“Salud, educación e interioridad, una relación necesaria”
En la búsqueda constante de la salud, la ciencia contemporánea nos invita a explorar terrenos hasta ahora poco explorados: las emociones y el plano social. Cada vez más, investigaciones confirman la estrecha relación entre un funcionamiento homeostático óptimo y el entorno en el que vivimos, señalando la necesidad de considerar tanto el bienestar físico como el emocional y social en los diagnósticos y estrategias de salud.
Una revelación impactante de esta conexión es el reconocimiento por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de las llamadas enfermedades ambientales. Estas condiciones, desencadenadas por el desequilibrio ambiental, la contaminación y el aumento irregular de la hormona cortisol, revelan cómo nuestro entorno puede influir directamente en nuestra salud física y mental. El cortisol, liberado en situaciones de estrés prolongado, afecta el sistema inmunológico, comprometiendo la producción de anticuerpos y defensas.
Este hallazgo nos insta a replantear nuestros enfoques de salud, complementando la visión meramente biomédica con una más holística. La adopción de estrategias preventivas se vuelve esencial para mantener un equilibrio entre mente y cuerpo. Aquí, la educación emerge como un vehículo clave para desarrollar un conocimiento profundo de nuestra interioridad, reconociéndonos como entidades interconectadas con el entorno, siendo seres “sentipensantes” que requieren un manejo adecuado de las emociones.
La necesidad de incorporar este enfoque en la educación es crucial. La competencia emocional y social debe convertirse en un componente esencial del currículo, proporcionando herramientas para desenvolverse eficazmente en el mundo actual. Un ejemplo inspirador es el programa “Tec Queremos” del Tecnológico de Monterrey.
Este programa va más allá del apoyo psicoemocional, extendiéndose a la capacitación de docentes y personal administrativo. Implementa estrategias de bienestar en las clases y unidades de formación basadas en modelos internacionalmente reconocidos. Además, fomenta la reflexión sobre la interioridad, promoviendo el autoconocimiento y el manejo de las emociones.
La integración de estos enfoques no solo contribuye a la salud individual, sino que también prepara a las generaciones futuras para enfrentar las complejidades del mundo moderno. La salud integral, que abraza la conexión entre cuerpo, mente y entorno, se presenta como el nuevo paradigma necesario para construir sociedades más saludables y resilientes. En última instancia, al reconocer la importancia de las emociones y el entorno social en la salud, estamos dando pasos valiosos hacia un futuro donde la prevención y el equilibrio son la clave para un bienestar duradero.
(Profesor Escuela de Humanidades y Educación- ITESM)
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