿cómo es posible que el director del Hospital Central, el doctor Jorge Aguilar García, busque exterminar la colonia de gatos que allí habita? 

#SalvemosALosGatosDelHospitalCentral